Capítulo 20

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La pierna de Alyssa no estaba rota simplemente hinchada y dolorida. Tendría que guardar reposo durante varios días y quizás recibir algún que otro masaje. Y sí, debido a los remordimientos, esta persona sería James. Para disgusto de ella parecía que no le quedaba otra alternativa y es que el joven cuando estudiaba en la universidad, había participado en el club de lucha y para bien o para mal sabía qué hacer en estos casos.

Por tanto, como consecuencia de las visitas de James, Steven acudía también. Para Addison, el hecho de que el pequeño de los Sterling acudiera también, no le importaba. Sí, él la había felicitado cuando ganaron el partido y sí, también habían hablado algo más pero eso no quitaba que Steven seguía sin querer que los demás supieran de sus composiciones. Y la joven por mucho que le doliera no podía estar como si nada.

Alyssa se encontraba tumbada en uno de los sillones del jardín leyendo un libro. El día estaba soleado y visto que no podía pintar como tampoco tenía inspiración, no tenía otra forma de entretenerse. Hasta que notó que alguien se sentaba a su lado y sin avisar le cogía la pierna, le quitaba el zapato y comenzaba a masajear.

— ¿Qué está haciendo? —Le preguntó a James mientras levantaba la vista del libro.

—Pues, debo darle un masaje. —Le respondió como si fuera lo más obvio.

—No hace falta. —Dijo Alyssa mientras apartaba la pierna.

El señor Sterling se la volvió a coger:

—El doctor dijo que podría ayudar.

La mediana de las Lockwood lo fulminó con la mirada y se puso a leer. No quería discutir. No merecía su tiempo.

Para James era algo incómodo tener que masajear la pierna con medias, pero sabía que el hecho de quitárselas podía provocar una situación incómoda e incluso un motivo para que se casaran. Y aunque interiormente esto último no le importaría, sabía que no debía hacerlo. Mientras masajeaba giró la cabeza para ver a la joven. Apenas lograba verla y es que el libro le tapaba casi todo la cara, pero justo cuando Alyssa pasaba la página pudo ver cómo sus ojos se movían rápidamente y cómo a pesar de estar sonriendo como una tonta, de vez en cuando se mordía la lengua. Esto último provocó que el joven soltara una carcajada.

— ¿Qué le ha hecho reír? —Le preguntó la señorita Lockwood levantando la mirada de lo que estaba leyendo.

—Nada.

La muchacha frunció el ceño.

—De su cara mientras lee. Parece que le está gustando.

—Sí.

— ¿De qué trata?

—Es una historia de amor. Ya sabe, lo normal.

—No leo historias de amor, si puede iluminarme.

Alyssa suspiró pero decidió hablar:

—Pues resulta que la señorita Langford lleva prometida desde pequeña con el señor Webster pero días antes de que se casen el joven fallece misteriosamente.

—Eso no suena muy romántico.

La joven lo mandó a callar y siguió hablando:

—Debe de haber algún misterio también o algún problema. La señorita Langford debe afrontar que su corazón está roto y se promete que no se casará con nadie ya que no se imagina volver a pasar por lo mismo.

Por culpa de un cuadro y un pianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora