17 | Volcán apunto de estallar

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Era viernes, Walburga había conseguido que les dieran ese día para ir a casa.

Con un vestido que le impedía moverse, Gwyllion bajó las escaleras, viendo a su hermano esperarla con una mano alzada, esta noche era importante para sus padres, entonces debían hacer mayor uso de las reglas de etiqueta, estando en el último escalón extendió su mano sobre la de su hermano, que mantenía su mano derecha tras su espada, de esa forma la ayudó a bajar la escalera, algunos tíos o incluso primos poco más mayores que ellos, creían que como mellizos debían hacer todo juntos, entonces frente a ellos debían hacer ese tipo de cosas, su padre los observaba desde la la entrada al comedor, se tomó el tiempo para respirar profundamente y largar un suspiro, caminó con disimulado cuidado gracias a que los zapatos que llevaba le incomodaban, miró de reojo a su hermano que se mantenía aparentemente tranquilo.

Antes de entrar al lugar, asegurándose de ser vistos, la más baja se giró hacia su hermano a la vez que él se giraba hacía ella, aprovechó que acomodaba el cuello su camisa para susurrar entre dientes.

—¿Listo? —. Asintió tan lentamente que fue imperceptible para la aguda mirada de sus familiares, siguieron su camino hasta la mesa, donde saludaron a todos.

Cuando se encontraban ubicados en la mesa, con el banquete servido frente a ellos, las preguntas no tardaron en llegar.

—Walburga, espero no me esté fallando la memoria, pero creo recordar que tenías tres hijos —. El primer movimiento fue de un tía, miraba a la mencionada con una casi invisible sonrisa ladina.

—Me alegra darte la noticia de que tu memoria está perfecta, por esta ocasión Sirius no pudo venir, pero les puedo asegurar su presencia para la próxima cena —. Desde la última oración Regulus podía jurar que escuchó como apretaba los dientes mientras los fulminaba con la mirada, el de ojos verdosos decidió que era su momento para hablar.

—Nos disculpamos por él, tenía asuntos importantes que atender

—¿Más importantes que su familia? Me dejas confundida, Regulus

—Sin duda.. —. Murmuró Gwyllion, que recibió una patada de cortesía de su hermano .— Ya saben como es mi adorado hermano, cuando se trata de sus amigos no hay quien lo detenga

—Es lamentable que tenga esas amistades —. Dijo al aire otro de ellos, mientras suspiraba con fingida tristeza, y Gwyllion sintió la necesidad de responder con ferocidad, pero una mirada de advertencia de parte de su padre bastó para que se abstuviera
.— Oh, lo lamento, Alyn, olvidé que también tienes esas terribles amistades

Sintió el veneno acumulándose en su lengua, apretó la mandíbula con tanta fuerza que escuchó el rechinido de sus dientes, la mezcla de sus palabras y ese nombre, había sido un trago amargo que tuvo que soportar, tragó saliva y sonrió, decidiendo que lo mejor era tragarse su veneno y no decir nada. Cambió de opinión.

—Por cierto, escuché que terminaste esa relación que llevabas con ese chico, el bajito que siempre parece tener miedo, es realmente triste-... oh, es cierto, no tenían una relación oficial, lo olvidé, perdona —. Se inclinó hacia donde estaba su progenitor, pero aún así todos en la mesa pudieron escucharlo .— Orión, no puedes seguir permitiendo el libertinaje de tu hija, si la siguen descuidando terminará teniendo el hijo de algún asqueroso sangre sucia, o peor aún, un muggle —. Desde su silla vió como la mirada de su padre brilló con rabia contenida mientras escuchaba, la sola idea hacía hervir su sangre, por ello, Gwyllion se adelantó a interrumpirlo.

