C A R O L I N A
—Vamos, los chicos deben estar esperándonos afuera de la iglesia —dije, entrelazando mis dedos con los suyos mientras caminábamos hacia la salida.
—Está bien. Pero antes quiero un beso —respondió, deteniéndose en seco y mirándome con esa mezcla de ternura y picardía que siempre me desarmaba.
Lo observé con una ceja alzada, sin soltar su mano. Me acerqué lentamente, sintiendo cómo su respiración se volvía más pesada a medida que acortaba la distancia entre nosotros. Sus ojos no se apartaban de los míos, pero cuando mis labios quedaron a milímetros de los suyos, cerró los ojos, entregándose al momento. Sentí su aliento fresco rozar mis mejillas, y por un instante, pensé en concederle lo que pedía.
—Mmm... no.
Mi voz apenas fue un susurro antes de soltar su mano y echarme a correr, dejando una risa ligera en el aire.
—¡Ey, eso no se vale! —gritó detrás de mí, pero su tono estaba cargado de diversión, no de reproche.
Escuché sus pasos siguiéndome y, antes de que pudiera llegar muy lejos, sentí sus brazos fuertes rodearme por la cintura. Un grito de sorpresa escapó de mis labios cuando me giró hacia él en un movimiento que me dejó sin aliento.
—¿Creías que podías huir de mí tan fácilmente? —preguntó, su voz ronca y cargada de emoción.
Antes de que pudiera responder, sus labios encontraron los míos con una urgencia que me tomó por sorpresa. El mundo pareció desvanecerse en ese instante. Su beso era profundo, firme, pero al mismo tiempo lleno de una dulzura que me hacía temblar. Sentí sus manos afianzarse en mi cintura, como si temiera que pudiera escapar de nuevo.
Mis dedos, casi por instinto, se enredaron en su cabello mientras respondía al beso, dejando que la calidez de sus labios se mezclara con la mía.
Cuando finalmente nos separamos, nuestros rostros quedaron tan cerca que nuestras frentes se rozaban. Su respiración era tan agitada como la mía, y en sus ojos brillaba algo que me hizo sentir que el mundo entero podía detenerse en ese momento y no me importaría.
—Sería capaz de perseguirte por todo el mundo solo por un beso —murmuró contra mi boca, su voz baja y cargada de emoción.
Una risa suave escapó de mis labios al alejarme un poco de él y notar que sus labios estaban teñidos de rojo, con las comisuras ligeramente manchadas de mi labial. Seguramente mi maquillaje ya era un desastre, pero en ese momento no podía importarme menos.
—Te queda bien mi labial —bromeé, limpiándolo con mi pulgar mientras él me miraba con una sonrisa divertida.
—Si me lo pones así, estoy dispuesto a usarlo todos los días —respondió, provocándome una carcajada.
Sin poder resistirme, volví a besarlo, ignorando por completo las risas y los murmullos de felicidad de nuestros amigos, que observaban la escena desde la distancia. Al menos hasta que un carraspeo detrás de nosotros rompió el hechizo, obligándonos a separarnos.
—Lamento mucho interrumpir su demostración de amor, tortolitos, pero creo que es hora de ir a casa —bromeó Maxi, con una sonrisa burlona.
—Y con "ir a casa" nos referimos a la tuya —intervino Lena, señalando a Agus con una mirada cómplice—. Estábamos pensando en celebrar el regreso de Aguslina con un asado.
Solté una risa ligera, mientras Agus me abrazaba por la cintura, manteniéndome cerca.
—Lo siento, chicos —se disculpó él, con una sonrisa apenada, mientras yo intentaba limpiar los restos de labial de sus labios con mi pulgar—. Tengo algo que hacer, pero si quieren, vayan ustedes primero. Los alcanzo más tarde.
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Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]
RomancePapá me había prohibido abrir la caja más grande al fondo de su armario, pero la curiosidad me mataba. ¿Que tenía ahí que era tan importante como para que no quisiera que la abriera? Dudé un poco en hacerlo, pero al final decidí abrirla. Dentro, h...