Blome | Edluca

Gloom

El espíritu de aquella chica freno en seco, haciendo resbalar al pintor con la tela  de la cola del vestido de la joven; al parecer ella también lo había escuchado. En la inmensa oscuridad del pasillo, solo se pudo escuchar un fuerte golpe, acompañado de un quejido proveniente del pintor. ¿Cómo era posible que Edgar pudiera resbalarse con el vestido de un espíritu? No lo sabía, es como si la chica se hubiera vuelto de carne y hueso.

-Tienes que irte, Edgar-

Habló, llamando la atención del castaño. La chica se arrodillo frente al castaño, colocando su mano en la mejilla contraria. Edgar no rechazo el dulce tacto de aquella chica, puesto que se le hacía muy familiar. 

-Al menos dime tu nombre-

La chica lo miro, sosteniendo una mirada firme pero suave. Edgar no podía ver nada en esa gran oscuridad, solo podía sentir la mirada del espíritu. La joven dudo un momento, la voz llamando a Edgar se hacía cada vez más fuerte, así que sin darle tantas vueltas al asunto, respondió con palabras torpes y rápidas. 

-Mi nombre es Olivia-

Edgar no tuvo tiempo de decir nada más, puesto que unas fuertes pisadas pusieron en alerta a Olivia, quien se levantó y arrastró con fuerza a Edgar hacía una sala vacía de la biblioteca. "-justo la sala en donde estaba Luca...-" Pensó el castaño, quien observó a su alrededor buscando algún rastro de su amado. Ahora estaba convencido de que no estaba en el mundo real. 

-¿Qué estamos haci...-

Edgar no terminó de formular su pregunta en cuanto la castaña colocó su mano sobre la cabeza del contrario, haciendo que este se agachase hasta quedar por debajo de las ventanas de la habitación. Fuera de la habitación se podían escuchar fuertes y rápidas pisadas, unas pisadas de algo que llenaba el ambiente con desesperación. Al cabo de unos segundos, las pisadas dejaron de escucharse, se habían perdido por el largo pasillo. 

-¿Qué eran esas cosas?-

-Son sus creaciones- La castaña hizo una pequeña pausa para apartar una parte del velo que cubría la parte superior de su rostro. -Edgar, no deberías de estar en este lugar... Este lugar es una biblioteca, si, pero no es real-

Olivia frunció el ceño al notar como Edgar levantaba una de sus dos cejas en forma de duda o quizás en forma sarcástica. La castaña suspiró, sentándose a un lado del pintor y encendiendo una pequeña luz color azul en la palma de su mano. 

-¿Ahora me crees?-

Edgar asintió, intentando articular palabra, más de su boca no salía ni un solo sonido. Pasaron unos cuantos segundos, segundos en los que Edgar observó con curiosidad los hermosos ojos azules de Olivia, unos ojos tan vivos, carentes de maldad y llenos de bondad. Un azul tan similar al azul de sus propios ojos. 

-¡Edgar!-

El pintor se tensó al escuchar la voz de Luca hablándole, no era posible que Luca estuviera con él. Él se levantó, buscando con la mirada al inventor, esperanzado porque todo eso fuera una gran pesadilla, que Luca fuera la luz que lo despertará. Más no sucedió así, Olivia lo jaló del brazo, haciéndolo caer al suelo.