VEINTIUNO

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—¡Mira mami!

Mamá me sonríe al ver la hoja que le enseño.

—Es muy bonito, cariño.

—¿Enserio? Carlos me dijo que era muy feo y que su cabeza era demasiado grande para su cuerpo. Pero es que él tiene una cabeza muy grande, yo solo he dibujado lo que veo.

Mamá se ríe y se acerca para agarrar la hoja. Va hacia el sofá y se sienta admirando mi dibujo con una sonrisa. La sigo para sentarme a su lado y empezar a explicarle:

—Mira, este es Carlos que está jugando conmigo. —señalo a un muñeco de palo con la cabeza muy grande, sentado en el suelo frente a otro muñeco de palo más pequeño con el pelo largo. —Aquí estás tú. —señalo a otro muñeco de palo que está de pie observando a los pequeños jugar, con una sonrisa. —Y papá está llegando, no se ve pero está en la entrada, gritando.

La sonrisa de mamá se desvanece.

—Grace... Sabes que tu padre no lo hace queriendo... Él no es malo...

—Si es malo, mami.

—No... Él no quiere hacernos daño.

—Pero lo hace.

—Grace.

—Yo quiero un papá normal.

—Él es normal.

—No, porque él te hace sangre. Y tú lloras por su culpa. Él es malo.

—No lo es.

—Si lo es.

Justo en ese momento Carlos baja las escaleras y con una cara muy seria me pide que suba a su habitación para que juguemos.

Le hago caso, ilusionada. Ya que él nunca me invita a jugar, siempre tengo que ir yo.

Antes de terminar de subir las escaleras, veo la mirada que le dedica a mamá. Una mirada que nunca entendí.

Me remuevo con un gruñido y noto que alguien me acaricia la cabeza. Y ese alguien supongo que es Dylan.

La realidad me golpea. Era un sueño,  o bueno, un recuerdo. Mamá... Mamá está muerta.

Suelto un sollozo y me aferro aún más al cuerpo de Dylan.

—Dylan... Mi madre está muerta.

Lloro con más fuerzas.

—Lo sé... —susurra y noto como deposita un beso en mi pelo.

—Ya no la voy a ver más... Se ha... Se ha ido.

—Ya... No digas nada más...

—Pero es que... Duele...

—Lo sé...

Me callo, pero sigo llorando. No me doy ni cuenta cuando, pero me canso de llorar y solo miro un punto fijo sintiendo los ojos pesados y un dolor insoportable en el pecho. Después de un rato, me doy cuenta que la habitación está a oscuras, por lo tanto es de noche.

Y recuerdo algo que llevo tiempo queriendo saber.

—Dylan, ¿Puedes hablarme de tu hermana? ¿Qué le pasó? Digo... Si te sientes cómodo para contarlo.

Dylan suspira y deja de acariciar mi pelo para despejarme la cara de este.

No lo miro, pero noto que él si lo hace.

—Se llamaba Jessie, y era estupenda. La mejor hermana que pudiera haber pedido. No digo que no nos peleamos, pero al rato se nos olvidaba y ya estábamos igual que siempre. La quería muchísimo, la quiero muchísimo.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora