Capítulo 4

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POV Kagome.

Una semana y media había transcurrido desde la dramática escena en el palacio. Sesshomaru y la princesa del norte tenían prohibido verse, ella siempre iba escoltada por los guardias del rey para cumplir aquella orden.  Sentía pena por ellos, mi objetivo nunca había sido entrometerme en su relación, si no convencer a mi padre de regresar a nuestro reino. Objetivo en el que fallé estrepitosamente. Mis padres estaban a punto de regresar pero sin mí. Acordaron que me quedaría en la Corte del Oeste para conocer mejor a mi futuro esposo. Me desagradaba de sobremanera la idea, aquel hombre debía odiarme por traer caos a su tranquila vida.

Cuando mis padres finalmente partieron al Este me sentí terriblemente triste. Jamás había estado lejos de casa sola. Las tierras del Oeste eran bellísimas pero sumamente salvajes, el paisaje era abrumadoramente hostil para los extranjeros como yo. Me limité a permanecer en los jardines aledaños al palacio. Los paseos en soledad eran de lo más placenteros.

Eran pocas las ocasiones que veía al príncipe, por lo general nuestras miradas se encontraban y se esquivaban al instante. Podía sentir el fuego y la rabia en sus ojos. Al que veía con frecuencia era a su media hermano, Inuyasha. Comencé a apreciar su inesperada compañía. Sin embargo, me sorprendió notar que llevaba días desaparecido, era como si se lo hubiera tragado la tierra.

Durante uno de mis paseos escuché a dos sirvientas hablar del "bastardo del rey" como todo el mundo le decía. Cuchicheaban sobre una taberna cerca del pueblo. Sentí curiosidad, por lo que decidí que iría cuando cayera la noche. Cuando el sol se ocultó en el horizonte busqué entre mis vestidos el más austero y me cubrí con una capucha para evitar que me reconocieran. Ensillé mi yegua y bajé al pueblo.

El lugar estaba repleto de hombres ebrios y mujeres de mala reputación. Me dirigí a la barra y pedí una cerveza. No lograba entender qué diablos estaba haciendo allí. Por qué había bajado a un lugar como ese. Quizás me sentía demasiado aburrida.

Al cabo de unos minutos decidí que había tenido suficiente. Salí lentamente por el mismo lugar que había entrado la primera vez. La noche estaba mucho más oscura que antes. Me dirigí hasta mi yegua dispuesta a marcharme de aquel desagradable lugar pero fui interceptada en el camino. Un insolente se atrevió a poner una de sus manos en mi boca para evitar que gritara y con la otra me empujó contra el muro.

— ¿Qué hace aquí princesa? —Reconocí la voz al instante. Era el bastardo. —No debería venir a un lugar como este. —Me regañó, luego quitó su mano de mi boca lentamente.

— Escuché que usted frecuenta esta taberna. Quería verla con mis propios ojos.

— ¿Quería ver la taberna o a mí? —Su mano se deslizó por mi cabello haciendo que un escalofrío me recorriera la piel.

— Para serle sincera... extraño un poco su compañía. Me he sentido bastante sola desde que mis padres regresaron al Este. —Me habían enseñado desde pequeña a ser sincera con mis sentimientos, no me daba pena confesar que echaba de menos su amistad, si se le podía decir así.

POV Inuyasha.

Sonaba tan sincera. Debía reconocer que la princesa tenía mucho carácter, pero no se daba cuenta de que sus palabras parecían insinuaciones. Su burbuja palaciega evitaba que se diera cuenta de los peligros de andar sola de noche cerca de una taberna. La postura elegante y su perfume la delataron desde el principio. La reconocí en el preciso momento que atravesó la puerta. Había llamado la atención de muchos, no solo la mía. Era como una ovejita entre lobos. Me alivié cuando la vi marcharse y, por supuesto, la seguí para asegurarme de que estuviera bien. Cuando vi sus ojos triste no pude evitar acercarme.

Amor en Tiempos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora