Capitulo 26

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¿Qué se puede esperar cuando se recurre a la violencia?

Lo admito, dejé que las emociones influyeran mucho, agregando el impacto de ver en una situación así a la pobre Sam. Posterior al golpe que le dí desestabilizandolo, me eché a los brazos de Liam. De un momento a otro sentí un gran jalón del cabello y golpes en distintas partes de mi cuerpo, y lo que sí me dejó aturdida, fue el gran golpe que me dió el malnacido en la cara.

Me dolió en el momento, pero ahora, quizás por el sedante que nos proporcionó el doctor, no siento dolor, solo una ligera incomodidad en el rostro y otras partes del cuerpo.

Y sí, dije doctor.

—¿En serio estás bien?

Lleva como quince minutos repitiendo la misma pregunta, a lo que siempre le respondo;

—Claro, no te preocupes.

Su mirada permanece fija en mí, como si tratara de descifrar las emociones que me embargan en este instante. Hasta yo misma quisiera saber, siento que simplemente estoy existiendo.

—Es la misma respuesta de hace rato.

—Claramente porque es la misma pregunta.

Él apareció como mi héroe, me sacó de la casa a cuestas porque el último golpe me dejó ausente. Estaba despierta, pero sin saber que hacer, aturdida, solo contemplando todo como si fuera una mera espectadora.

Hubo un momento que dejé de sentir, y volví a ser conciente de todo estando en presencia de un hombre con una bata blanca y con un estetoscopio en su cuello. Ahí entendí que estaba en un hospital, y que mi cuñadito me dió con todo.

Fue un maldito cobarde al agarrarme con la guardia baja.

—¡Oye! ¿Porqué esa cara? He sobrevivido dieciocho años sin tu presencia y sigo viva, además, golpeé de gravedad su puño con mi ojo, ¡Eso es un gran logro!

Suelto una carcajada.

Aún me siento con ánimos de bromear.

Le trato de dar una de mis mejores sonrisas para que no se preocupe tanto y suspira.

—¿Volverás a meterte en una pelea?

Lo miro divertida.

—Es probable.

Niega.

—No sé que hacer contigo.

Suelto una risa y hablo sin meditar mis palabras.

—Fácil, quédate a mi lado.

Se queda congelado en su puesto y me ve como si me hubiese salido otra cabeza. Al ser conciente del significado que le puede dar a mis palabras trato de retractarme.

—No tenía intención alguna de separarme de tí —dice para mí sorpresa.

Miro a los lados y no sé qué sentir exactamente.

No me siento incómoda, tampoco puedo decir que a gusto. Simplemente me siento extraña.

¿Qué me sucede?

Carraspeo.

—¿Dónde está mamá?—pregunto evadiendo el tema.

—En su casa, quedó calmando a tu hermana, creo que llegará en un momento, si no, esperemos a que esto se termine y regresamos a tu casa.

Señala el líquido que me están administrando por vía intravenosa.

Hago un puchero.

—No quiero.

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