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¡Oh dios mío! Juro que no exagero cuando digo que la Señora Higginston planeaba sacarme rodando de su casa. Me había hecho comer todas las galletas que trajo la primera vez, después trajo dos sándwiches de mantequilla de cacahuete, que por supuesto también me comí. Después de contarme, prácticamente, toda su vida, trajo más galletas, esta vez con chispas de chocolate, también me las comí. Creo que mi bebé estaba feliz por este día.
-Bueno querida, creo que es hora de enseñarte el coche, te he estado entreteniendo toda la tarde. Pero es que desde que murió mi George no he tenido a nadie con quién hablar. A excepción de esos gatos. - me dijo señalándome hacia todos ellos.
-No se preocupe Señora Higginston, tampoco tengo prisa hoy es mi día libre en el trabajo. - le contesté con una sonrisa.
- ¡Oh querida! Es que George era todo mi mundo y cuando se fue sentí que mi mundo también lo hizo. Aunque a veces pienso que George se reencarnó en ese maldito gato. - señaló al gato que seguía sentado mirándonos fijamente. - Juro por Dios que ese gato está todo el día vigilándome, hasta cuando me ducho quiere entrar conmigo. Cuando me cambio ahí está y cuando voy a dormirme viene detrás de mí y se queda en mi cama, justo en el lado de George y eso jamás lo hizo hasta que él se fue. - no pude evitar reír.
- ¿Sabe que creó yo Señora Higginston? Que su marido George le dejó encomendada la tarea de cuidarla a ese gato y parece que él se lo ha tomado en serio. - me sonrió y me cogió de la mano suavemente.
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Después de unas horas en casa de Wendy Higginston llegué a mi calle en mi nuevo coche, había estado probándolo antes de dejarlo aparcado unas manzanas lejos de mi casa, no quería que mi madre lo viera por nada del mundo o descubriría mi plan y eso no podía ocurrir bajo ningún concepto. Si lo descubría me daría tal paliza que me mataría allí mismo o, peor, perdería a mi bebe. Acaricié mi vientre por ese pensamiento, no podía imaginar una vida sin mi bebé, ya no. Ese niño me había dado las fuerzas necesarias para huir y vivir feliz.
Miré una vez más mi coche antes de emprender el camino hacia mi casa. Estaría ahí dos semanas más hasta mi próximo pago, ya le había dicho a la Señora Clark que podría comenzar a trabajar para ella en dos semanas. No hubo ningún problema.
Entré por la puerta de casa y mi padre seguía en el mismo sitio de siempre con la tele encendida. Es como si el tiempo no pasara para él, siempre estaba en el mismo sitio, a veces hasta dudaba que comiera o hicieras sus necesidades. Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación. Abrí la puerta y lo único que pude notar es un golpe en mi mejilla.
- ¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO NIÑA?!
Con los ojos yacubiertos por lágrimas y una mano en donde había recibido el golpe, miré a mimadre que se hallaba frente a mí con el test de embarazo en la mano.
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Octavo capítulo.
Las cosas se han torcido para Alice!
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