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Había decidido que esta sería la más especial noche de cumpleaños para mi querido y adorado novio. Después de todo, era su primer cumpleaños teniéndome a su lado.

Y no es que yo me siento mucho más especial en su vida de lo que ya soy. Es que en realidad quiero demostrarle que una sola persona te puede brindar la felicidad que deseas y necesitas.

Además, su mirada sobre mi cuerpo es la cosa más estimulante que me ha pasado en estos días que estuve metida en la cama sin ganas de vivir.

Me gusta su mirada, me gusta su desencajado gesto de genuina felicidad y la sorpresa que su expresión en si denota.

Porque si, yo, Karol Sevilla, con veintidós años de edad, tomé la decisión más madura de mi vida... Mandar a hacer lencería especial para esta noche.

Así que espero que Ruggero sea cuidadoso al momento de quitarla porque me costó demasiado dinero.

Guiándome por mis emociones, no dudo en acercarme a él antes de que pueda ponerse de pie. Me siento sobre él y acerco mi centro a su miembro aún encima de las escasas prendas que llevamos encima, y el roce me hace sentir en el paraíso.

Su sonrisa me hace reír sobre sus labios, y su jadeo llama mi atención. Acerca sus brazos y me abraza de la cintura para acercarme aún más.

Mantengo el movimiento de mis caderas en círculos, hacia adelante y hacia atrás, despacio y con mucha insistencia. Lo haremos lento esta vez. Lento y sencillamente perfecto.

Con maestría se deshace del brasier de encaje y corto el beso para mirarle. Tanto que costó y lo quita tan rápido como puede...

Mis pezones se endurecen al instante cuando sienten el frío que hace en esta habitación, pero no me importa mientras sus labios bajan desde los míos a mi cuello y finalmente a mis pechos.

Empieza a besarlos y el simple gesto me sabe a gloria completa, ahogo un gemido mordiendo mi labio inferior.

Su lengua recorre toda la aureola y succiona enviando el placer directo a mi centro, con su otra mano amasa mi otro pecho, los apretaba y los succionaba, daba pequeños mordiscos y besos húmedos en todo mi pecho y luego en la punta de estos.

Y para este punto, dejar de gemir o suspirar de placer ya no era una opción.

Su mano se cuela entre mi ropa interior, gimo su nombre y entierro mi mano en su cabello.

Me encargo de tomar su mano libre y la dirigirla a mi pecho mientras las mías recorrían todo lo que podían a su paso.

Pero harta de tanto juego previo, simplemente le empujo y caemos en la cama.

Quería sentirlo dentro de mi, la necesidad que sentía por él era casi angustiante.

Nos deshicimos de las dos únicas prendas que nos quedaban y volvimos a unir nuestros labios en un beso que me robó mucho más que el aliento.

Su mano viajó en medio de nuestros cuerpos, la acercó a mi centro de nuevo, tocó la humedad, solté un gemido cuando sus dedos tocaron mi clítoris por leves segundos hasta que metió un primer dedo dentro de mi.

Gemí alto, que importaba si me escuchaban o no, era casi imposible, y aunque alguien lo hiciera, no es muy mi asunto en este momento.

—Ruggero... —gemí su nombre, aferré mis manos a las sábanas.— Por favor no pares.

Su respuesta llegó con rapidez, movió sus dedos aún más rápido, acerqué una de mis manos a mi clítoris y me sentí llegar a la cima.

Fue rápido, quizá.

Almas Que No Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora