—Señorita Granger -Sprout le llamó la atención, acompañándose de un suave golpetear en el pupitre.
Hermione abrió los ojos, medio cubiertos por una mano, con la otra en una pluma con la que había anotado palabras terminadas en garabatos.
El día entero luchando contra el sueño, pero quedándose descaradamente dormida en clase de Herbología, que para colmo se había cambiado casi a última hora del día y salón, como parte de la desorganizada agenda de clases.
Razones para estar fatigada, las tenía. Snape había vuelto a irse. Pasaron un día en el ensayo del conjuro, pero el siguiente... no. La idea de no verse por varios días condujo a una serie de locuras desquiciantes que terminó a las tres de la madrugada. Hoy Hermione sentía en su cuerpo, las caricias y los besos de él, los movimientos, los suspiros, la voz de Snape alentándola e incitándola. Hermione se trastornaba por las palabras y las caricias de él. Sintió que el resto de su vida podría dedicarse a ese juego sensual.
Dejándose la mano en la frente, la castaña escuchó el murmullo de la voz de Sprout, sin entender pese a sus esfuerzos. Los ojos se le cerraban. Desvelada, agotada por lo que alcanzó anoche, aun cuando cabeceaba, se sentía maravillada.
Aquellos besos y giros en la mesa de trabajo entre los calderos, con la voz ronca de Snape en su cuello, volvían sin cesar a sus pensamientos; recordaba el rostro de él revelado por la luz de las velas. Por eso la castaña moría no sólo de agotamiento, sino de nuevos ramalazos de deseo, en plena aula, al recordarse cuando...
El cabeceo se volvió tan escandaloso que soltó la pluma sobre la libreta, y se apoyó en ambas palmas.
—Hermione, ¿estás bien? -le preguntó Harry, en un susurro.
Ella asintió y desdeñó con una mano. Ay, Harry, no me hagas reír. Estoy muy bien.
Su siguiente momento de claridad fue cuando todos salían. Abrió los ojos, aun con la mano en la frente, asustándose un poco al verse cerca de la profesora Pomona, amonestándola:
—Señorita Granger, hoy usted fue lo nunca visto. No la saqué del aula para no dejar en mal a tan excelente alumna, pero....
—Tiene razón, profesora... discúlpeme... estudié hasta muy tarde. No debí hacerlo.
Estudiar. Claro. Lo peor era estar contando los minutos para volver a ver a Snape. Sentía el toque de sus besos en espalda y abdomen. Y su lengua.
—¿Tiene fiebre? -se intrigó Sprout, intranquila- Le veo la boca muy roja.
Culpe al profesor Snape, pensó la castaña. Me besa como si me quisiera comer.
La idea le arrancó una risa fatigada, cubriéndose la cara con las palmas.
—Disculpe, profesora, por favor, me río de imaginar mi triste estado... Le prometo que no se repetirá.
—No vuelva a hacerlo, niña -la reconvino-, descansar es tan importante como aprender.
—Lo haré... discúlpeme de nuevo, por favor -se levantó-. Gracias.
En el lavabo, se echó agua en la cara con manos temblorosas, lo más fría sobre su rostro ardoroso, restos de lo ruborizada que estuvo anoche.
Al pasarse los dedos por los labios, se produjo un golpe de placer y cerró los ojos al revivir los besos de Snape. Los flashazos semioscuros donde él la acariciaba, con ojos de entregarse. Pensó:
Snape... es mío. Snape es mío.
La idea la produjo mariposas en el estómago. Tomó agua nuevamente con ambas manos y se la echó en la cara. Percibía la piel de su rostro: Calurosa, más vivificada, extrañamente como si se hubiera vuelto más fina.
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Fetish Slytherin
FanfictionSevmione. Long fic. El Conjuro de Hieracómpolis puede derrotar al Señor Tenebroso. Pero en el Boulevard de los Sortilegios aflorará una historia de la que Hermione no tiene recuerdos, aunque, sí, sentimientos.