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Hillary Duff

Cuando bajé esta noche para ir al restaurante, jamás pensé encontrarme a la señora Olga en este lugar. Me reconoció de inmediato, sus viejos ojos aún no están opacos. Me abrazó de tal manera que creí iba a asfixiarme, me sentí mareada con todas sus preguntas y sólo quería marcharme antes de que algunos me vieran y se dieran cuenta que conozco este lugar.

Para el colmo tuvo que ser Aileen quien me viera. Sentí que un balde de agua fría corría por mi espina dorsal al ver su mirada clavada en mí.

Deseé que mi rostro no mostrara absolutamente nada a su mente manipuladora y entré casi que corriendo al restaurante.

Ned y John estaban allí, ambos con las cartas de la comida en sus manos, escogiendo que cenarían. No pasaron muchos segundos cuando Aileen tomó asiento al lado de John, puesto que sin pensarlo mucho yo me senté del lado de Ned; ella frente a él, yo frente a John.

—¿Qué hay en el menú? —Preguntó Aileen inclinando su cabeza para mirar el menú que sostenía John.

—Comidas caseras —Contestó Ned, tendiéndome la carta a mí—, Pollo en salsa y así. 

John hace lo mismo y le entrega el menú a ella. No me ha vuelto a mirar y espero por todos los cielos que no diga nada de lo que vio.

Mi familia y yo solíamos venir aquí todos los domingos después de la iglesia; me encantaba el pescado que sirven de almuerzo en este lugar. Todos los domingos comía eso.

—¿Qué piensas de todo esto, Aileen?

Pregunta Ned, su mirada muy fija en ella, quién sin dudarlo responde.

—Tengo muchas teorías, pero no suelo comentarlas. La verdad es intrigante, y más el hecho de que esa mujer tenga todos sus familiares muertos. Pero no creo por nada del mundo, que sea solo concidencia lo de las cenizas en el labial —Yo pienso lo mismo, algo pasa con esa mujer y la asesina—. Ya habíamos revisado otro labial de ella y nada. Y justo en Marcos encontramos eso. Ella tiene algo que ver con esta familia.

Hay algo que no puedo negar de esta estudiante y, es que de verdad sabe hacer su trabajo, creo que por eso odio que me mire, porque siento que puede leer mis pensamientos.

—Espero podamos encontrar algo con los vecinos mañana —Ned se arrecuesta un poco más en su silla—. Vi una casa más arriba del terreno vacío, es la que noté está más cerca, allí vamos primero.

Sí es cierto, yo también vi esa casa. Mi verdad es que en el tiempo que viví en el pueblo nunca subí colina arriba; lo mío era mi casa, la escuela y la iglesia. Aunque bueno, tampoco es que mis padres me dejaran salir mucho. A veces, cuando les rogaba demasiado me dejaban un domingo en la tarde ir a la plaza con Lauri, una amiga de la infancia y eso sí, mi padre rondaba creyendo que yo no lo veía, cada 20 minutos.

Finalizamos la cena, con palabras triviales cada uno. Yo, por ejemplo casi ni hablé. Aileen no mencionó nada de lo que vio y realmente lo agradecí internamente. Comí mucho más rápido que todos y salí directo a mi habitación, no sin antes desear buenas noches a todos.

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Realidad difusa (Completa) #Wattys2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora