Capítulo 28

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Un año después.

Inuyasha descansaba recostado sobre la hierba bajo la sombra de un roble. Setsuna a su lado hacía un increíble esfuerzo por trenzar su cabello. Kagome precedía una reunión en el castillo para garantizar el abastecimiento de trigo un año más.

La realidad era que, desde la llegada de Kagome, las responsabilidades de Inuyasha se habían reducido considerablemente. Ya no necesitaba estar al pendiente de cada pequeño detalle. Confiaba por completo en el juicio de la azabache. Miroku solía regañarlo por esa actitud tan despreocupada, razón por la cual, ayudaba pero también supervisaba a la Emperatriz. Aunque Inuyasha no dudara de ella, el General y ahora consejero de la Reina, tenía sus recaudos.

El platinado amaba desentenderse de los asuntos reales. Si no hubiera sido por la presión de sus aliados le habría devuelto gustoso la corona a su hermano. Sin embargo, la gente del Oeste no perdonaría tan fácilmente al Rey que consideraban un cobarde. Aunque la realidad fuera otra, Sesshomaru había desaparecido y nada podía cambiar el sentimiento de traición que su pueblo sentía hacia él.

Al llegar el invierno, la Corte Imperial viajó al Este por primera vez. Allí fueron bien recibidos por los antiguos súbditos de Kagome. Aprovecharon la ocasión para visitar las tumbas de los caídos en batalla y el monumento construido en honor a sus padres.

Tres años después.

Setsuna cumplió 6 años y comenzó con sus clases de etiqueta. La niña no era particularmente refinada o aplicada en las cuestiones educativas, pero sentía un profundo interés por el manejo de la espada. Kagome intentó mantenerla alejada del campo de entrenamiento, pero Inuyasha intercedió por ella ofreciendo ser su maestro. A partir de entonces, comenzaron a practicar todas las tardes.

Cinco años después.

Fue la primera navidad que Kagome y Setsuna pasaron junto a Sesshomaru. Todos los años se celebraba un enorme banquete en el Castillo, por lo que era imposible viajar a verlo durante esas fechas.

Sesshomaru aprovechó para compartir tiempo con su familia. Les demostró lo mucho que había aprendido en botánica y herbolaria. Y aunque Kagome estaba feliz por su significativo progreso, no podía dejar de sentir inseguridad. Ella pasaba mucho tiempo alejada de Casa, mientras que Sesshomaru y Midoriko compartían demasiado tiempo juntos, mas del esperado.

— ¿No crees que es momento de que ella regrese a su pueblo? Ya no la necesitas para estar bien. Sabes preparar tu medicina. No has vuelto a ver esa cosa en años.

— Es verdad, pero no creo que Midoriko tenga intenciones de irse. En el Continente hay hierbas e ingredientes que no crecen más allá del Mar Oscuro. Está escribiendo un libro con todos sus descubrimientos.

— Ya veo. —Sonrió triste. Sesshomaru entendió sus preocupaciones.

— ¿Te molesta que ella viva aquí?

— Qué derecho tendría de estar molesta. Sería hipócrita de mi parte. —Le dio la espalda, pero él la abrazó.

— Puedes estar tranquila, Kagome. Eres la única mujer en mi corazón.

— ¿Y en tu cama? —Lo miró fijamente alzando una ceja.

— La única. —Sonrió sin apartar los ojos de ella. Luego la atrajo contra su cuerpo y le dio un suave y lento beso en los labios.

Siete años después.

Una larga temporada de sequías afectó las cosechas. Para evitar una crisis social, se decidió bajar los impuestos hasta que la situación mejorara. En consecuencia, el décimo cumpleaños de Setsuna debió ser pospuesto. La familia imperial no quería llamar mucho la atención en tiempos de carestía.

Amor en Tiempos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora