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Septiembre 2022


Eleonor.

¿En qué momento habían pasado los nueve meses de embarazo? No me había enterado de que el tiempo hubiera pasado tan ligero.
Y aquí estaba yo, redonda como una pelota, con dos bebés dentro, a punto de explotar.

Estaba sentada en la habitación de las bebés, en una de las mecedoras que habíamos instalado junto a la ventana. Suspiré mirando la habitación.
Todo estaba preparado, las cunas, el armario con la ropa de las bebés, una gran estantería con libros de cuentos y montones de peluches que su padre se había encargado de comprar.
Volví a suspirar, mientras me acariciaba mi abultadisimo vientre, y sonreí a la vez que miraba la habitación.
Tom también se había encargado de colocar el nombre de cada bebé en sus cunas, Helena y Brenda. Dos preciosas cunas en madera blanca con sábanas en color marfil esperaban a sus dueñas.

La puerta de la habitación se abrió y Tom apareció por ella, poniéndose bien una camiseta. Se acercó a mí y me besó en los labios.
- ¿Cómo estás, cariño?- me preguntó.
- Creo que voy a reventar en cualquier momento - respondí.
Mi novio rió.
- No seas exagerada, Eli.- reí - Por cierto, Daniel me ha llamado. Dice que vendrá con Erin en unos días. Dice que tiene algo que decirnos.
- Estuve hablando ayer con él y no me comentó nada.
- Se le pasaría, cariño.
Me encogí de hombros. Algunas veces, los hombres eran un caso con tantos secretos.
Intenté incorporarme, pero me costaba mucho hacerlo, así que Tom me ayudó a levantarme.
- Uff, no veo el momento en el que nazcan- dije suspirando mientras me dirigía a la puerta de la habitación de mis hijas para salir.
- En cualquier momento, mi vida - respondió Tom.
- Va a doler mucho- dije conteniendo un puchero a la vez que salimos de la habitación.
Aquella frase la repetía constantemente desde que nos dijeron que íbamos a tener dos bebés.
Tom cerró la puerta y me abrazó por los hombros.
- Yo voy a estar cada momento contigo, no te dejaré sola nunca.- dijo y me besó en la frente.
- Lo sé - dije agarrándolo por la cintura.
- Anda, bajemos a cenar. Después, subimos a la habitación y te daré un masaje en los pies, te vas a sentir muy bien.
- ¿Qué he echo yo para merecerme a este hombre, Señor?- pregunté mirando hacia el techo.
- Presentarte a aquel casting- Tom me dio la respuesta.
Sonreí.
Desde luego que aquel casting cambió mi vida en muchos aspectos.

Después de cenar, subimos de nuevo a nuestra habitación y, mientras me tumbaba en la cama, observé cómo, en uno de los sillones que teníamos allí, estaba la bolsa para el hospital, preparada para cogerla en el momento en el que me pusiera de parto.
Tom se sentó a mis pies y, con una crema, empezó a masajearme los pies.
Se sentía tan bien, sentía un gran alivio en ellos...
Poco después, fue al baño a lavarse las manos y regresó a la cama, para tumbarse a mi lado.
-Buenas noches, cielo- dijo dándome un beso en los labios.
- Buenas noches, cariño - dije mientras me tapaba mejor con las sábanas.

No sé qué hora sería, pero me desperté algo sobresaltada. Noté que la cama estaba mojada. ¿Acaso me había hecho pis encima y no me había dado cuenta?
De repente, caí en la cuenta que no era pis, si no que habia roto aguas.
Respiré hondo, no podía perder los nervios. Me levanté de la cama poco a poco y me dirigí hacia la ducha. Aún no tenía contracciones, podría ducharme y después llamar a Tom. Si, si, así lo haría.
Me metí en la ducha y abrí el grifo. Me duché y, al salir, me dió una contracción. Tuve que agarrarme al lavabo.
"Vamos, Eleonor, tú puedes", me animé sola.
- Chicas, esperad que mamá se vista y avise a papá, por favor.- dije mientras me ponía la ropa interior.
Me puse un vestido ligero y volví a entrar en la habitación. Tom dormía profundamente.
Me acerqué lentamente a la cama, hacia el lugar de la cama donde dormía Tom y lo moví un poco para despertarlo.
-¿Qué pasa?- preguntó aún con los ojos medio cerrados.
- He roto aguas- respondí.
- ¿Cómo?- dijo levantándose de golpe de la cama.
Di un paso hacia atrás y sentí otra contracción. Tom acudió a mi lado en un segundo, sujetándome por la cintura. Me ayudó a sentarme en la cama mientras él se vestía a la velocidad del rayo.

