El cumpleaños de Leandro

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—¿Landro? - Ví la cabeza de Leandro asomarse por la puerta. Aún se sentía raro seguir viviendo aquí pero su madre seguía insistiendo que era por mi bien.

—Ese es mi nombre - Levanté mi mano al aire como cuando te pasan lista en el salón el sonrió y yo me limité a mirarlo desde la cama.

—Hora de ir a tu terapia - Se acomodó la manga de su saco y pasó a sentarse en la cama.

—Pero antes - Levanté un dedo y me estiré hasta el cajón a sacar algo - Para ti - Le separé mis manos dejando ver un papel y él me miró de reojo, sonrió y lo sostuvo entre sus dedos con cuidado. Quitó la envoltura y sacó la tarjeta dentro. Una de esas tarjetas con un mensaje de feliz cumpleaños y aplausos que se reproducen en bucle mientras las mantienes abiertas - La nieta de Leti las está vendiendo, me pareció que era perfecta - me incliné hacia enfrente mientras apoyaba mis manos en el espacio vacío entre mis piernas cruzadas.

Me abrazó sin decir nada y luego se echó para atrás.

—Lo siento, lo olvidé, nada de contacto físico - Se levantó y dio un paso atrás.

—No te preocupes - En verdad que esa sensación extraña iba y venía por momentos. La odiaba pero se suponía que para eso eran estas terapias... y el tiempo. Todo proceso requería de tiempo, y no sabía cuánto tiempo iba a pasar hasta que la sensación me abandonara por completo.

—Gracias, voy a - Señaló detrás de él mientras retrocedía con una sonrisa de idiota en la cara - Haré unos sándwiches para desayunar - Estaba a nada de cerrar la puerta pero metió su mano por la rendija, su dedo índice indicando que diría una última cosa - Esta vez será de mermelada porque mamá utilizó el atún para la comida de hoy - Solté una risa y lancé una almohada contra la puerta, la cerró antes de que la golpeara y volvió a abrirla solo para meter su mano de nuevo, mostrarme el dedo de en medio y volver a cerrarla. Maldito.

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El camino fue ameno, solo nosotros dos porque los padres de Leandro se habían ido a preparar lo de su aniversario de iglesia. Eran apenas las 11 cuando salimos de ahí, ¿Aprendí algo? No lo sé, quizá si.

—¿Entonces? ¿Te sentiste mejor? - Preguntó Leandro cuando íbamos de regreso al auto.

—¿Supongo que si? - Lo miré y ambos nos reímos.

—Vamos, ya deben estar terminando con las preparaciones - Dijo refiriéndose a su padres que iban a ayudar con la comida este año.

—Nop, este año no - Le arrebaté las llaves de la mano y abrí la puerta del copiloto para que se subiera.

—¿Qué?

—Sube - Señalé con los ojos.

—¿A dónde iremos?

—Si no te subes no lo sabrás - Volví a señalar con los ojos.

No argumentó nada y se subió.

—Hazme favor de ponerte esta venda en los ojos - Le dije cuando estuvimos en un semáforo.

—Empezaré a desconfiar desde ahora - Me arrebató la venda y la amarró en sus ojos, pasé mi mano frente a él y alce un par de dedos frente a su cara.

—¿Cuántos dedos ves? - Pregunté.

—¿Ninguno? - Vamos, tenía que seguir el chiste, aburrido.

—Ya, está bien, sigamos.

Cuando llegamos estacioné el coche y lo ayudé a bajar, él iba caminando muy gracioso mientras se agarraba de mi hombro.

—Esto se siente como un secuestro o algo parecido, ¿No vas a decirme a donde vamos? - Me preguntó mientras movía  las manos hacía el frente de izquierda a derecha como si eso lo hiciera capaz de entender donde estaba. Yo haría lo mismo en esta misma circunstancia pero no estamos hablando de mi ahora, estamos hablando de Leandro y de su cumpleaños.

L(e)androDonde viven las historias. Descúbrelo ahora