DIECISIETE

19 3 0
                                    

Lo beso mientras sigo moviéndome para rozarme con su rodilla, pero de repente me abunda un sentimiento de angustia y... Miedo.

Dejo de besarlo y de moverme y con la voz temblorosa, hablo:

—Dylan, suéltame por favor.

Él, asustado, aparta su mano de mi cuello rápidamente y se aleja hasta dejar una buena distancia entre nuestros cuerpos.

—¿Estas bien? —pregunta y no sé cuántas veces he escuchado esa pregunta salir de sus labios en una sola semana.

Asiento con la cabeza, porque siento que no me sale la voz.

—¿Quieres que te abrace? —susurra. Lo miro, sentado en la otra punta del sofá para evitar ponerme peor.

Asiento y no espero a que se mueva, voy yo hacia él y me subo a su regazo, para después rodear su cuello con mis brazos y apoyar mi cabeza en su pecho.

Me rodea la cintura con sus brazos y me pega a él.

—Dylan.

—¿Si?

—Estas empalmado.

—Lo sé.

—Joder, Dylan.

—¿Qué quieres que haga?

—Pues que no me abraces mientras estás empalmado.

—Pues no hagas que me empalme.

—Yo... Vete a la mierda.

No decimos nada durante un par de segundos pero tampoco dejamos de abrazarnos.

—Y además, eres tú la que ha venido a abrazarme. —dice, rozando sus labios en mi pelo.

—Porque tú me has dicho que si quería que me abrazaras.

—Si, pero has venido tú a abrazarme ¿No?

—Si pero... Pero... Agh.

—He ganado. —dice riendo.

(...)

—¿Quieres una salchicha? —pregunta Dylan ojeando su nevera.

—¿Una? ¿En singular?

—Si, bueno... Solo queda esta. —dice enseñándome el plástico con una sola salchicha.

—No, gracias.

—¿Y qué quieres?

—Ya te he dicho que no quiero nada.

Suspira y se deja caer en el sofá al lado mía.

Miro a mi alrededor, dándome cuenta lo diferente que es su apartamento al mío. Bueno, al apartamento de Kattia y Carlos.

—Debes de pensar que soy un muerto de hambre que solo tiene mierda en la nevera.

Lo miro sonriente y le pongo una mano en el hombro. Ese simple acto me pone contenta; poder tocarlo sin sentirme mal.

—Cariño, es que eres un muerto de hambre que solo tiene mierda en la nevera.

De repente, por sus labios se desplaza una sonrisa pícara.

—¿Me has llamado cariño?

—¿Eh?

—Si, me has llamado cariño.

—No, no, osea... Si pero no, yo... Es una manera de hablar... No... Tú no... Iugh, yo no te llamaría así.

—¿Y entonces como?

—Pues por tu nombre.

—¿Y por qué no te inventado un apodo cariñoso para mi? —me hace ojitos.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora