Capítulo 5

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POV Kagome. 

Jamás había puesto en duda mi honor, jamás había faltado a los protocolos, jamás había desobedecido a mi padre, pero esa noche en menos de 15 minutos había cometido más intransigencias que en toda mi vida, y lo peor era que no me sentía apenada al respecto.

Ser de la familia real me obligaba tener un amplio conocimiento en variedad de temas. Eso me llevó a leer mucho durante mis tardes de ocio, encontré en la literatura una felicidad inesperada. No obstante, según mi institutriz existían libros, entre ellos la literatura erótica, que una dama como yo no podía leer. Abogaba que ese tipo de lecturas atentaban contra la moralidad cristiana. Por supuesto que eso no evitó que a escondidas robara los libros por las noches. Encontré entre esas páginas un mundo nuevo. Actos que nunca había imaginado posibles entre hombres y mujeres hasta ese momento. El sexo se presentaba como una instancia de pasión y placer que nunca había conocido. Mi encuentro con el hermano bastardo de mi futuro esposo me recordó aquellas lecturas. Sentía curiosidad por saber dónde había aprendido. ¿Acaso había leído como yo aquellos libros o tenía práctica? 

Recordé que no solo los hombres eran capaces de suministrar placer, las mujeres también destacaban por sus talentos en la cama. Yo también deseaba adquirir esas habilidades. Era una asignatura que deseaba aprender, pero no sabía cómo. No podía ir a pedirle consejos a Inuyasha ¿O sí? Pensaría que era una indecente lujuriosa, y quizás era cierto.

(...)

— ¿Qué te sucede? — Interrogó Sesshomaru a Inuyasha. Ambos cabalgaban por la llanura mientras el sol caía lentamente. — Hace días que no me ves a la cara, casi ni me hablas. — ¿He hecho algo que te hiciera enojar?

— Claro que no.

— ¿Y entonces? — Tiró de las riendas haciendo que su caballo se detuviera en frente del de Inuyasha cortándole el paso. — Ya tengo muchos enemigos y aduladores en este castillo, te necesito de mi lado.

Suspiró. —Hace algunas noches...yo cometí un grave error.

—Déjame adivinar...te emborrachaste en la taberna y dejaste embarazada a una plebeya ordinaria.

— No, siempre he tomado precauciones para que eso no suceda, no quiero que mi hijo sea un bastardo como yo.

— ¿Y entonces?

— ¿Realmente vas a casarte con la princesa del Este? — Contraatacó con otra pregunta.

Sesshomaru arqueó una ceja ante la respuesta de su hermano. —No si logro evitarlo, pero que tiene que ver ella en todo esto. ¿Te enamoraste de la extranjera del Este hermanito? —Rió.

— Fue peor que eso...

La risa desapareció y un semblante serio tomó lugar en su mirada. — ¿Qué hiciste? — Inuyasha no respondió. — Kagome es la única descendiente del rey del Este, no hace falta que te recuerde la importancia de su título. No te atrevas a cometer una idiotez, lo que menos necesitamos es una nueva guerra con nuestros vecinos. Eso destruiría la paz y sofocaría nuestra economía. No quiero saber lo que pasó entre ustedes, solo aléjate de ella. —No esperó una respuesta a cambio, sujetó nuevamente las riendas y salió al galope rumbo al castillo.

(...)

La noche había caído y cubierto con su oscuridad cada rincón del lugar. Kagome seguía sentada en el borde de la fuente del jardín cuando vio llegar a Inuyasha y Sesshomaru a caballo. Desde aquella noche no había vuelto a tener oportunidad de hablar con el hijo bastardo, era como si él la evitara adrede. Que descaro, pensó Kagome, ella era la que debería estar ofendida no él. Se dirigió hacia los establos sin un plan específico más que la idea de enfrentar a Inuyasha. Cuando llegó ambos hermanos se hallaban quitándole las monturas a sus animales. El primero en verla fue Sesshomaru, la saludó con una reverencia y acto seguido Inuyasha hizo lo mismo.

— ¿En qué podemos ayudarla, Princesa? — interrogó Sesshomaru.

— Necesito hablar con Inuyasha... en privado, si nos permite príncipe.

Sesshomaru desvió la mirada a su hermano. Era exactamente lo que le había advertido que no hiciera. —Tenemos un compromiso urgente princesa, quizás en otro momento. —Mintió.

— Por favor, seré breve. — Tenía entre sus manos un abanico cerrado con el que jugaba nerviosa.

— Está bien, déjanos. Te alcanzaré en un instante. — Respondió Inuyasha.

Sesshomaru suspiró preocupado. — Con su permiso. — Y se retiró de mala gana.

Una vez que Sesshomaru salió del establo Kagome acortó la distancia que la separaba de Inuyasha. — He estado intentando hablar con usted, pero me es muy difícil si pone tanto empeño en evitarme. — Desplegó el abanico y comenzó a echar aire en sus mejillas enrojecidas.

— Lo que hice no tiene perdón. Me sentía avergonzado y no sabía cómo enfrentar la situación. Tomé demasiado esa noche, no es una justificación, pero me empujó a hacer cosas desagradables.

— Ya veo...— Desvió la mirada. — y... ¿Dónde aprendió todo eso? — Intentó que la pregunta sonara mundana.

Inuyasha frunció el ceño. — ¿Cómo dice?

— Que dónde aprendió usted a hacer todo eso. Ya sabe... no me haga decirlo. — Escondió la mayor parte de su rostro detrás del abanico. Inuyasha no sabía que responder exactamente. —Quiero que me enseñe. —Confesó finalmente sus intenciones. Los ojos dorados se abrieron exorbitantemente. —Lo que hizo aquella noche no me pareció para nada desagradable, todo lo contrario. Jamás había experimentado tantas sensaciones juntas, mi corazón latía muy rápido, las piernas me temblaban... —Se había precipitado hablando de más. Se sintió aún más avergonzada que antes.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Inuyasha. No esperaba semejante confesión de parte de la muchacha. Se veía tan linda toda sonrojada y avergonzada. Llevó su mano hasta el mentón de la princesa, invitándola a subir la mirada y encontrarse con sus ojos. — ¿Entiende lo que me está pidiendo? —Susurró provocativamente.

— Será nuestro secreto. — Una sutil sonrisa se dibujó en sus labios entreabiertos.

— Lección número uno. Separe sus labios y cierre los ojos princesa. — Sujetó entre sus manos el delicado rostro de la azabache y atrapó sus labios en un beso lento y torpe de parte de ella. Poco a poco consiguió seguirle el ritmo y profundizar el beso. Aprendía rápido. Se alejó de ella lentamente para observar sus facciones.

— De nuevo. — Dijo ella acercándose nuevamente, enredando sus brazos en el cuello del platinado y atrayéndolo hacia ella.

Demonios, la mujer no solo era inteligente y hermosa sino también una apasionada empedernida

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Demonios, la mujer no solo era inteligente y hermosa sino también una apasionada empedernida. La pregunta que acechaba las ideas de Inuyasha era si la princesa era tan ingenua e inocente como suponía o era una elaborada fachada. El nuevo beso se volvió más exigente y demandante de parte de ella. Finalmente se vieron obligados a tomar distancia debido a la falta de aire.

— Me iré primero. — Dijo Kagome deslizando su dedo por los labios de Inuyasha. — Es un honor ser su pupila. Nos veremos pronto. — Abrió de un solo movimiento su abanico y comenzó a moverlo frente a su rostro mientras salía del establo en dirección al castillo.

Sesshomaru que se había escondido a una distancia prudencial para no ser descubierto presenció toda la escena. Caminó hacia Inuyasha que se hallaba inmóvil en medio del establo. Parecía igual de perplejo que él. —¿Qué te dije idiota? Esto nos traerá problemas.

— Esa mujer es una loba en piel de cordero, Sesshomaru.

— Y tú dejaste que te comiera.

— Por completo...

Continuará...

Amor en Tiempos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora