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Advertencia

Palabras obscenas.

Cuando el taxi color amarillo aparcó en la entrada de la casona donde la dirección indicaba, al chofer los pelos se le pusieron en punta

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Cuando el taxi color amarillo aparcó en la entrada de la casona donde la dirección indicaba, al chofer los pelos se le pusieron en punta. Era una casa grande, con ventanales inmensos sumidos en una oscuridad apremiante, solo en el área de la entrada se podía ver que había luz.

El joven le extendió el dinero, pudo notar como también estaba algo contrariado por el lugar, más se bajó sin ningún problema, llevando consigo las carpetas que antes tenía en las piernas. El hombre arrancó su taxi sin ninguna problema, fue entonces cuando John dudó de estar ahí, no había casas cercas, y el bosque estaba en todo el frente. Trató de eliminar los pensamientos tontos, así que emprendió camino a la puerta, antes de tocar, revisó sus bolsillos, el arma aún se encontraba en su lugar; tocó la puerta y ésta se abrió, mostrando a una Roxane sonriente, con un blusón más grande que ella, le llegaba a la rodilla, donde no veía pantalones largos. Sus lentes estaban como siempre. Ambos sonrieron al verse.

—Buenas noches. Pasa por favor.

El oficial lo hizo, ella le quitó las carpetas de las manos, las colocó en una de las mesas prqueñas que estaban en la entrada. Todo el lugar era un desorden, parecía que ahí no vivía nadie en unos buenos años.

—¿Tu tía vive sola? —preguntó anonadado, la casa era muy grande, solo el living medía lo que su casa, de las escaleras para arriba todo estaba en penumbra, sintió como su piel se erizaba, la verdad no le gustaba para nada esas casas viejonas.

—Hace unos años sí, mis primos están en Holanda, con su papá. Hace mucho mi madre le dijo que vendiera esta casa, pero se ha negado rotundamente. Aquí crecieron sus hijos y ella atesora eso. Disculpa el desorden, pasé todo el día en este plan. Solo me falta la cocina, aquí y termino...

Ella le hace señas para que se siente en uno de los muebles, éste tiene una bolsa de plástico encima, tal vez para evitar que el polvo los dañe.

—¿Hace cuanto está en el hospital?

—Hace dos meses ya. La última recaída fue muy fuerte, creí que ya no la contaría... —detiene sus palabras para tragar grueso, se notaba que le era difícil hablar sobre ello—, llamé a mis primos rápidamente, quedaron en venir y nada.

Se preguntó como era posible que hubieran hijos así. Él no se imaginaba siquiera la vida sin su madre, tenía mucho miedo de perderla, daría lo que fuera porque ella fuese eterna.

—¿Ya cenaste? —decidió cambiar de tema, pensar en la muerte, en una casa tan tenebrosa como esa no era lo que quería.

—Sí, pedí pizza. ¿Quieres un poco? Prometo que terminamos aquí y pedimos un taxi para irnos.

Realidad difusa (Completa) #Wattys2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora