Hermione y Snape se recargaron en el balcón, apoyando los codos. Las constelaciones seguían su ruta circular, cada vez más lentamente, regresando a la normalidad.
Asomando, ambos vieron por arriba las copas de los árboles fosforescentes, ubicados frente a las ventanas de la planta inferior. En torno a esos árboles se extendía el prado hacia la derecha, rodeando la construcción. Hacia la izquierda se levantaban macizos de flores, hierba, otros árboles de hojas tenuemente brillosas y más allá, estatuas, fuentes, bancas de piedra y una columnata antigua, que no sostenía techo alguno.
El vasto terreno era circundado por la elevada muralla de piedra, cubierta de enredaderas y en el centro de la barda, frente a Snape y la castaña, la alta reja. Frente a ella cruzaba el Boulevard, con sus durazneros violetas y las residencias de compleja arquitectura, de ventanas iluminadas, algunas palpitantes de color, en la noche serena.
Dejaron pasar unos minutos, contemplando la calle.
Y se acercaba la hora de despedirse.
Snape había hablado con Hermione sobre la conveniencia para ella, de refugiarse en el Boulevard hasta que todo pasara. No en la mansión, pues podía pasar mucho tiempo en ella, pero fuera transcurriría menos tiempo. No obstante, él había identificado otras residencias vacías, sin dueño, que ella podría ocupar.
El plan inicial había sido ensayar el conjuro en la mansión, pero por el accidente debieron continuar en Hogwarts, mientras Snape volvía solo para buscar algún peligro, cuya existencia no logró determinar. También debió cumplir con sus obligaciones de obediencia hacia Voldemort, lo que prolongó más sus ausencias. Cuando la situación se puso peor para Hermione, él acudió a buscar dónde ella podría ocultarse, pues ya no tenía amigos. Snape pensaba culparse de haberla puesto bajo el control de un Imperius. Tenía varios planes que justificaran esa versión ante el Wizengamot.
La mejor defensa de la castaña sería contar la verdad, la historia de Ojo de Horus. Pero eso no podía hacerlo hoy. Debería ser al término de la guerra, si se ganaba. Si ésta se perdía, todo intento de reinvindicación sería inútil. Daría lo mismo ser culpable o inocente.
En el balance de los sucesos, visto desde muchos ángulos, lo cierto era que su tiempo juntos terminaba. La relación que construyeron fue en el marco del suceso principal y eso estaba logrado.
Aun así, Snape se dio tiempo de contemplar el paisaje junto con Hermione, hasta que la invitó a entrar de nuevo.
Se dieron nuevamente la mano cuando Snape abrió la puerta de una habitación y en ella cruzaron por un recinto lleno de estatuas en desorden. El cuarto era más grande por dentro que por fuera.
—No estoy obligado a volver en este instante -explicó él-. ¿Podemos hablar un rato más?
—Claro -asintió ella, un poco triste.
Como puestos de acuerdo, entrelazaron sus dedos, estrechándolos.
Snape abrió la puerta de otra habitación.
—Las puertas siempre están en su sitio -dijo- y las habitaciones se conectan con otras. Creo que podría gustarte ver algunas.
La castaña asintió, admirada de las dimensiones de ésta, pues en su centro ostentaba un gran monumento de roca gris oscura, de pilastras y cúpula de inscripciones borrosas.
—En esta tercera planta se encuentran los tiempos posibles -le explicó Snape, cruzando el cuarto-, objetos y sitios que pudieron existir y no existieron, algunos como sombras de los reales u otros como ese que ves, el cual me da la impresión de ser un monumento soñado por alguien y sólo existe en esta habitación. Su entrada está borrosa; no se puede cruzar.
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Fetish Slytherin
Fiksi PenggemarSevmione. Long fic. El Conjuro de Hieracómpolis puede derrotar al Señor Tenebroso. Pero en el Boulevard de los Sortilegios aflorará una historia de la que Hermione no tiene recuerdos, aunque, sí, sentimientos.