Íbamos en el coche, camino del hospital, cuando me dió una tercera contracción, esta vez más fuerte.
- Aguanta cariño, ya llegamos- dijo Tom agarrando mi mano.
Yo asentí, con mi otra mano en mi barriga, respirando hondo de nuevo.

Llegamos al hospital e, inmediatamente, me metieron hacia paritorios, pues Tom se había encargado de llamar por teléfono mientras veníamos.
Cuando me quise dar cuenta, estaba tumbada en la camilla, con un camisón y varios médicos mirando mis partes más nobles. Sinceramente, en ese instante no estaba yo para fijarme en esas cosas, sólo pensaba en que nacieran mis niñas bien.
Yo estaba como ida, no me había dado cuenta cuando me pusieron la epidural, ni cuando me había desnudado y puesto aquel camisón, y mucho menos cuando me tumbé en aquella camilla.
Y allí estaba yo, en una camilla, con Tom a mi izquierda, agarrándome de la mano mientras la matrona me decía que empujara.
- Tranquila, Eleonor, las niñas pueden nacer perfectamente por parto natural. Están bien colocadas y tú estás bien dilatada. Sólo empuja cuando yo te diga, ¿de acuerdo?
- De acuerdo. Esto va a doler- dije a mirando a Tom.
Miré de nuevo a la matrona y vi como una enfermera miraba a Tom, embobada. Si no estuviera en aquella situación, le diría alguna que otra cosa.
Sentí venir una contracción y la matrona dijo que empujara. Y así hice.
Uno, dos, tres y hasta seis empujones para que viniera al mundo mi primera hija. Me sentí algo aliviada cuando la oí llorar.
Suspiré cuando sentí otra contracción, indicándome que mi segunda hija también quería salir. Apreté la mano de mi novio como nunca. Aquello dolía mucho, bueno, mucho no, demasiado.
Empujé, un último empujón y mi hija saldría. Así lo hice y escuché otro llanto.
Al fin, mis dos hijas habían nacido.
Me tumbé, rendida, hacia tras en la camilla. Estaba agotada. Traer dos criaturas al mundo era agotador. Cerré los ojos un segundo mientras notaba como Tom me daba un beso en la frente.
- Eres la mujer más fuerte que he conocido. Te quiero, Eleonor.
Sonreí, no tenía fuerzas ni para hablar.
- Señora, ¿quiere ver a sus hijas?- oí decir a una de las enfermeras.
Abrí los ojos y asentí.
Me colocó cada bebé en los dos brazos. Eran tan pequeñas, pero a la vez tan bonitas. Sentí las lágrimas caer por mi rostro. Sentí los brazos de Tom alrededor de mis hombros. Me sentí la mujer más afortunada del mundo en ese momento.

Estaba descansando en la habitación, con Tom sentado en el sillón que había allí, cuando llegó otra enfermera con las bebés en una cuna de esas que hay en los hospitales. Me incorporé un poco para ver a mis hijas, mientras mi novio se levantaba para ponerse a mi lado. La enfermera nos dió algunas indicaciones y se marchó.
Nos quedamos mirando a las bebés, dormidas en aquella cuna. Miré sonriendo a Tom, quién no apartaba la mirada de las niñas.
- Bienvenidas al mundo, Brenda y Helena Felton- dije.
Tom me miró, sonrió y me dio un corto beso en los labios.
Si, desde luego que era afortunada.



Perdón por tanto tiempo sin actualizar. Prometo volver a escribir más seguidos.
Un beso a todas!!!

Noches de Plata (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora