Capítulo 11

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El viento golpeaba con fervor en su rostro mientras el galope de su caballo pisaba con fuerza el camino. A pesar del sonido constante de las hojas de los miles de árboles que cubrían el bosque en el que se hallaba inmerso, sus oídos captaron el sonido metálico inconfundible de múltiples espadas chocando entre sí. Alguien a pocos metros se blandía a duelo en medio del bosque. Suavizó la marcha y se desvío levemente del camino principal, de esa forma no sería visto tan fácilmente. Si eran bandidos al menos podría sorprenderlos desde la oscuridad de la maleza.

Cuando se encontró lo suficientemente cerca desmontó y dejó su caballo atado en un árbol. Continuó a pie camuflado entre la naturaleza y entonces fue testigo de la masacre. No eran bandidos, eran soldados. Soldados del Norte y del Este matándose entre sí. El Rey Ranma combatía contra dos soldados a un lado del carruaje mientras sus guardias caían uno a uno rápidamente. Inuyasha desenvainó y se apresuró a su encuentro. Asesinó a tres soldados del Norte en cuestión de minutos y se posicionó a un lado del rey. Se hallaban rodeados.

—    Me da gusto verte muchacho. —Confesó el mayor agotado.

—    ¡¿Qué está pasando?! —Interrogó mientras cortaba la garganta de un desafortunado.

—    No lo sé. Nuestra escolta fue asesinada por la caballería del Norte. —Logró esquivar la espada que iba a cortar su cabeza, pero fue herido de gravedad en su brazo diestro. —¡Diablos!

—    ¡Malditos desgraciados!

(...)

Kagome no fue la única incapaz de conciliar el sueño aquella noche. Recorría los jardines cuando se encontró con la mirada de su futuro esposo frente a ella.

—    Supongo que tú tampoco podías dormir. —Comenzaron a caminar juntos.

—    No. —Respondió tranquilamente. No hubo mas palabras entre ambos durante un buen tiempo. —¿Puedo ser sincero contigo?

—    Adelante.

—    No paro de pensar en ella.

—    Te entiendo. —Dijo comprendiendo aquel horrible sentimiento de dolor. Ella tampoco podía dejar de pensar en Inuyasha.

Sesshomaru la detuvo sujetando suavemente su brazo. —Le debo mi vida a mi reino, acaso también debo darle mi alma.

—    No tengo la osadía de decirte que hacer. Solo tú conoces tu deber, al igual que yo el mío.

—    Pues nuestro castigo serán largas noches de insomnio. —Intentó esbozar una débil sonrisa.

—    Estoy segura de que sabremos como aprovechar el tiempo —Le devolvió la sonrisa, aunque en su interior ambos sufrían por aquel inevitable desenlace. Volvieron a retomar la marcha. —Me siento algo ansiosa por la boda. ¿También te sucede? —No recibió respuesta. La mirada de Sesshomaru se hallaba perdida en la distancia. —¿Sucede algo? —Interrogó preocupada.

Dio media vuelta guiando a Kagome hacia el lado contrario, justo por donde habían venido. —Continúa caminando y no mires hacia atrás. Esos guardias no pertenecen al Oeste.

—    ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

—    La insignia en sus uniformes dejó de utilizarse hace meses.

—    ¿Estás seguro? Quizás es solo un error.

—    Esta mañana recibimos información de nuestros espías en el extranjero. El Norte y el Sur se preparan para un ataque, y por lo visto somos el blanco. Debo encontrar a Inuyasha e informarle a mi padre de inmediato, si lograron infiltrarse en el palacio no nos queda mucho tiempo.

Amor en Tiempos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora