Capítulo 18

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—    ¡¡Quiero saber cómo diablos escapó el prisionero!! ¿A cuántos de ustedes debo matar para conseguir gente competente? ¡Era muy sencillo, el maldito estaba encadenado!

—    La reina lo liberó, mi señor. —se atrevió a hablar uno de los guardias arrodillados frente a Naraku. 

—    ¡Esa maldita mujer! Al final obtuvo lo que merecía. Una pena no haberla ahorcado con mis propias manos. Asegúrense de darle sus restos a los sabuesos.

—    Mi señor. —dijo un representante de la iglesia. —Ese sería un gran pecado. La reina merece sagrada sepultura. —Naraku necesitaba aliados, no podía arriesgarse a entrar en conflicto con el poder episcopal.

—    Bien. —escupió a regañadientes. El obispo se inclinó y se retiró del salón del trono. Solo los guardias quedaron junto al emperador. — ¿Dónde estábamos? Ah sí, ¡la fuga del maldito Taisho! Por su bien espero que lo encuentren o todos serán bañados en aceite hirviendo.

(...)

En algún lugar del Este.

El joven noble se encargó de cambiar los vendajes que cubrían el abdomen del muchacho inconsciente sobre la cama. —Si alguien nos descubre seremos decapitados, padre. —le advirtió al hombre a sus espaldas.

—    No podíamos dejar que muriera. Nuestra familia ha sido fiel al Oeste por décadas. Es lo mínimo que podíamos hacer.

—    ¡Él es un bastardo!

—    ¡Por sus venas corre la sangre de nuestro antiguo Rey! Es suficiente para ganarse mi favor.

—    Espero que sepas lo que haces. Nuestras vidas están en sus manos ahora.

(...)

POV. Kagome.

Me desperté a mitad de la noche a causa de la tormenta eléctrica, llovía torrencialmente y el viento agitaba sin piedad las copas de los árboles. Toqué por mera costumbre mi vientre, el bebé estaba extrañamente tranquilo. Aun no podía creer que en pocas semanas lo tendría entre mis brazos. Di media vuelta en la cama y me encontré con la tranquila expresión de Sesshomaru. Aun dormía. No quería despertarlo, pero me sentía tentada a acariciar su mejilla. Deslicé mi mano suavemente desde su pómulo hasta sus labios. No parecía real, me costaba creer que estuviera junto a mí. Parecía ayer cuando desembarcamos desde la capital y fuimos increpados por un preocupado Hoyo desde el puerto. Nadie daba fe de lo que veía, el mismísimo heredero del Oeste, vivo y fugitivo. Fue una sorpresa para todos, especialmente para mí.

—    ¿No puedes dormir? —susurró suavemente sin llegar a abrir los ojos. Lo había despertado.

—    Lo siento.

—    No es la primera vez que te despiertas a mitad de la noche para comprobar que sigo aquí. —abrió los ojos. —¿tienes miedo de que desaparezca?

—    Un poco. —confesé con una sonrisa triste.

—    Ven aquí. —me atrapó entre sus brazos contra su pecho. Podía escuchar el suave palpitar de su corazón.

—    A veces recuerdo todo lo que pasó...toda la gente que perdimos. —confesé. —¿A ti no te afecta?

—    Por supuesto. Nuestra vida es muy diferente ahora, pero tampoco es tan mala. Te tengo a ti y a ella. —acarició mi estómago suavemente.

—    O él. —lo corregí. Ambos sonreímos. Era obvio que Sesshomaru prefería tener una niña, lo mencionaba a cada instante. — Extraño mi vida en el palacio. Aún recuerdo el aroma de los pasteles de Kaede por las mañanas. —hasta pude saborear aquel dulce sabor en mi boca.

Amor en Tiempos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora