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Recojo mi cabello, miro a mis espaldas y un suspiro brota de mis labios.

Hoy tampoco llegó a dormir.

Quiero entender qué está pasando pero nada cruza por mi mente. Hace una semana y media todo estaba bien, y ahora resulta que Ruggero llega a dormir cuando quiere.

Y su excusa de siempre es el trabajo.

No quiero pensar mal pero es que...

Bueno, simplemente estoy llena de miedos y dudas.

Así de simple.

Digamos que conforme más tiempo pasa, más nerviosa me pongo de recordar que se irá a Italia. Y más tensa me pongo cuando también recuerdo que de la nada el hombre se fue sin darme ni una sola explicación.

¿Es que está pasando algo malo y no me enteré?

Me deshago de mi pijama y entro a bañarme después de haber recorrido todo el departamento para comprobar que en efecto, Ruggero no está.

Cuando salgo, sigue sin volver y después de desayunar y alistarme para salir, sé que definitivamente no va a llegar.

Estoy por salir pero recuerdo los documentos que Valentina me pidió así que me regreso a la habitación a buscarlos.

Y cuando estoy bajando con estos en manos, por fin veo al italiano cruzar el umbral de la puerta.

Lleva su chaqueta en la mano, si corbata deshecha colgando de su cuello y... Dios, no quiero ver o lo voy a sobre pensar.

—Buenos días, amor.

Levanta la mirada, suspira y finge una sonrisa mientras cierra la puerta y deja sus cosas a un lado.

—Sigues aquí.

—Uy, eso suena a que no estás feliz de verme. —bajo las escaleras.— ¿Por qué no llegaste esta vez?

—Bueno, es que...

—Y no me digas que es el trabajo porque no te creo. Yo llamé a la oficina y me dijeron que habías salido a las cinco de la tarde.

Relame sus labios, evade mi mirada y carraspea.

—Es... Agustín. —chasquea los dedos.— Es que esto de que él no es el papá del bebé pues le tiene tenso y...

Asiento entendiendo. O fingiendo que lo hago.

Porque es que no le creo en lo absoluto.

También llamé a Agustín, y él me dijo que hace días que no se ven. Lo cual es raro porque antier tampoco llegó a dormir y me dijo que había estado con él.

—Estoy cansado. —dice finalmente.— ¿Te parece si hablamos después?

—Pero, Ruggero...

—Perfecto, que te vaya bien. Ten un buen día.

Y se fue.

Confundida muerdo mi labio inferior y suelto un suspiro antes de salir del departamento. Cada vez es todo más confuso. No entiendo nada.

Mi día en la cafetería sigue siendo tenso porque estoy desconcentrada y en más de una ocasión confundo los pedidos o en el peor de los casos, los olvido.

Y por supuesto, mi día es malo en general. A excepción de la parte en la que ayudo a Valentina y charlamos un poco.

Cuando cierro la cafetería y detengo un taxi, la rara sensación en mi pecho se intensifica en lugar de desvanecerse. Y eso por supuesto causa que busque dar alrededor de cinco vueltas al edificio antes de decidirme a bajar.

Almas Que No Son Gemelas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora