Capitulo 8

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Mi traicionero corazón late desbocado, como si quisiera salir de mi pecho. Permanezco inmóvil sin poder quitar la vista de él.

Lo que puedo observar a pesar de la distancia es ese caminar tan característico de él como si no le importara nada, como si no tuviera prisa por llegar al lugar al que va, un caminar liviano, ajeno a lo que sucede a su alrededor.

Está mirando en todas las direcciones como buscando algo.

A mí.

Me está buscando a mí y soy incapaz de mover un pie en su dirección.

Estoy absorta, cohibida.

Subió un poco de peso, es notable, con un trasero difícil de pasar desapercibido, y su corte de cabello bajito, el de siempre.

Rememoro aquella primera vez que nos vimos, la primera vez que cruzamos palabras. Aquella primera mirada que me hizo imposible seguir mi camino sin siquiera mediar una palabra con aquel hombre atrayente cuyos ojos parecían que tuvieran vida propia.

Rememoro aquellas múltiples conversaciones en las que podía hablar con el de cualquier tema sin tabú alguno.

Las veces que le hice videollamadas con celulares de mis amigos para saber con exactitud si estaba bien.

Y ahora, que lo tengo cerca, no sé cómo reaccionar, se supone que desde que lo ví repuntar debía de correr hacía el y abrazarlo, pero por una extraña razón sigo observándolo de lejos.

Respiro con dificultad, tengo la boca entreabierta.

June, ve.

Mi subconsciente me ordena, yo obedezco.

Doy un paso de forma dubitativa y me siento en el aire.

Camino con más seguridad y una sonrisa se apodera de mi rostro. Nuestras miradas se conectan y veo el reconocimiento surcar su rostro.

Comienzo a sentir una incomodidad en el estómago y al instante sé que es; las famosas mariposas en el estómago.

Ya las hacía muertas y olvidadas.

Me ve con emoción y acelera el paso, acercándose cada vez más. Mis ojos se llenan de lágrimas, esta vez no por tristeza ni decepción. Esta vez se trata de la emoción del momento, del cariño contenido, del amor olvidado.

Abre sus brazos y me envuelve en ellos, reconfortando mi alma, alegrando mi existencia.

Tomo un poco de distancia y acaricio sus rostro.

Me veo en el reflejo de sus ojos y me entran dudas.

¿Será real, o simplemente un sueño?

Me derrito, literalmente me derrito. Amo su mirada, y sus ojos color miel lo hacen todo más bonito.

—June, estás preciosa, mi niña—su voz es como la recuerdo, relajada, pausada y aterciopelada—. Te extrañé.

—Y yo a tí—le digo rogando que las lágrimas retenidas en mis ojos no surquen mi rostro—. Tú también estás guapo, capaz y eres como el vino.

Él, al entender mi referencia, suelta una risa ronca. Se separa levemente de mí, toma mi mano y me guía a unos asientos que están a poca distancia.

Por unos segundos mi mirada se torna triste al recordar el tiempo que pasé en su espera y teniendo conciencia que no podré pasar suficiente tiempo con mi amigo para no levantar sospechas.

No me preocupa mi tío, lo que me inquieta son los alcances de mi abuela y Luana cuando tienen la sensación de que hay algo que no tienen constancia.

—Pensé que no llegarías —musito cabizbaja.

Nota Discordante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora