Casi dos semanas habían pasado desde la repentina propuesta matrimonial de Inuyasha. Kagome se había mantenido encerrada en su habitación desde entonces. Al principio se sintió traicionada por una persona a la que había considerado su amigo, luego la decepción dio paso a la comprensión. Entendía los motivos de Inuyasha, le parecían lógicos y muy razonables, pero aun así, su corazón se estremecía ante la idea. Antes de tomar una decisión necesitaba saber si las intenciones del nuevo emperador eran meramente políticas o había motivos personales detrás de su propuesta. Si era así, jamás podría corresponder a sus sentimientos.
Kagome abandonó la comodidad de su recámara, le ordenó a su dama de compañía cuidar a Setsuna y se dirigió a la oficina de Inuyasha. Al acercarse, el guardia frente a la puerta anunció su llegada. Inmediatamente se hicieron a un lado para dejarla entrar. La mirada de Kagome se centró en los ojos del platinado, pero no pasó por alto la presencia de Miroku a su lado. Lo que ella no sabía era que aquel hombre había regresado a la Capital solo apenas unos minutos antes.
Las palabras de Inuyasha vacilaron por un segundo, pero rápidamente la invitó a tomar asiento. Kagome se sentía curiosa de que no le ordenara a su guardia salir. Inuyasha intuyó lo que ella pensaba porque dijo — Miroku es el General en jefe de mi ejército, mi consejero y leal amigo. Si no te importa me gustaría que se quedara. —Kagome asintió.
— Seré breve. —dijo con voz contundente. —¿Inuyasha aún sientes algo por mí? —Los ojos de Miroku que la veían fijamente se deslizaron hasta el platinado que acababa de ahogarse con su propia saliva. Una pequeña risa escapó de los labios del flamante General.
— ¡Miroku! —replicó Inuyasha luego de recobrar la compostura. —Creo que va a ser mejor que te vayas.
— No, quédese. —Fue Kagome quien insistió esta vez. La presencia de Miroku descomprimía un poco el pesado ambiente. —Responde, por favor. Porque si es así, y tú realmente sientes algo por mí... no hay forma de que acepte tu propuesta. No quisiera darte esperanza sobre algo que definitivamente no sucederá.
— Auch. —dijo por lo bajo Miroku, mientras se acomodaba en su asiento.
— Ya veo. —Dijo finalmente el platinado. —Seré completamente honesto contigo. —Se movió desde su silla y se acercó a ella. —Antes de saber que Sesshomaru seguía con vida tenía la esperanza de que algún día volviéramos a estar juntos. —Se acercó para tomar la mano de Kagome, ella se lo permitió. —Luego esa esperanza murió al conocer la verdad. —Luego de depositar un beso en el dorso de su mano la dejó ir. Volvió a tomar asiento detrás de su escritorio. — Mi mayor interés ahora es pacificar el Imperio. Estoy convencido de que contigo a mi lado podré hacerlo. No pediré más que eso. Tienes mi palabra. —Sintió la atenta mirada de ambos sobre él.
Kagome se puso de pie. —Quiero confiar en ti, pero dependerá de tus acciones demostrarlo.
— Lo sé. —Luego de dudarlo unos segundos dijo—Sesshomaru acaba de llegar a la Capital. Nos reuniremos con él esta noche a las afueras de la ciudad, te haré saber cuando sea momento de partir. —Fue un primer paso para ganarse su confianza. El platinado se puso de pie por cortesía. Miroku se quedó en su asiento hasta que sintió la mirada asesina de su Emperador sobre él. Recién entonces se puso de pie para despedir a la dama.
Los ojos de Kagome se iluminaron debido a la esperada noticia. — Gracias por hacérmelo saber. —Inclinó levemente la cabeza y salió de la habitación. Podía sentir su corazón palpitar en su garganta. Pocas veces se había sentido tan nerviosa y feliz al mismo tiempo. Regresó a la recámara y preparó a Suna para dar un paseo por el jardín. El sol brillaba más radiante ese día.
De vuelta en la oficina de Inuyasha, Miroku se echó a reír luego de que Kagome saliera. — Si te sigues burlando de mí te mataré, maldito. —lo amenazó el platinado.
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Amor en Tiempos de Guerra
FanficAl cumplir 16 años Kagome fue prometida en matrimonio al hijo mayor del Reino del Oeste, Sesshomaru. Sin embargo, su indiferencia la empuja a los brazos de su hermano bastardo, quien goza de un talento singular en las artes del placer. Ahora la jove...