VEINTITRES

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—¿Quieres que me quede a dormir? —pregunta Dylan, deshaciendo la cama.

Si, por favor.

—No, no hace falta. —susurro metiendome en la cama.

—Vale, hasta mañana. —me tenso cuando se inclina sobre mi para depositar un tierno beso en mi frente. —Que descanses.

—Gracias, —trago saliva. —tú también.

(...)

—¡Te he dicho que no quería verte!

M-mama, tengo hambre.

—¡Pues te aguantas!

Asiento con la cabeza, sabiendo que no voy a conseguir nada. Y menos si ella está borracha. Aunque ella siempre está borracha.

—¡Te lo mereces! ¡Me das asco! ¡Ojalá nunca te hubiera tenido, ojalá no fueras mi hija! —me grita mientras subo las escaleras.

Lo sé, mamá. Sé que no merezco comer, pero me duele la barriga del hambre que tengo.

—¡Y más te vale que no te vuelva a ver! ¡¿Queda claro?! —espera mi respuesta, pero no me sale la voz. —¡He dicho que si queda claro!

S-si.

No dice nada, solo escucho un golpe que supongo es el mando de la tele estamparse contra algo.

Ese mando ya es el quinto que rompe.

Abro los ojos sintiendo la tristeza viajar por mi cuerpo.

Lloro, lloro mucho. Lloro hasta que me quedo dormida de nuevo.

(...)

Despierto. Ya solo con eso estoy de mal humor.

Escucho a Dylan en la cocina y me levanto con pereza para ir a ver.

Antes de salir me visto con unos vaqueros cortos y una camiseta cualquiera, y salgo del cuarto.

Esta sentado al lado de Carlos, comiéndose una tostada.

Este se ha creído ya que esta es su casa.

En cuanto Dylan se da cuenta de mi presencia me sonríe ampliamente, pero lo ignoro y me siento en el asiento que está al otro lado de Carlos.

—¿Y Kattia? —pregunto, notando la ausencia de la morena.

—Esta trabajando. —contesta mi hermano.

Asiento y miro a Dylan cuando este arrastra un plato con dos tostadas con mantequilla hasta mi.

—Come.

Pongo los ojos en blanco. Será pesado.

—Grace... —advierte.

—¡Que si, pesado!

Agarro una tostada y me la llevo a la boca sin pensarlo mucho, viendo la sonrisa que se desplaza por sus labios.

(...)

Miro a Dylan, que habla con Carlos en la cocina. Yo estoy apoyada en la puerta, sin saber que hacer.

Porque no quiero estar sola, pero no tengo las fuerzas suficientes para unirme a su conversación.

Mi corazón se salta un latido cuando Dylan aparta la mirada de mi hermano para posarla en mi un par de segundos.

Me sonríe y me indica que me siente junto a ellos con un gesto. Suspiro, llendo hacia ellos para sentarme a su lado.

No tardan en incluirme en la conversación, aunque yo no hablo mucho.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora