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𝓒𝓾𝓪𝓽𝓻𝓸 𝓶𝓮𝓼𝓮𝓼 𝓭𝓮𝓼𝓹𝓾𝓮𝓼...
Me había alejado de Alice durante todos estos meses, aunque me moría por estar cerca. Pero alguien como yo no era bueno para ella.
Durante cuatro meses nos habíamos cruzado unas tres veces, siempre en casa de mis padres. Ya ni siquiera iba a comer con ellos por miedo a encontrármela y no poder controlar mis ganas de besarla. Pero yo era el tío que casi hace que pierda a su hija. Mis padres me habían repetido que aquello no fue culpa mía, pero no podía evitar sentirme culpable.
Pronto acabaría agosto y comenzaría las lluvias de septiembre. Tenía que apurarme a acabar todo el trabajo antes de que las lluvias llegaran. Los establos debían estar reforzados para las tormentas y el frío del invierno. Esto era la excusa perfecta para no pasar demasiado tiempo en casa de mis padres donde estaría ella.
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Dos semanas después de terminar el trabajo con los establos, las cabrerizas y demás, visité a mis padres para ver cómo estaban, hacía una semana que no iba a verlos.
Cuando entré por la puerta allí estaba ella, preciosa como siempre. Con su, ya enorme vientre asomando antes que ella, era gracioso verla. Tan pequeña y tan grande a la vez. Pero tan hermosa como ninguna.
-Noah cariño, por fin te dignas a venir a ver a tu madre. - me saludó mi madre al verme.
-Lo siento mamá, con esto de la llegada del otoño estoy apurando el trabajo al máximo. - me excusé. - Hola Alice ¿cómo te va todo?
-Bien, un poco cansada, pero bien.
-A Alice ya no le queda nada para dar a luz. - dijo mi madre con una sonrisa enorme.
-Ya veo. - fue lo único que se me ocurrió decir. - ¿Y cómo vas a dar a luz?
- ¿A qué te refieres? - contestó Alice confundida.
-Oh... a que si vas al hospital o Jeff será el encargado de recibir a tu hija.
- ¡Oh eso!... Iré al hospital. Al de Kalispell.
-Genial, bueno espero que todo vaya bien. - en ese momento un relámpago estruendoso sonó y comenzó una tromba de agua.
La luz de todo el rancho se fue. A penas se veía.
-Está bien no os mováis. Iré a buscar las velas. - dijo mi madre. - Alice quédate donde estás, no quiero que te tropieces con nada.
Escuche un gimoteo.
- ¿Alice? ¿Todo bien? - éramos los únicos que quedaban en el salón.
-No... me duele y creo que he roto aguas.
Un temblor azotó mi cuerpo. El miedo se apoderó de mí.
- ¡Mamá! ¡Ven rápido! - grité mientras intentaba llegar a Alice.
-Noah duele mucho. - dijo ella.
-Tranquila, estoy aquí. Iremos al hospital. - le dije mientras la alcanzaba. - todo irá bien Alice. ¿Recuerdas? La última vez te lo dije y aquí estáis tu hija y tú.
-Noah ¿qué ocurre? - aparecieron Maggie y mi madre con unas velas.
-Es Alice, está de parto. Hay que llevarla al hospital. - le dije.
- ¿Con esta lluvia? Podríamos tener un accidente.
- ¿Y qué esperas que dé a luz aquí? ¿Sin un médico? - le contesté.
-Tu padre... no él no está aquí, está con Eva en los establos seguramente. No creo que pueda llegar hasta aquí. Tú...
-No. - la interrumpí. - Yo no soy médico. Soy veterinario y los únicos partos que he asistido son de animales.
- ¡Ahhhhhhhhh! - gritó Alice. - Noah por favor, ayúdanos. Esto duele mucho. - comenzó a llorar y mi corazón se rompió en mil pedazos. No podía verla así.
-Está bien. Vamos a tu habitación.
Cogí en brazos a Alice y la llevé hasta su cama. Les pedía a Maggi y mi madre que lo prepararan todo para el parto. Toallas, muchas. Agua caliente. Y más velas. Necesitaba ver lo máximo posible.
Con Alice en posición y mi madre alumbrando hacia su entrepierna pude ver que ya estaba bastante dilatada. Debía llevar días dilatando.
-Alice, casi estás lista para pujar. ¿Cuántos días llevas con dolores? - Ella alzó la vista para mirarme, estaba confundida.
-Ayer empezó a dolerme un poco. Pero como no dolía mucho no le di importancia. - Dios esta mujer iba a matarme cualquier día.
-Alice deberías haberlo dicho. - dijo mi madre.
-Lo siento, yo no sabía que estaba dilatando. - comenzó a llorar de nuevo.
-Bueno ahora eso no importa, necesito que te concentres en esto. Cuando te diga tienes que comenzar a pujar. ¿Lo entiendes? - Alice asintió mirándome.
Avisé a Alice unos segundos después. Comenzó a pujar...
Diez minutos...
Quince minutos...
-No puedo...- dijo Alice llorando.
-Vamos nena, claro que puedes. Emma ya casi está fuera.
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Capítulo veinte. Emma ya viene a este mundo.
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