Capítulo 64: Estar contigo.

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C A R O L I N A

Pasamos las siguientes dos horas en casa de Agus, cenando sushi mientras veíamos una película que Pau había elegido. Sin embargo, no pude evitar sentir que ese era mi límite. Cada minuto en esa casa se hacía más pesado, más incómodo.

Por eso, cuando Agus propuso que nos quedáramos a dormir, rechacé la idea de inmediato. Le dije que era mejor que descansara, que necesitaba estar relajado para el día tan importante que le esperaba mañana. Pero la verdad era otra: sentía que yo ya no pertenecía ahí, que mi presencia ahí era una intrusión en ese lugar que mañana se volvería el hogar de la pareja que tanto me quitaba el sueño.

Así que tan pronto terminó la película, me levanté del sillón. No quería quedarme un segundo más. Solo pensaba en salir de ahí lo antes posible.

-Es hora de irnos, cariño. Despídete de papá y deséale suerte -le dije a Pau, quien asintió mientras se levantaba para abrazar a Agus.

-Hasta mañana, papá. Te quiero mucho -dijo Pau con una sonrisa cálida. Antes de separarse, Agus le dio un beso en la frente y una sonrisa.

-Recuerda que todavía tienes tiempo de arrepentirte -añadió Pau, guiñándole un ojo con complicidad. Luego, se excusó diciendo que debía ir a su habitación a buscar sus cosas, dejando tras de sí un poco de tensión cargada en el aire.

Agus rió suavemente, aunque su incomodidad se delataba en el leve movimiento de su cuerpo y en la forma en que bajó la mirada.

-Mucha suerte, Bernasconi.

Forcé una sonrisa, haciendo lo posible por que pareciera genuina cuando levantó la vista hacia mí. Pero el miedo de que pudiera notar la falsedad de mi gesto me impulsó a abrazarlo antes de que lo hiciera. Lo tomé por sorpresa; lo supe porque sus brazos tardaron en rodear mi cintura. Sin embargo, cuando finalmente me estrechó contra su pecho y el aroma familiar de su perfume me envolvió, sentí un nudo en el pecho. Me arrepentí de haberlo hecho. Porque de pronto, me descubrí deseando no soltarlo nunca, quedarme ahí, para siempre. Pero esa idea me desgarró porque sabía que, a partir de mañana, eso sería imposible.

-Gracias, creo que la necesitaré -murmuró contra mi cabello antes de separarnos.

-¿Nervioso? -pregunté, intentando aliviar la tensión en el aire.

-Algo así.

Le sonreí de nuevo, esta vez con más calma, tratando de transmitirle seguridad.

-Relájate. Ya verás que todo saldrá bien. Vanessa te ama muchísimo -dije, sintiendo cómo las palabras me raspaban por dentro. Porque yo también lo amaba.

Agus titubeó un momento antes de responder, con algo en su mirada que no supe descifrar.

-La cuestión es que, yo no estoy...

El sonido de pasos bajando las escaleras interrumpió su confesión. Paulina apareció, anunciando que estaba lista, y el momento se desvaneció como un suspiro en el aire.

Sin más que decir, salimos de la casa y subimos a mi camioneta. El trayecto hacia mi departamento no era largo, pero sí lo suficiente para que Paulina terminara profundamente dormida en los asientos traseros. Apenas estacioné, tuve que despertarla con suavidad, aunque me dió pena hacerlo. Entre bostezos y con los ojos apenas abiertos, me siguió tambaleante hasta el interior. No pasó mucho tiempo antes de que se desplomara sobre el sillón de la sala, volviendo a caer en el sueño.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora