Memories

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-Eli... ¿Cómo es que sabes todo lo que sucede?-

Preguntó Edgar. Eli levantó su rostro un poco, dejando ver una dulce sonrisa en sus labios. Eli soltó una pequeña risa, colocando los codos en la mesa y posando su mejilla sobre la palma de su mano.

-Edgar, te lo he dicho antes, todo me lo cuenta un búho~-

Edgar frunció el ceño, ya iban varias veces que recibía esa respuesta. La curiosidad de Edgar apareció cuando, hace 3 días, Eli le preguntó sobre lo sucedido en la florería del joven Joseph; al parecer, él sabía lo que Edgar había visto y escuchado. Al menos se sentía aliviado de que él no creyera que necesita descansar más horas o que incluso esta alucinando.

-Eli, ¿por qué escucho esas cosas?-

Eli guardó silencio, la sonrisa que antes tenía se había desvanecido lentamente. El vidente suspiro, negando con la cabeza. Eli intentó esbozar una sonrisa que pudiera calmar los nervios del pintor, más esto no funcionó, incluso Edgar sabía que el joven vidente estaba más nervioso que él. 

-No te preocupes, Edgar-

Fue la única respuesta que recibió de su parte. Edgar suspiro, dejando ver su frustración, realmente quería saber que estaba pasando. Sentía que debía proteger a alguien, sentía que tenía que liberar a alguien, pero él no sabía a quien. ¿Quizás a Luca? ¿Andrew? ¿Victor? Edgar negó con la cabeza, tratando de olvidar aquel pensamiento. Quizás no era nada, o quizás es el comienzo de algo grande. Edgar frunció el ceño, tenía que despejar su mente de alguna manera. El castaño se despidió de Eli, para luego ir a buscar a Victor. Buscó en cada pequeño y gran pasillo, en cada lugar, aun que fuera el más pequeño, pero no había ni rastro de Victor. Cuando estaba decidido a rendirse, se quedo de pie al final de un pasillo, escuchando las risas de Andrew, escuchando las palabras que indicaban que Victor estaba con él. Al asomar su cabeza, pudo ver a Victor rodeando a Andrew con sus manos, El chico de tes pálida correspondió a la acción, posando su mentón en el hombro del rubio. Aquel era un dulce pero muy empalagoso momento para el gusto del pintor, así que decidió dejarles su espacio para expresar lo mucho que se quieren, como los "amigos" que dicen ser. Edgar estaba un poco frustrado, el dolor de cabeza se hacía cada vez más intenso, dejando al castaño un poco mareado. ¿Por qué de repente su cuerpo pesaba tanto? debía encontrar a Luca, pero el miedo invadió por completo su esbelto cuerpo. El castaño se tambaleaba a su vez que bajaba el ritmo de su caminata, sentía que sus ojos se cerrarían en cualquier momento, que en cualquier momento perdería el conocimiento y se quedaría en el suelo, inmóvil. Mientras caminaba agarrándose de las paredes, pudo ver una silueta a lo lejos, parecía estar intentando llamar su atención, pero se sentía tan débil que apenas podía ver con claridad. Al poco tiempo, sintió que sus piernas dejaron de moverse, sus ojos se cerraron lentamente mientras veía todo pasar en cámara lenta, lo último que vio fue; una silueta alta acercándose rápidamente hacía él, tal vez llamándolo... Luego de eso, todo se torno negro, Edgar había perdido el conocimiento.


Edgar se despertó sentado en el jardín de una gran mansión, ¿Cómo es que había llegado hasta allí? ¿Dónde estaba? 

-¡Edgar!-

dirigió su mirada hacía la persona que lo había llamado, al parecer, era un niño de apenas ocho años... No podía ver sus ojos, estaban tapados por una línea negra. El pequeño castaño paso corriendo a su lado, esto lo confundió, ¿Qué acaso no lo había visto?

-L#c4, ¡te he dicho que no arranques flores de mi jardín!-

Edgar se giró hacía aquella voz tan familiar, su sorpresa fue grande cuando se vio a el mismo, solo que unos años más joven.

-Lo siento, Eddie, pero esta flor es muy bella... Claro que no tanto como tú, pero es un buen presente para ti-

-Vamos, L#c4, no seas cursi-

Recuerda, recuerda... Tengo que recordar... 

-¡Eddie! ¿No lo aceptarás?-

Recuerda, vamos... Recuerda... ¿Cuál es su nombre?....

-¡Eddie!-

-L#c4, deja de molestar-

-Niños, no tienen que pelear...-

Edgar dejó de esforzarse al escuchar esa voz femenina, pero al parecer, ni aquel chico ni su versión más joven la habían escuchado... Ahora que intenta recordarlo, nunca había escuchado esa voz en su vida, ni tampoco había visto a esa chica. La chica se paseó por el jardín, para por fin, acercarse a los dos infantes y acariciar su cabeza. 

-¡Eddie! ¿has sentido eso?-

El pequeño pintor asintió, mirando hacía todas partes y colocando su mano en su cabeza. El joven que estaba con Edgar en el jardín lo rodeó con sus brazos, acariciando su espalda y susurrando unas palabras que no pudo escuchar. La chica soltó una pequeña risa por lo bajo, luego, se giró hacía el pintor, dejando ver las marcas que tenía en su cuello. La chica llevaba un velo blanco con flores, un vestido largo blanco y solo llevaba un tacón puesto, mientras que su pie izquierdo estaba descalzo. Esta se acercó hacía el pintor, posando su pálida mano en las vivas mejillas de Edgar. Edgar no se quitó, solo espero hasta poder sentir las caricias de la chica, la cual, le sonreía con dulzura. Esa sonrisa, esa sonrisa la conocía de algún lado... 

-Recuerda, Edgar...-

Susurró la mujer por lo bajo, su voz estaba rasposa, pero aun así, sonaba acogedora y dulce. Edgar miró el suelo, no podía recordar el nombre del chico, ni el lugar en donde estaban. Al levantar la mirada, pudo ver a la chica sentada en un columpio de madera para dos, ella palmeo el espacio que quedaba libre. Edgar se acercó, sentándose a su lado y recargando su cabeza en su hombro. La chica soltó una risita, comenzando a tararear una melodía que se le hacía familiar.

-¡Eddie! ¿Quieres bailar?-

Pregunto el joven desconocido, extendiéndole la mano a Edgar. El pequeño pintor no estaba muy seguro, pero poco tiempo después, tomó la mano del chico, el cual posó su mano en la cadera del joven pintor, haciendo que Edgar pusiera la suya en el hombro contrario.

-Claro que quiero, Luca-

Edgar abrió sus ojos de golpe, mirando a ambos chicos bailar en el jardín con poca iluminación, un jardín bajo una resplandeciente luna, un jardín lleno de flores donde abundaban las gardenias. Luca, era Luca Balsa, estaban en su mansión, en la mansión de sus padres... La chica miró a Edgar, acariciando su cabeza.

-¿Lo recordaste?-

El chico asintió, regresando su mirada a la joven de vestimenta blanca.

-Luca... ¡Luca!-

Lo último que pudo ver Edgar antes de que el lugar se volviera un mar de oscuridad, fue la sonrisa de la chica.


-¡Edgar!-

Edgar abrió sus ojos de golpe al escuchar la voz de Luca llamándolo. Este suspiró aliviado, abrazando al pintor. Victor miró la escena con una sonrisa, secándose una lagrima que se derramaba por su mejilla. Edgar correspondió al abrazo, el cual se prolongo unos segundos más, hasta que Luca lo soltó y colocó sus manos en sus mejillas.

-Me habías preocupado...-

El inventor no terminó de hablar, ya que Edgar lo interrumpió.

-Luca, te recuerdo-




Blome | EdlucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora