Landro

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Narra Leandro:

Landro de ninguna manera estaba preparado para vivir solo, aquí en los cuartos de la iglesia llegaba tan cansando que dejaba la puerta abierta. No sé qué barbaridades habrá hecho durante su estadía en Europa, pero por lo visto no ha aprendido la lección porque quedamos de vernos para desayunar y lo primero que veo es su puerta apenas emparejada pero abierta, tiene suerte de vivir en un último piso, no tener vecinos y un vigilante de confianza que cuida su espalda (y la de todos los residentes del edificio en realidad) mientras duerme.

Pensé en si sería buena idea llamarlo para que viniera a abrir y se diera cuenta de que la puerta estaba abierta, pero debe estar demasiado cansado para olvidarse de cerrarla y no sería muy humano de mi parte levantarlo así porque sí cuando puedo meterme y robar algo de comer de su alacena en lo que espero que despierte.

Cerré cuidadosamente la puerta después de entrar y eché un vistazo a su cuarto para asegurarse de que no se lo habían robado (de nuevo).

Estaba perdidamente dormido y enredado en las cobijas de una posición que me resulta incluso difícil de imaginar cómo llegó a ella, tengo dos teorías: perdió el celular entre las sábanas y destendio todo tratando de encontrarlo, o simplemente no tendió su cama antes de irse y le dio una flojera inmensa tenderla cuando llegó así que solo tomó las cobijas como pudo para taparse. Como sea que fuera que terminó así, pescaría un resfriado si no se tapaba bien, levanté una cobija tirada en el suelo, debajo había una bolsa de bolitas de queso. Sin duda la opción era la B, no había tendido (ni escombrado) este lugar antes de irse, lo que se resume en que era bastante tiempo. Sacudí la cobija quitando las migajas de queso y se la puse encima, tomé los vasos que estaban en el buró y salí hacía la cocina, los dejé en el fregadero que como era de esperarse estaba lleno de trastes con bacterias creciendo en ellos, Repugnante de verdad, hice lo que pude por el abandonado lugar, acomodé los platos que estaban en el escurridor, guarde las compras que dejó botadas en las bolsas en el suelo y aproveché para tomar unas de sus galletas. Landro siempre compraba galletas extrañas, casi lo había olvidado, estas eran de limon y arándano. Saben mejor de lo que suenan, la verdad.

Me fui a sentar al sofá, había un pequeño desastre en el suelo, eran las cosas que estaban sobre la mesa, habían dejado marcado su lugar que no estaba a cubierto por el polvo, tomé un trapo y comencé a limpiar la mesa, luego levanté los objetos uno a uno. Figuras que solo alguien como Leandro compraría, un perro con saco y un cigarrillo, una rana sentada frente a una máquina de escribir. Figuritas muy extrañas, y por último un portarretratos. Era una foto de la madre de Landro... el olor a sal llego a mi y el polvo estaba corrido en unas líneas verticales. Un balde agua cayó sobre mi. Imaginarme la escena presiono mi pecho, yo no podía imaginar mi vida sin mi madre. Landro... debía extrañarla muchísimo... no tenía a nadie, estaba viviendo aquí solo... con un juego de platos individual, con un solo sofá, con el comedor más pequeño que pudo encontrar, tratando de llenar las repisas de cosas extrañas... tratando de hacer sentir esto como un hogar... Landro.... él extrañaba a su madre.

—Leandro? - La voz ronca de Landro me llamó mientras tallaba sus ojos - ¿Que... como ent... dejé la puerta abierta, verdad? - Se regañó y soltó un quejido mientras golpeaba su frente - Soy un desastre - Talló sus ojos de nuevo y luego echó su cabello hacia atrás - Lamentó que hayas tenido que ver... esto - Hizo una seña generalizando su apartamento - Voy a limpiar antes de que las ratas se sientan demasiado cómodas - Se tiró a mi lado en el sofá o mejor dicho casi sobre mi en el sofá, me miró de reojo y volvió su vista hacia otro lado.

—Yo.. - Iba a decirle que solo quería acomodar la foto pero si se había pasado la noche llorando quizá querría desahogarse con alguien más y no... en soledad - Debe ser duro - No fue la mejor forma de decirlo.

L(e)androDonde viven las historias. Descúbrelo ahora