NUEVE

19 3 1
                                    

Lo miro sin entender muy bien aún como debo subirme a la tabla.

—Mira, te lo voy a mostrar. —se baja de su tabla y me dice que lo observe para aprenderlo de él.

Lo miro atenta pero es que de repente se me ocurre algo. Sonrío traviesa y agarro de la cuerdecita ambas tablas, por suerte Dylan no tiene la tabla amarrada al tobillo y no lo arrastro a él.

—¡Muéstrale como montarse en la tabla a tu abuela! —le grito nadando hasta el bordillo con las tablas siendo arrastrada por mi.

—¿¡Pero qué haces?! —más que enfadarse (que es lo que yo pensaba que haría) se ríe.

—Me tienes harta pidiendo cosas muy difíciles de hacer, ahí te quedas.

—¿Sabes que sé nadar y puedo salir de la piscina perfectamente? —dice, de hecho, nadando hacia mi.

Mierda, eso en mi cabeza no pasaba.

Me golpeo la frente y saco las tablas fuera, todo lo rápido que puedo intento salir de la piscina pero no me da tiempo antes de que llegue a mi y me lo impida. Y no me lo impide agarrándome ni nada, simplemente diciendo:

—¿Dónde crees que vas?

En ese momento mi cuerpo se tensa y me giro para verlo muy, pero que muy cerca.

—¿Qué clase de alumna le hace esto a su profesor?

—Eh... —no sé qué decir, estoy demasiado nerviosa.

—Dime ¿Qué debo hacer yo ahora? ¿Te castigo?

Uy, la cosa se pone interesante.

Se acerca un poco más y apoya ambas manos en el bordillo, por encima de mi cabeza.

Uy, esto es como una de esas escenas de las pelis que siempre terminan en beso.

Ya pero esta no va a terminar en beso, te lo aseguro.

Nos quedamos en silencio. Me centro en una gota de agua que baja desde su barbilla y cae en su pecho, hasta que se pierde en el agua.

Subo mi mirada de nuevo hasta la suya, que está centrada en mi más oscura que nunca.

Su aliento choca contra mi mejilla. Mi vista va a sus labios entreabiertos e inconscientemente me muerdo el labio inferior.

Paso mi mirada por todo su rostro; por su mandíbula marcada, por sus mejillas, por su nariz recta y perfecta, por sus ojos que tanto me gustan, por sus pestañas, por sus cejas...

Es guapísimo. Observo su pelo despeinado. Es tan negro como el carbón. Me encanta su pelo. Siento unas terribles ganas de pasar mis dedos por él.

Suspiro y vuelvo mi mirada a sus ojos que me miran atentos.

—Me encantan tus ojos. —dice de repente, muy serio. —Me recuerdan a el mar.

Sonrío.

—A mi los tuyos me recuerdan a la mierda, pero también me gustan.

Se ríe inclinando su cabeza ligeramente hacia delante en el trayecto y haciendo que mi respiración se entrecorte.

Trago saliva y miro sus labios ahora que tiene los ojos cerrados mientras se ríe.

—Eres increíble, te lo prometo. —dice cuando deja de reírse.

—¿De verdad piensas que soy increíble?

—De verdad que eres increíble. —me corrige.

Sonrío sintiendo mis mejillas arder.

—¿No se supone que deberíamos seguir con la clase? —pregunto.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora