DOS

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—De verdad que no necesito nada. Era solo una escusa para que mi hermano no me obligue a ir a esas clases de surf. —digo apresuradamente mientras Kattia intenta sacarme por la puerta tirando de mi brazo mientras yo me aferro a la puerta como si fuera mi tesoro.

He dicho que no tenía bañadores ni biquinis para que mi hermano cambie de opinión y no me obligue a ir a las clases de surf.

Una escusa muy tonta, lo sé.

—Lo sé, pero tienes que comprarte más biquinis. Y si puede ser que no sean de vieja, mejor. ¿Así como vas a seducir a Dylan?

—Yo no quiero seducir a ese tío. Ni siquiera sabía que se llamaba Dylan.

—Eso dices ahora, cuando lo veas te van a entrar ganas de seducirlo. Y yo te voy a ayudar. ¿Quieres soltarte ya de la maldita puerta?

—Vale, vale.

Suelto la puerta y doy dos pasos hacia atrás para evitar que me agarre y me arrastre hasta la puta tienda.

—Voy a ir a comprar contigo, pero olvídate de eso de "seducir" a ese tipo. Ni siquiera lo conozco.

—Ya, pero pronto lo conocerás y verás como tengo razón. Está buenísimo.

Le sonrío pícaramente.

—Si no me compras un helado le diré a mi hermano que has dicho que su amigo está buenísimo.

Kattia me mira con los ojos entrecerrados.

—Te voy a comprar ese helado pero no porque me estes amenazando, que sepas que tu hermano me ha escuchado varías veces decir eso y no le importa.

—A mi mientras me compres el helado...

De repente abre los ojos como platos y grita "enseguida vuelvo" y entra en la casa corriendo.

Seguro que se le ha olvidado el bolso.

Escucho una cerradura y como la cotilla que soy me giro para ver de dónde proviene ese ruido.

La puerta de enfrente se abre y de ella sale un chico al que no le puedo ver la cara porque está de espalda pero vaya culo tiene el tío.

Cuando se gira después de haber cerrado la puerta con llave, su mirada va hacia mi y ahora si puedo verlo.

No. Me. Jodas.

Frunce el ceño a la vez que una sonrisa se posa en sus labios.

—¿Tú que haces aquí? —pregunta el estúpido que hizo que me cayera ayer, dando un paso en mi dirección.

—¿A ti que te importa?—le suelto y   él pestañea sorprendido.

—Vaya, olvidaba lo desagradable que eres.

Abro mi boca para rechistar (más bien para insultarlo) pero no me da tiempo antes de que me regale una última sonrisa y se vaya caminando tranquilamente.

No le mires el culo...

Aparto la vista rápidamente.

No le estaba mirando el culo.

Ya, seguro.

En ese momento sale Kattia (con el bolso, que yo predije que era el motivo por el que había entrado en casa corriendo) y entrelaza su brazo con el mío para empezar a andar.

(...)

Corro sin parar, escuchando los gritos de mi padre junto con los sollozos de mi madre.

—¿¡Quién coño era ese tío?!

—Te lo he dicho, cariño. Era el vecino, solo preguntaba si teníamos un poco de leche para darle el desayuno a su hija.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora