Severus Snape también habría podido preguntarse cómo cayó en esa obsesión con Granger, pues él no pensaba en nadie más, no pensaba en mujer alguna... En ninguna mujer de esta tierra... Severus Snape vivía bajo un perpetuo ocaso, recorriendo los valles helados de un reino a la luz del estío... Una luz espectral, más allá de la penumbra de su despacho, de la negrura del Callejón Knockturn y distante del húmedo cielo de Cokeworth, con su aire herido; no era el juego de espejos de la conspiración donde arriesgaba su vida. Era una luz del alma. La de Snape era una media luz, hermana de la sombra, tan profunda como el negro azulado de sus cabellos: La daga quemante del amor perdido.
El color del país de Snape era la lobreguez de las alas de un cuervo que sobrevolaba en el cielo gris, de nubes en runas quebradas: Un cuervo en la altura inalcanzable que repetía las letanías del destino, ave de presagios volando sobre torres silenciosas, desmenuzadas de silencio, desintegradas de tiempo. El claroscuro -helado, de nocturnos, de pesares- habitaba el corazón de Snape, en el castillo de sus recuerdos, en las mazmorras de sus tormentos.
Ese castillo vivía en perpetua vigilia, habitado por figuras que desde el pasado cobraban vida al brillo de los vitrales y, lo peor para él: Una figura en especial, le sonreía. Una presencia amada le sonreía, amable, mientras ambos sabían que ella no era para él.
Ninguno de sus colegas, ninguno de sus alumnos conocía las tribulaciones de Snape. Invariablemente hosco, cruel, sarcástico, rodeado de sospechas y de certezas horrendas, nadie creería que su aura maligna se tejía de nostalgia, ni que su aparente frío corazón ardía de sentimiento. Ni que era el más valiente de Hogwarts.
Su corazón, oculto a los ojos del día, era una saeta ardiente, un fuego en el castillo bajo el vuelo del cuervo llamado Destino. Y con la aurora negra de su vuelo se encendían historias de alquimias inversas, de transmutaciones fallidas, haciendo despertar a aquella figura entre la profusión de espejismos ciegos, en los pasillos del tiempo: Una mujer con la única mirada que lo había conmovido. La única a la que había amado. Y al recordarla, el viento soplaba trayéndole voces y le mostraba el rostro de una niña incomprendida haciendo volar una flor, y la sonrisa que él, Severus, consiguió despertar en las facciones enmarcadas por el suave rojo de sus cabellos, fue el primer milagro de su vida.
Y Severus, sin saber cómo -tal vez por ser una llaga abierta-, volvía a sentir la tristeza de quien debía soportar la violencia de su padre; que debía soportar la repugnancia por el constante olor del alcohol; que experimentaba de nuevo el enojo del niño que tomaba la mano de su madre para encontrar algo de certeza, y revivía la ira contenida en el adolescente y el alivio matizado de odio con que recibió el final de aquel padre violento y torpe.
Sobre todo, Snape era el hombre que no había logrado vivir su amor. El que se guardó todo. Quien debió callar. Quien debió renunciar.
Y la certeza de Snape, creada con los años, en casa, en el colegio, la creencia íntima de ser un extraño en tierra propia, a la que se habituó, era un estilete... Un fino estilete clavado en los latidos de su corazón, una daga que le provocaba un dolor casi dulce, dolor de cantos de cuna en una casa fría, cantos juveniles de deseos rotos, de serenatas adultas de soledad y de vacío... No, a él no lo amaba nadie; y cuando descubrió el amor por una mujer encontró que se le escapaba, que aun teniéndolo en sus manos no podía conservarlo y se marchaba frente a sus ojos.
Un pozo de desolación tejió brazos de hiedra en torno a él, elevándose hacia las estrellas, donde vio encenderse las frías constelaciones que narraban su destino.
Su destino de pérdidas comenzó a serle claro desde que vio a aquella niña pelirroja ir a Gryffindor... Tener la continua certeza de perderla en el día a día; el sentir cómo se le iba, sin saber qué hacer, ni qué decir para remediarlo.
ESTÁS LEYENDO
Fetish Slytherin
FanfictionSevmione. Long fic. El Conjuro de Hieracómpolis puede derrotar al Señor Tenebroso. Pero en el Boulevard de los Sortilegios aflorará una historia de la que Hermione no tiene recuerdos, aunque, sí, sentimientos.