VEINTISIETE

23 3 3
                                    

—¿Se puede saber por qué no has vuelto a casa en todo el día y no has avisado? —refunfuña Carlos nada más entro por la puerta.

Dylan va a hablar pero lo callo.

—Le dije a Kattia que te avisara que dormiría fuera.

—Y lo hizo, me avisó que dormirías  fuera, no que te tirarias todo el día siguiente sin aparecer por casa. —bufa e intenta tranquilizarse. —Estaba preocupado, Grace. —susurra mucho más calmado.

—Pues no tenías por qué.

—Joder, Grace. Avisa la próxima vez ¿Vale?

—Esta bien, lo siento.

Asiente y ahora mira a Dylan, frunce el ceño y lo señala.

—Y tú más vale que no le hayas quitado lo inocente a mi hermana. —dice acercándose a Dylan.

—Tú tranquilo, no se lo he quitado porque Grace no tenía nada de inocente. —bromea dirigiendo su mirada hacia mi y me guiña el ojo con una sonrisa en sus labios.

Será...

—¡Dylan! —lo miro con los ojos muy abiertos.

—¡Grace! —Carlos grita y se gira hacia mi. —¿Qué es lo que ha pasado entre vosotros?

—Nada.

Dylan se ríe.

—Nada dice la tía. —susurra muerto de risa.

—¡Dylan, deja de meter cizaña!

—Lo siento, es que no puedo evitarlo.

—Grace. —me llama Carlos. —¿Habéis utilizado protección al menos?

Bufo, tapándome la cara muy avergonzada. No me puedo creer todo esto que está pasando.

—Grace, responde ahora mismo.

—No, no... Ha sido necesario. Yo... —miro a Dylan avergonzada y el asiente de acuerdo con que le cuente si quiero ¿Por qué coño estoy contándole esto a mi hermano? —Nosotros no... Osea que no lo hemos hecho... Solo... Tú ya me entiendes Carlos.

—No te entiendo. Explicame.

—Agh. Tú tranquilo que no voy a salir embarazada de esta, conformate con eso. —digo desesperadamente y agarro a Dylan para arrastrarlo a mi cuarto, sobre todo porque sé que como lo deje solo con Carlos se lo va a contar todo. Y no quiero que mi hermano sepa las cosas que hago...

—¡¿Donde vas, Grace?! —cuestiona Carlos. —No voy a dejar que ese tío entre en tu habitación, no me fío de vosotros.

Una vez dentro de la habitación me giro para mirarlo con una sonrisa.

—Tarde, ya está dentro. —y cierro la puerta de un portazo.

—¡No hagais cochinadas! —grita desde el otro lado de la puerta.

Lo ignoro y me giro hacia Dylan, que me mira con una sonrisa un poco temerosa.

—No me mates porfis. —dice.

Asiento, acercándome lentamente hasta él.

—¿Tú sabes la vergüenza que acabo de pasar? —doy un paso hacia él.

—Lo siento. —retrocede dos.

—Y más que lo vas a sentir. —dos pasos más.

—Tengo miedo. —dos pasos hacia atrás de nuevo.

—Haces bien. —otro paso.

—Perdoname. —se apoya en la pared cuando no tiene escapatoria.

—Lo haré si me compras helado.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora