Capítulo 12

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La ofensiva fue prácticamente imposible. Antes de poder reaccionar la ciudad ya estaba rodeada de soldados enemigos. Con el Rey muerto y sus hijos desaparecidos no valía la pena sumergirse en un baño de sangre. El futuro de la dinastía Taisho era incierto. El Oeste no tuvo otra alternativa mas que rendirse e inclinar la cabeza humillado ante la coalición sur-norteña.

Naraku y Bankotsu vieron triunfantes el desenlace favorable de sus deplorables actos. Ahora el Oeste les pertenecía, los generales fueron encadenados y llevadas a los calabozos, los soldados invitados a unirse a las filas enemigas a cambio de su vida. Una vez consolidada la conquista Bankotsu se regocijó gustoso en el trono, mientras Naraku, por su parte, guiaba a Rin hacia una mazmorra en lo profundo del palacio del Oeste.

—    ¡Un obsequio para mi futura esposa! —Ambos entraron a la húmeda y oscura celda donde Sesshomaru permanecía atado de pies y manos sobre el suelo.

El joven príncipe elevó la vista al escuchar la voz causante de su desdicha

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El joven príncipe elevó la vista al escuchar la voz causante de su desdicha. Junto Naraku, Rin sonreía complacida. Intentó decir su nombre, pero la mordaza en su boca se lo impidió.

—    Su alma es tu responsabilidad ahora. Has con él lo que quieras, debo irme. Tengo asuntos muy importantes que atender. —Y con esa última oración se retiró tan deprisa como había llegado dejando a Rin sola con su escolta y Sesshomaru.

—    No pareces sorprendido de verme. — Comenzó a caminar alrededor de él. — Siéntalo en esa silla y libéralo para que pueda hablar. — Le ordenó al guardia. Este obedeció sin rechistar. —Ahora dame tu daga y vete. —El joven guardia vaciló por unos breves segundos. — ¿Qué rayos estás esperando? —Lo regañó impaciente.

—    Lo siento princesa. —Desenfundó la daga que llevaba en la cintura y se la entregó antes de abandonar la mazmorra.

—    ¿Qué estás haciendo Rin? —Interrogó incapaz de percibir el odio en la mirada de la joven mujer.

—    Lo mismo que tú hiciste conmigo. —Se posicionó detrás de él y lo sujetó del cabello con una mano obligándolo a inclinar la cabeza hacia atrás. —Te humillaré Sesshomaru Taisho. —Un rápido movimiento de la daga y la larga melena plateada se regó por el suelo. —Me quedaré con tu preciado Reino y te haré sentir la desesperación en cada fibra de tu piel. —Dio media vuelta quedando frente a él.

—    ¿Qué te han hecho? —Interrogó buscando su mirada. No quedaba un mínimo rastro de la bondadosa y generosa mujer que había amado.

—    ¿¡QUÉ ME HAN HECHO!? TÚ ME CONVERTISTE EN ESTO. Es tu maldita culpa. —Se aseguró de sujetar con fuerza la daga entre sus manos antes de rasgar su camisa lastimándole el pecho. —Pudimos ser felices juntos. —Comenzó a deslizar el filo del arma por su abdomen recorriendo cada centímetro de su magullado cuerpo. —Pero la escogiste a ella.

—    Yo te amo, siempre lo hice. Quería que fueras más que una simple amante confinada a mi habitación.

—    ¡Mientes! —Gritó cortando profundamente su brazo.

Amor en Tiempos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora