Garabato

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Garabato



"Me siento extraño usando esa palabra, pero no hallo mejor definición de lo que siento, algo ha cambiado en mí cuando lo veo... Es probable que no tenga ninguna posibilidad de ser correspondido, pero eso no evita que me suceda... Me estoy enamorando de Harry Potter"

Era verano, Harry había sido admitido como integrante de la Orden del Fénix luego de la muerte de Sirius. Ya tenía tiempo que no lloraba por él, debía concentrarse en ganar la guerra y vengarlo.


Casi cada tarde tenían reuniones, lo que el ojiverde consideraba completamente inútil, jamás se llegaba a nada en concreto. No le encontraba lo importante al hecho de que estaban intentando relacionarse con Políticos y Funcionarios públicos que supuestamente les ayudarían a modificar algunas leyes, y mucho menos a la intención de Dumbledore de acercarse a los Centauros, ellos jamás accederían a trabajar ni de un lado ni de otro.


Harry tan sólo salía de su adormecimiento cuando tocaba el turno de hablar a Snape. Sin darse cuenta de cuándo sucedió, había dejado sus rencores hacia el Profesor de lado. Sentía intrigado como pasó de culparlo de todo a esperar ansiosamente sus comentarios durante las reuniones. Le interesaban sus averiguaciones como espía de Voldemort. A él le correspondía encontrar pistas para dar con los horrocruxes, y gracias a eso, tenían la mayor parte de ellos localizados, tan sólo faltaba saber cómo destruirlos.


Algo que frustraba al ojiverde, es que luego de exponer sus investigaciones, Snape proponía alguna acción para poner en marcha, pero siempre había alguien que le interrumpía pretextando ser demasiado riesgoso. Entonces el Profesor callaba y no insistía en terminar de plantear sus ideas.


Al principio Harry se sentía molesto con él por ese motivo, por no mostrarse lo suficientemente interesado en hacerse escuchar, pero con el paso del tiempo comprendió porqué lo hacía... Porque la respuesta de Dumbledore siempre era la misma, tal y como sucedió en aquella ocasión.


— Muy interesante, Severus, pero Arthur tiene razón, no tiene caso arriesgarnos a ser descubiertos en el Ministerio, prefiero que nos esperemos a tener todas las piezas del juego bien conocidas y entonces dar el siguiente movimiento.


Invariablemente era lo mismo, así que Harry creía que él también tendría que resignarse a que nada ni nadie haría cambiar de opinión al Director de Hogwarts y cabeza de la Orden del Fénix.


Una noche, se encontraba solo en la cocina de Grimauld Place cuando arribó Snape. Éste se quedó de pie cerca de la puerta por unos segundos, como si dudara en acercarse, pero al final lo hizo. Se sentó junto a Harry en la banca larga de la cocina y continuó en silencio.


— Profesor... —empezó Harry, haciendo girar la taza de su chocolate con algo de nerviosismo—... ¿puedo preguntarle algo?

— ¿Qué más da?

— ¿Cuál era su plan para recuperar el papiro antiguo que podría ayudarnos a destruir los horrocruxes?

— ¿De verdad le interesa saberlo, o sólo quiere burlarse? —preguntó arqueando una ceja.

— Quiero saberlo. —afirmó frunciendo el ceño—. Pienso que lo poco que dijo deja ver que es una buena idea.

— El hecho de que usted piense eso me hace dudar de mi buen juicio.

— Bien, pues luego no diga que nadie le apoya.

— Yo jamás me quejo, Potter.

— ¡Pues debería, porque no es justo que de inmediato den por desechado los planes sin siquiera terminar de escuchar!

— Tal vez porque es cierto, ninguno de ellos se arriesgaría a perder su empleo en el Ministerio, recuerde que tienen familia en la cual pensar.

— Perfecto, pero ni usted ni yo tenemos empleo en el Ministerio ni familia en la cual pensar, así que podríamos hacerlo nosotros.

— Potter, actuar por impulso no es la solución.

— ¡Pero es que estoy cansado! —exclamó desesperado, pero enseguida sacó el aire de los pulmones para tranquilizarse, miró sus manos jugueteando nerviosamente con los dedos—. Me siento un tonto garabato, algo sin sentido, que no tiene pies ni cabeza... Necesito tomar forma, saber qué soy realmente. Por favor, Profesor... ya no más seguir esperando, y aquí parece que es lo único que quieren hacer. ¿Qué me responde?... ¿Lo haremos?


Severus miró fijamente a los ojos verdes que le observaban en espera de una respuesta. Notó en ellos la determinación de querer realmente llevar a cabo el plan. El ojinegro supo entonces que sería la imprudencia más grande de su vida, cualquier plan en el que Harry estuviese de acuerdo tendría que ser considerado temerario y absurdo, destinado por completo al mayor de los fracasos. Por eso, se sorprendió a sí mismo cuando terminó asintiendo aceptando ir contra las reglas acompañado por el chico.


Tres noches más tarde, Dumbledore tenía en sus manos el papiro que tanto ansiaba, no tenía idea de cómo una lechuza llegó hasta él para llevárselo, pero luego de comprobar que se trataba del original, sonrió complacido y feliz... ahora iban un paso delante de Tom.


Nadie en la reunión se dio cuenta que Harry y Severus intercambiaban una mirada cómplice, había sido una noche ajetreada para ellos. No resultó fácil burlar la vigilancia para que Harry pudiera salir de Grimauld Place, pero gracias a un hechizo de Snape pudo lograrlo. Juntos llegaron al Ministerio, y ahí unieron la suerte de uno y la inteligencia del otro para poder adentrarse a la cámara que guardaba el papiro, burlaron a los guardias y antes de que nadie pudiese notarlo, estaban de regreso en Grimauld Place sin poder creer que lo habían logrado.


Harry le sonrió, y sin que él mismo se diera cuenta, se mordió el labio inferior placenteramente... le gustó trabajar con Snape, le emocionaba saber que tenía un secreto con él, un orgullo enorme le hinchó el pecho y no podía disimularlo, sus ojos brillaban intensamente. Y cuando el Profesor arqueó una ceja intrigado por eso, el chico bajó el rostro, sonrojándose al máximo por aquella perturbadora mirada.

Garabato enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora