Abrazos de Hydra

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Era mediodía y en el Patio de la Torre de Astronomía, al pie de la elevada construcción, sentada en el escalón de su entrada ojival, Hermione desenrolló nuevamente el pergamino que le dio Snape.

Encantada por haber dormido abrazados dos noches atrás, la castaña despertó en la madrugada, en su propia cama, rodeada de la plácida respiración de las demás Gryffindor en la oscuridad.

Abrió los ojos y lo primero que hizo fue recordarse feliz de conocer la alcoba de Snape... Libreros, muebles, lámparas, pertenencias perfectamente ordenadas, de una elegancia sencilla.

Sentada al escritorio al lado de la ventana, él le habló de la luz que entraba durante el día.

También le dio un pergamino, en formato de rótulo.

—¿Uno nuevo? -se intrigó ella, guardándolo en la alforja- Pensé que serían tres.

—No es para estudiar, son comentarios.

Poco más tarde, recostados en el lecho y sin más luz que la de la luna a través de la ventana, él aprovechó para aclararle con respecto al conjuro, pasándole un brazo por los hombros:

—Estás lista para volver a Infinity, aunque no podremos ir mañana como te dije. Quise hacerlo lo más pronto posible, pero se ha complicado. No obstante, esta demora nos beneficia. Nos acercó a la fiesta del nacimiento de Horus, que es el 24 de julio. La oportunidad con el conjuro será el 1 de agosto. Es el mes Thot, todavía está dentro de las fiestas de Horus.

Hermione lo abrazaba, estrechándose contra él.

—El 1 de agosto es un día después del cumpleaños de Harry -comentó-. Él ya no estará en Hogwarts.

Snape nada dijo, pero lo sabía. Por eso él no estaría en esas fechas. Por eso estaba ausentándose tanto. Debía participar en -y sabotear-, el intento de matar a Harry.

—¿Piensas marcharte con Potter? -preguntó él- De acuerdo, pero regresa el 1 de agosto.

—No sé si voy a marcharme con Harry y Ron -comentó, preocupada-. No sé lo que haré.

El carácter de Snape le ayudaba para ser práctico, así que aun resintiendo que dejaría de ver a Granger, respondió, fluidamente.

—De acuerdo, piénsalo. Si lo decides y no estoy en Hogwarts, déjame un mensaje en el despacho. Te enseñaré el hechizo para entrar al boulevard y a la mansión.

Reconfortada por Snape, Hermione no supo cuándo se durmió.

Hoy, en el escalón de la Torre de Astronomía, releyó el pergamino dado por Snape. Lo extendía con ambas manos, sonriendo levemente. Había esperado algún comentario sobre Ojo de Horus, pero era un escrito de él para ella. O pensando en ella, porque por la fecha fue cuando gracias a aquel arreglo con McGonagall empezaron a verse y él un día le pidió de mala manera que fuera puntual. Esa misma noche Snape debió llegar al escritorio donde ella se sentó, y escribió sus verdaderos pensamientos:

Sea puntual, porque necesito verla, Granger. Aunque sólo sea eso. Aunque sólo sea verla escribiendo, cuando afuera la tarde se tiñe de lluvia. Sea puntual para que pueda verla la hora completa. Así, cuando usted se haya ido, quedará en mi despacho, flotando, su fragancia de naranjos en flor.

Y cuando usted se haya ido y yo no escuche sus pasos en la escalera, como ahora que sólo queda el viento; cuando ya no esté cerca mío y haya vuelto a donde pertenece, al mundo de arriba, al del Sol, y olvide que estuvo conmigo en el Reino de las Sombras, podré respirar, un rato más, Granger, la fragancia de sus rizos. El vuelo de sus claros rizos en naranjos.

Fetish SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora