Un trabajo grande

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Acabo de salir de una junta y me han asignado una tarea muy prometedora donde tengo dos predicciones:

A)Es una gran inversión y ganaremos mucho dinero o
B)Me echaran por hacerlos perder un par de millones.

Sin presiones.

Pero tengo confianza en que haré lo mejor y que no me correrán.

Estuve un muy buen rato en mi computadora haciendo mil y un cálculos y preparando mi presentación para el final de una de las clases. Vaya. Si que se pasó rápido el verano. Parece que fue ayer cuando los muchachos de la oficina se pusieron de acuerdo para pegarme el susto de mi vida escondiéndose en la sala de juntas cuando creí que estaba solo.

Malditos. Pero así me caen bien, me han enseñado cosas que no vienen en los libros o exámenes. Me enseñarón sus trucos porque según ellos: El éxito de uno ayuda al éxito de todos los demás.

Me gusta su filosofía.

Me gusta trabajar aquí aunque tenga ojeras de por vida.

—Trabajando hasta tarde - Escuché a Frank, es uno de los idiotas que trabaja aquí. Somos una bonita comunidad que se trata con amor y valores.

—¿Celoso?

—¿De ti? Por favor - Me dio un zape - Te están buscando abajo, de nada - Se fue y me dejó pensando un segundo, cerré la laptop y bajé, quizá era una broma pero no perdía nada y me hacía bien estirar las piernas.

No me mintió a diferencia del día que me dijo que el agente de Diemex me buscaba. Ese día estuve como estupido preguntándole a todos si lo habían visto... maldito. Mil veces maldito. Es un buen tipo, solo es idiota y se siente como si tuviera 15 años de vez en cuando.

Como sea, al bajar hasta la recepción vi que Leandro estaba sentado en una de las sillas revisando su celular. Me llegó un mensaje.

Me reí. Era de él.

Vine a tu trabajo? Puedes bajar?

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—Llamame flash - Bromee acercándome hasta él.

—Veloz - Dijo levantándose a saludar.

—No te creas tan importante, Frank me avisó hace rato.

—¿Y cómo supo a qué venía?

—Lo predijo, supongo - Me alcé de hombros - ¿Entonces? ¿Finalmente te enviaron a echarme de tu casa?

—¿Qué? No - Se rió - Pero estás aquí hasta muy noche y te traje algo de comer - Me dio una lonchera que aún se sentía caliente.

—Perfecto, le envías mis agradecimientos a la chef - La abrí husmeando que había dentro.

—Sorpresa, no lo hizo mi madre - Sacudió las manos en movimiento de jazz.

—¿Voy a morir si me lo como? - Pregunté muy serio y él me pegó un golpe en el hombro. Ambos reímos.

—No gano nada envenenándote, además me tocó tomar un curso de cocina ahora que mamá ya no está tanto en casa.

—Sabía que la comida no era la misma que antes - Solté el primer pensamiento que pasó mi mente en ese momento.

—¿Por qué? ¿Era mala? - Su cara entristeció y denotaba preocupación.

—No - Solté rápidamente - Diferente. Diferente bueno - Agregué. Él levantó la vista y sonrió de nuevo.

—Mas te vale no estar mintiendo - Se balanceó a un lado empujándome.

—¿Cuando te he mentido? - Intenté sonar indignado.

—Em. veamos. El dia de los macarrones, la vez de los zapatos en el tejado, sobre regar el cactus, y la vez que me escondiste la biblia, el día que rompiste el jarrón de la sala cuando dejaste las llaves adentro, con el gato de la vecina, cuando las máquinas de peluches, de tu opinión de Mulan, el día de las donas, cuando los calcetines... - Levantaba un dedo enumerandolas. Maldito.

—Ok, basta, ya entendí, entendí - Le tapé la boca y él me mordió. Maldito de nuevo.

—Me iré ahora antes de que se haga demasiado tarde - Se levantó, se acomodó el abrigo y entonces noté que traía un solo guante en una mano.

—¿Y ese guante? - Le señalé.

—Gracia - Dijo y se puso en marcha a la puerta.

—¡Debes dejar de llamar así a un robo! - Reí y en respuesta él se quitó el guante y aún de espaldas me pinto el dedo. Maldito.

Tomé la lonchera y regresé a la oficina.

Llegué a dos conclusiones.

1. Esta venta será sin duda un éxito, y
2. Me gusta más la comida de Leandro que la de su madre.

Si alguien busca empleo llamen a la señora Leti, tiene una vacante, y si alguien quiere clases de cocina, vayan con Doña Lupita, de la cocina económica, ahí aprendió Lean y su lasaña es asombrosa

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Si alguien busca empleo llamen a la señora Leti, tiene una vacante, y si alguien quiere clases de cocina, vayan con Doña Lupita, de la cocina económica, ahí aprendió Lean y su lasaña es asombrosa.

L(e)androDonde viven las historias. Descúbrelo ahora