—Lamento informarle que escuchó mal, aunque es cierto que no llevamos una relación oficial, seguimos felizmente unidos, no queremos arriesgarnos a darlo todo por un amor que podría terminar con 5 amantes y 3 hijos no reconocidos... como su matrimonio, tío —. El hombre tensó la mandíbula, aunque mantuvo su misma expresión de superioridad, no le respondió a Gwyllion, prefirió hablar con Walburga, que parecía mantenerse al margen de todo eso

—Deberías educar mejor a tus hijos, así aprenderían a no irrespetar a sus mayores —. La mujer tomó su copa de vino y tras darle un sorbo, miró a los mellizos

—Gwyllion, discúlpate, tu comentario no fue para nada apropiado —. Aunque quiso decir algo, se abstuvo, bajó la mirada, sintiendo toda su seguridad derrumbarse, Regulus no pudo sólo quedarse mirando

—¿Y el de él sí lo fue?

—Aunque me pareció despreciable verlo insinuar que mi hija es una cualquiera, no dijo nada que no fuera verdad —. Su rostro, su tono de voz, sus movimientos, nada en ella les expresaba un mínimo atisbo de empatía o comprensión, era una mujer fría, capaz de humillar a sus hijos por no quedar mal ella, Regulus sabía que no podría decir nada, nada la haría cambiar de opinión y defenderlos, por debajo de la mesa entrelazó sus dedos con los de su hermana, que apretó su mano al instante, volviendo a alzar al mirada, sólo para mirar al hombre que había iniciado eso

.—Me disculpo por lo que dije, no fue apropiado de mi parte, y le aseguro que no volverá a suceder —. Apretó con más fuerza la mano de su hermano, volvió la mirada a su comida, había perdido el apetito

Los mellizos se miraron desanimados, y continuaron el resto de la noche en completo silencio.

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—Nunca he ido a Estados Unidos, ¿cómo es? —. Después de la cena, sus padres se separaron, cada uno se fue con todos los hombres o mujeres de la familia que habían asistido, su madre se las llevó al salón, y su padre al sótano, antes de eso se habían encargado de presentarles a la dichosa prima que venía desde muy lejos sólo para conocer a Sirius, ella era un año menor que Regulus y Gwyllion, y nunca los habían presentado.

—Es increíble, son más estrictos con las reglas, todo siempre se mantiene en orden —. Tomó un sorbo de su té, Gwyllion la observaba sin disimular su disgusto, la había visto batir las pestañas con lentitud y acomodarse el cabello tantas veces en un minuto como una persona normal lo haría en todo un día, y sabía que eso era gracias a su atractivo hermano, que se mantenía en su propio mundo en el sillón, leyendo una carta que Gwyllion podía notar a kilómetros que era de Severus, por el hecho de que Regulus sonreía como un niño al que le iban a dar su primer varita, tenía las mejillas ligeramente ruborizadas, y cuando terminó de leer la dobló y cuidadosamente la volvió a meter en su sobre.

—Entonces, Regulus, ¿cómo te va en Hogwarts? —. El mencionado se sobresaltó y respondió un bajo "bien" que su hermana se encargó de continuar

—Tiene excelentes notas en todas las asignaturas —. Notó como la de cabellos rubios oscuros se acercaba con la intención de sentarse en el brazo del sillón donde el azabache estaba, cosa que él pareció notar, pues se removió en su lugar presionándose a sí mismo contra el lado opuesto al que ella quería llegar.

—Eso es increíble, Reggie —. Gwyllion la interceptó con un rápido movimiento desde la pared donde estaba recargada hasta dicho sillón, sonrió al tenerla de frente, notando los deseos de querer asesinarla con el pensamiento

—Por favor, no me llames así —. Dijo el mayor después de observar divertido la situación, comprendía mejor que nadie la expresión de su hermana en ese instante, la menor lo miró, alzando una ceja como si hubiera olvidado como le había llamado .— "Reggie", no me llames así, sólo un grupo muy rigurosamente seleccionado puede hacerlo, y tú no estás incluida, ahora, si nos disculpas... debemos escribir una canción —. Tomó la muñeca de Gwyllion, y ambos, entre risas, subieron a pasos apresurados las escaleras hacia su habitación, dejando sola a la intrusa de la ocasión.

Mientras que en otro lado, James, Peter, y Sirius, cuidaban de un Remus agotado, en la enfermería, pero con una sonrisa en el rostro al tener a sus amigos junto a él, divirtiéndose como hasta hace unos meses era habitual.

The heart knows, the mind don'tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora