XXIX

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Tom.

Los padres de Eleonor llegaron al hospital poco antes que a mi novia la trasladarán a una habitación. Yo mismos los llamé.
Sé que era tarde, pero era algo que debían de saber.
La madre de Eleonor, tenía los ojos rojos, señal que había estado llorando. Fue ella misma la que preguntó que le había sucedido a su hija.
- Pero, ¿esa chica no estaba en la cárcel?- preguntó Pedro, el padre de Eleonor.
- He estado hablando con mi abogado y me ha dicho que tiene un abogado demasiado bueno. No sabe cómo se las ha arreglado para sacarla de la cárcel y solo pagase una multa.- dije.
Nos encontrábamos en una sala de espera, solos, a esperas que nos avisarán que ya habían trasladado a Eleonor a una habitación.
Me dolía la cabeza, solo de pensar lo que hubiera pasado si Eleonor no me hubiera llamado o yo hubiera tardado un par de minutos más en llegar al lugar donde había ocurrido todo.
Suspiré mientras daba vueltas a la sala.
- Habrá que hacer algo más. No quiero que esa chica mate a mi hija. Mi niña no se merece esto- dijo Caroline aguantando las lágrimas.
- Toda la culpa la tengo yo por dejarla sola y en confiar que no le pasaría nada. Les juré que la protegería con mi vida y no he cumplido- dije pasándome las manos por la cara.
- No es tu culpa, hijo, si no de esa loca que está obsesionada contigo- dijo Pedro - No te culpes de nada. Demasiado haces por nuestra hija.
- Tom- me llamó Caroline - Anda, siéntate aquí- dijo señalando el asiento que había a su izquierda.
Así lo hice. Me senté a su izquierda y ella me tomó de las manos y, mirándome a los ojos, me dijo:
- No tienes por qué preocuparte, Tom. Sé lo bueno que eres, mi hija habla maravillas de ti desde mucho antes de conocerte en persona. Sabemos lo que haces por ella, desde que la conociste rodando la película. La ayudas desde el minuto uno, la ayudas con todo esto de la prensa y de este mundo de fama. Ella sabía muy bien en todo lo que se metía al ser tu novia. Claro que hay miles de chicas que le tienen envidia al estar contigo, pero también hay el doble de chicas que la apoyan. Ella te quiere con toda su alma, sé que nunca a estado tan enamorada de nadie como lo está contigo. Lo has echo todo perfecto, Tom. Nadie sabía que esto iba a volver a suceder. Esa chica no debió salir de la cárcel, pero vamos hacer todo lo posible entre todos para que no vuelva a suceder y ni salga de ahí durante mucho tiempo. Ahora, secate esas lágrimas, que a Eleonor no le va a gustar verte ni a ti ni a nosotros así, ¿De acuerdo?
Asentí, pues en ese momento las lágrimas caían sobre mi cara. Cerré los ojos y bajé la cabeza. Sentí como Caroline me abrazaba y tuve la necesidad de abrazarla y llorar, para soltar todo lo que llevaba dentro. Así lo hice. No pude aguantar más.
Caroline me siguió abrazando y acunando en sus brazos, como si fuera mi propia madre, sin decir nada, hasta que yo logré calmarme.
- Perdón, no quise molestarte, pero la situación me ha podido...- comencé a decir.
- No hay por qué pedir perdón, Tom. Sabes que te queremos como a un hijo. - dijo Caroline sonriendo.
Abrí la boca para contestar, pero no llegué hacerlo, pues una enfermera entró en la sala.
- ¿Familiares de Eleonor Ponce?- todos asentimos- Pueden pasar a la habitación de la paciente. Está en la 922. La habitación es privada, solo estará ella.
Salió y nosotros nos levantamos para ir a la habitación de mi novia.

Al llegar, me quedé paralizado en la puerta de la habitación.
No podía entrar, no, y más después de lo sucedido. Volví a cerrar los ojos y inspiré, debía de tranquilizarme. Y más, después de lo que había dicho la madre de Eleonor.
Pero no podía dejar de pensar que la culpa, en cierta manera, era mía.
- Vamos, Tom- oí decir a Caroline, quien agarró mi mano para entrar.
- Pero yo...
- No es culpa tuya, recuérdalo - dijo y tiró de mí.
¿Por qué pensaba así a mis treinta y tres años? Debía de dejar de pensar tan negativo.
Seguí a los padres de Eleonor hacia el interior de la habitación y allí, en la cama, estaba ella, dormida. Sólo tenía conectado a su brazo derecho un gotero y puesto la máscara de oxígeno. Se le notaba un hematoma alrededor del cuello. Pero seguía estando algo pálida.
Me apoyé en la pared, mirándola, sin creer que eso había vuelto a suceder.
Noté las lágrimas de nuevo recorriendo mi cara, mientras la veía, en la cama, con sus padres. Caroline estaba sentada en una silla, con la mano derecha de su hija entre sus propias manos y, Pedro, estaba de pie, a los pies de la cama, a escasos pasos de mí.
No soportaba la idea de volver a verla en una cama de hospital, y más aún, por la misma razón que hace unos meses. No era justo, y mucho menos para ella.

Noches de Plata (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora