The third book

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-Victor, ¿Qué es esto?- 

Cuando el rubio dirigió su mirada hacía el castaño, su rostro palideció. La expresión de Victor fue toda una sorpresa para el castaño, para su sorpresa, Victor parecía haberse congelado, no se movía ni decía una sola palabra. Victor se acercó a paso lento hacía el castaño, como una persona que busca acercarse a un caballo sin alterarlo. Cuando por fin estuvo frente a él, le arrebató el libro, dejándolo en la estantería de nuevo. Edgar frunció el ceño, aquello había sido un poco grosero por parte de su mejor amigo; Edgar quiso protestar, más fue callado por la helada mano sobre su mejilla. Victor no lo miraba con frustración o maldad, lo miraba con aquella dulce y suave mirada, tal cual como la mirada de una madre. "Edgar" fue lo que pudo leer de los labios del rubio, quien suspiro con pesadez. 

-"¿Encontraste lo que buscabas?"-

-Si, gracias, Victor-

Victor le sonrió al castaño, dejando caer su mano de la mejilla del pintor, el cual simplemente le devolvió la sonrisa. Edgar sabía que no debía preguntar más, las probabilidades de que Victor volviera a sufrir con esos dolores que aparecían al hablar de algo que asechaba a la organización no le agradaban. Victor observó al castaño, señalándole el diario y luego la salida. Si Edgar no lo conociera, diría que lo estaba corriendo, más sin embargo, le estaba diciendo que regresará el diario cuando pudiera. 

-Claro, lo haré-

Victor asintió, bajando las escaleras en dirección al primer piso de la biblioteca. Edgar no lo siguió, se dirigió con calma a la estantería en donde estaba el libro; lo observó un momento y luego dirigió su mano hacía el libro. Al tocar el libro con las yemas de sus dedos se detuvo, negó con la cabeza y desvió su mirada hacía otro lugar. Se giró en dirección a las escaleras, pero no tardó mucho en sentir un peso fuera de lo normal en su bolsa; quizás aquello no era nada, quizás solo estaba muy cansado, por lo cual no le tomó importancia. Edgar miró las escaleras, dirigiéndose hacía estas con rapidez, esperando que Victor no sospechará de él por quedarse viendo el dichoso libro. Al llegar al primer piso, observó a su alrededor, notando que el rubio se había perdido entre las estanterías. Aquello era algo extraño, hace algunos segundos estaba parado en las escaleras, ¿a donde pudo haberse ido?


. . .


Al tocar la puerta de la casa de Luca, pudo escuchar unas risas viniendo del interior de la casa, unos segundos antes de que el inventor abriera la puerta. Al ver a Edgar, Luca lo tomó por las mejillas, dándole pequeños besos por todo el rostro.

-¡Eddie! No hagas eso, si te vas a ir, avísame- 

-Te avise, pero estabas ocupado-

-Eddie, cariño, ¿no te lastimaste?-

Edgar carraspeó, preguntándose como reaccionaría el inventor si le dijera que había lastimado su auto. Al notar la expresión pensativa del pintor, la sonrisa del inventor fue borrada lentamente de su rostro. En ese momento sintió la necesidad de ir a ver lo que había pasado con su auto. 

-Eddie...-

-Solo fueron unos rasguños, te los pagaré-

Los ojos del inventor se abrieron como platos, por la expresión de su cara pudo darse cuenta de que quizás estaba preocupado por su auto.

-Amor, ve entrando a la casa, voy a ir a ver el auto-

Y sin dejar que Edgar pudiera decir algo más, salió a pasos rápidos pero torpes hacía el exterior de la casa.  Edgar chasqueó la lengua, entrando con prisa al interior de la casa. Una vez adentro, el pintor subió las escaleras a pasos rápidos, comenzando a sacar el diario de su bolsa. Mientras Edgar caminaba en dirección a la habitación de Luca, se topó con su pequeño conejo, quien lo miraba con los ojos bien abiertos. 

-Ratio, tesoro, tienes que ver esto- 

Dijo el castaño, sin detenerse ni un momento. El pequeño conejo lo seguía, intentando morder el zapato del pintor. Al llegar a la habitación, dejó el diario en la suave cama, buscando en el escritorio el diario que le había dado su "mejor amigo" o al menos lo que intentaba hacerse pasar por él. 

-¡¿Por qué mierda no esta?!-

El castaño chasqueó la lengua, desviando la mirada hacía la estantería de su pareja. Al intentar moverse hacía esta, sintió un peso en su pie izquierdo. Al bajar la vista, pudo ver a Ratio encima de su zapato, mordiéndolo. Edgar soltó una pequeña risita, agachándose hasta la altura de su zapatos y tomando en sus manos al conejo para colocarlo en el suelo.

-Ratio, deja los zapatos de papá-

Luego de acariciar las orejitas de su pequeño conejo, se enderezó, regresando su mirada hacía la cama, notando que el diario que buscaba estaba sobre esta. Un escalofrío recorrió su cuerpo, él no había movido ese diario. Se acercó con lentitud, observando un tercer libro que no había notado. Los tres libros estaban acomodados en forma de pirámide, ambos diarios mostraban la portada, mientras que el tercer libro desconocido mostraba la contraportada. Cuando Edgar notó esto, acercó muy lentamente su mano hacía el libro; cuando por fin lo tocó, lo tomó con cuidado y lo volteó, notando que era el libro de la biblioteca "Blome". Su corazón comenzó a latir con fuerza, mientras su mente buscaba una razón coherente por la cual estaba ahí el libro. Sus nervios comenzaban a ser presentes, mientras que los libros comenzaban a brillas con intensidad. Los libros comenzaron a destellar y a brillar, dejando ver una conexión azul entre estos tres. Repentinamente el reloj que tenía Luca en la mesita de noche, comenzó a marcar números distintos, como si las horas pasaran tan rápido. Primero marcó las 5, las 6, las 7... Y luego marcó números que ni siquiera cabían en los minutos u horas. 27:66, 87:96... 06:66... Las horas eran un misterio, mientras que las ventanas comenzaron a abrirse, dejando correr por todo la habitación un viento helado, un viento  tan fuerte que movió todo lo que se encontraba en ese lugar. El viento era tan helado que le dolían los pulmones de tan solo respirar, mientras que el balance entre el día y la noche se había perdido. De repente, la misma risa que había escuchado en la biblioteca falsa se hizo presente, mientras pronunciaba una y otra vez su nombre. Edgar cerró sus ojos con fuerza, tapando sus oídos con sus manos y dejándose caer al suelo. El viento helado se había convertido en un tornado, un tornado que se había creado en la habitación. El reloj comenzó a sonar, haciendo que el castaño abriera sus ojos de golpe. 

-Edgar... Amor, ¿Qué estabas mirando?-

Edgar miró a su pareja, quien lo miraba con esa hermosa sonrisa que solo él tenía. Luego miró hacía el reloj, el cual marcaba la hora correcta; 4:32 p.m. Después dirigió su mirada hacía la ventana, aun era de día, por último miró la cama, sorprendiéndose por la desaparición de los diarios y el tercer libro. Edgar se abrazó a si mismo, dejando salir un suspiro, un suspiro en el cual se pudo notar el aliento helado. El castaño se tambaleó hacía su novio, dejando ver su cansancio. El inventor lo recibió con un fuerte abrazo, haciéndolo sentir un poco de calor.  


Blome | EdlucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora