Esa madrugada, en su habitación de Hogwarts, a la luz de una vela y sentado al escritorio, Snape escribía en pergamino.
Había dormido muy poco.
Cuando se sintió despertar, en la bruma de la duermevela, los recuerdos se anunciaron en péndulo descendiendo hacia él.
En eso recibió un abrazo vehemente, largo.
Después, un beso breve, delicado, dio calor a sus labios.
Snape la reconoció: Era Granger. Un beso de la boca fina y ondulada de Granger, de la que escapó un dulce suspiro.
Snape entreabrió los ojos: Granger estaba recostada sobre él, con las manos en su tórax. Le sonreía, con ojos entrecerrados y brillantes. Sobre ella, el tejado gris y a los lados el librero, contrastaban con sus cabellos castaños claros... Snape sintió que llevaban mucho tiempo así, ella recostada sobre él, hasta que decidió despertarlo con esa caricia.
La sensación en sus labios se mantenía, dulce. Ella le sonreía, con mirada alegre.
¿Cómo fue?, se dijo Snape, admirando la piel clara y los ojos risueños de Hermione. No recordaba los dibujos en forma de paréntesis, a los lados de su sonrisa. Y la cascada de sus rizos... Debo decírselo.
En eso despertó.
Abrió los ojos por completo, descubriendo que Granger no estaba ahí.
Era sólo él, en la habitación.
Fue un sueño casi al despertar.
Se quitó el edredón, poniéndose de pie bruscamente, con los pies desnudos en el suelo, para despejarse de golpe con su frío.
La temperatura lo vivificó. Poco a poco, respirando con clma se sintió volver, retornar al marco de lo normal, volver a ajustarse, a situarse en el entorno: El librero, las sillas, el lecho, la ventana al lado del escritorio.
Las horas heladas previas al amanecer recorrían la habitación. Encendió una vela con un pase, creando una breve perla de luz callada.
No perdió tiempo. Se aseó y vestido a medias -zapatos, pantalón y camisa desabrochada-, se sentó al escritorio. Con una mano se acomodó los cabellos, un poco húmedos de agua.
Todavía tenía la sensación del beso irreal de Granger... Necesitaba serenar su mente.
Recordó unas hojas de pergamino dentro de una gaveta de su escritorio. La abrió y sacó un escrito de unos cientos de páginas, un poco dobladas de los bordes, que llevaba seis años trabajando en sus escasos ratos libres. La mayor parte del tiempo no pensaba en ello.
Releyó el título, al centro de la primera página del bloque de pergaminos.
Era un escrito sobre Hogwarts. Un ensayo sobre sus ideas predominantes, a las que la institución tenía una devoción tal, que parecían tener vida propia: Sus fetiches. Por ejemplo, Voldemort era el Fetiche de la Destrucción, y no debía ser nombrado para evitar el acto mágico ancestral de la invocación del infortunio.
Aun teniendo claro que como libro, aquel texto no saldría a la luz -no tenía tiempo, ni interés, era un ejercicio-, lo retomó para silenciar sus recuerdos asociados con Granger. Y las sensaciones. El aseo matinal no le borró lo vivido mentalmente anoche, el haber besado a Granger y el estremecimiento que eso le causó.
Es una grave complicación, se dijo. Formalmente todavía debía intentar terminar el fallido ejercicio y no abandonar el proyecto de enseñar a la Gryffindor el conjuro de Vindictus.
No obstante, necesitaba calmarse y dar tiempo a Granger para lo mismo. El intento podía terminar si ella no lo lograba, pero sería injusto decidir llevando este factor accidental a la ecuación.
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Fetish Slytherin
FanfictionSevmione. Long fic. El Conjuro de Hieracómpolis puede derrotar al Señor Tenebroso. Pero en el Boulevard de los Sortilegios aflorará una historia de la que Hermione no tiene recuerdos, aunque, sí, sentimientos.