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Ahora es parte de nuestra familia...
El bebé está perfectamente sano Alice...
Quien te haya hecho esto es un animal...
Esas palabras resonaban en mi cabeza durante toda la semana que estuve haciendo reposo. Los Clark se habían volcado en cuidarme. Lily me llevaba el desayuno a la cama todas las mañanas. En el transcurso de la misma, Eva me hacía compañía contándome cosas sobre su vida. Me contaba que en su vida anterior había sido bruja y me auguraba un futuro feliz con mi bebé, eso sí ella debía estar a mi lado sí o sí, y no era una amenaza, sino que se había propuesto ser mi amiga, mi hermana y mi sombra. Creo que se sentía culpable por lo que había pasado, aunque para nada había sido su culpa, pero supongo que ella era así y no podría hacerla cambiar de opinión y la verdad es que me agradaba su presencia. Eva era una chica agradable, me hacía sentir bien cuando estaba a mi lado. Jason se acercaba después del trabajo para preguntar cómo seguía y si necesitaba algo. Todos los Clark se habían volcado en mi. Todos excepto uno, Noah. No lo había vuelto a ver desde que me llevó en su regazo a la clínica.
Jeff se había acercado a visitarme cada día a la hora de la comida para explorarme y preguntar cómo seguía todo y si había vuelto a sangrar. Gracias a Dios, no, no había vuelto a sangrar. Intentó preguntarme durante los dos primeros días sobre las heridas, ya curadas, de mi espalda. Pero ante mi negativa a responder sus preguntas se dio por vencido.
Toc toc
La puerta de mi habitación sonó. Eran las seis de la tarde, ya había anochecido, pero aún no era la hora de cenar, así que no era Lily, tampoco Eva, ella nunca se acercaba a esta hora, Jason aún no había terminado de trabajar. Así que imaginé que sería Maggie. Ella también había estado preocupada por mí y me había estado cuidando junto con Lily.
-Adelante. - dije.
Una sombra musculosa y alta apareció por la puerta. Mi boca se abrió al ver quién era.
-Hola. - dijo Noah levantando la mano derecha, mientras la otra descansaba en el bolsillo de sus vaqueros.
-Hola. - dije con tono seco.
- ¿Cómo estás? - no se movió del arco de la puerta. Se veía incómodo.
-Bien, estamos bien. Gracias por preguntar.
-Bien, me alegro. - tomó el pomo de la puerta para cerrarla y se marchó.
Oí como sus pasos se alejaban por el pasillo. Mi corazón empezó a latir. Su presencia me ponía nerviosa. No lo odiaba, pero definitivamente no era mi persona favorita. Él me había hecho llorar, tal y como lo hizo Frank o mi madre.
Casi daña a mi bebé y eso hizo que mi ira y mi rechazo hacia él no se fuera de mi interior. Aunque tenía sentimientos encontrados pues sabía por qué odiaba a los niños y me daba pena. Pena porque nunca se permitiría vivir el amor incondicional de un padre a un hijo, incluso cuando éste aún no había nacido. Nunca sabría lo que es el amor de verdad.
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Capítulo diecisiete.
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