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Mis manos tiemblan, y que las cosas estén pasando extremadamente rápido no ayuda a mi crisis de ansiedad.

Mi mamá tuvo un accidente, y mientras venía al hospital, muchas cosas pasaban por mi mente.

Ni siquiera sé en qué puto momento solté mi teléfono, así que acabo de perder un teléfono y toda la calma. Me voy a morir si no me dicen nada.

Me aventé un viaje de una hora y media y hace dos que la están operando pero nadie me dice nada. Voy a sufrir un colapso.

Solo quiero que mi mamá se encuentre bien.

—¡Karol!

Me pongo de pie corriendo hacia Valentina que de inmediato me abraza. No sé cómo me encontró pero ahora mismo eso no me importa y lo demuestro largándome a llorar sin reparo.

Acaricia mi espalda, sollozo susurrando que estoy tan asustada. Ella besa mi frente.

—¿Qué pasó? Recorrí cada maldito hospital de toda la ciudad, encontrarte fue una tortura. —susurra.— Y dejaste tu teléfono tirado en el ascensor, no tenía cómo contactarte.

—Mi mamá tuvo un accidente y la están operando la pierna rota.

—Oh, santo Dios. ¿Pero qué pasó?

—Un imbécil borracho. —resumo.— Para no atropellarlo, la amiga de mamá hizo una maniobra y terminaron volcando.

—Estás temblando demasiado. Te voy a traer un té.

Niego. No quiero estar sola.

Pero ella me ignora y me hace sentarme antes de alejarse caminando por el pasillo. Nerviosa recojo mi cabello.

Hace muchísimo frío y del miedo que traía encima ni siquiera tomé mi abrigo.

Ni siquiera tenía dinero para pagar el taxi pero el conductor fue tan amable y comprensivo que prometió ir a la cafetería a cobrar por el servicio el día lunes.

Levanto la mirada cuando siento la peculiar presencia cerca de mi, y mi pecho se contrae una vez más cuando veo a Ruggero acercarse.

Trago saliva poniéndome de pie.

—Sé que no quieres verme pero nos dividimos para buscarte y traje a Valentina. —resume antes de que diga algo. Asiento.— Solo quería asegurarme de que estuvieras aquí, y ya lo comprobé así que me iré.

No quiero que se vaya.

Pero tampoco tengo mente ni fuerzas de decirle algo. Solo asiento y limpio mis lágrimas temblando de frío.

¿Por qué los hospitales tienen que ser estúpidamente fríos?

Retrocede y me da la espalda comenzando a caminar hacia la salida, cierro los ojos intentando contener mis emociones.

No es mi mejor momento, no debería pensar en nada que no sea mi mamá.

Reacciono cuando dos brazos me rodean con fuerza, y de nuevo estoy llorando.

—Perdóname, no puedo dejarte.

Subo mis brazos a su cuello abrazándole con fuerza.

Nada me reconforta más que su abrazo ahora mismo.

—Tengo miedo. —sollozo.— Yo sé que no es grave pero es que tampoco tengo la capacidad de separar el nivel de peligro de todo esto. Ni siquiera soy consciente de lo que estoy diciendo.

—Tranquila, todo va a estar bien.

Asiento intentando dejar de llorar.

Pero es que no puedo.

Almas Que No Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora