Cap VII

1K 187 58
                                    

Wei Ying podría vivir así. Honestamente, no le importaba dormir en el suelo, él estar trabajando todo el día, aún si sus huesos están agotados y despierta con nudos en la espalda. Podría hacerlo todos los días si tiene a Jiang Cheng allí, diciéndole grosería, haciendo bromas, con su humor negro y sacastico picando bajo la piel. Quien lo empuja cuando está en la embarcación y se entretiene haciendo nudos con las redes, mientras lo escucha hablar sin parar.

Si, puede vivir allí, cansado y tirándose en la estera mientras escucha a los niños jugar o siente los dedos de A-Feng recogiendo mechones para hacerles trenzas, mientras A-Jun picotea las mejillas de él y juega a que lo va a morder. Puede quedarse allí con Lan Zhan alimentándolo en la boca y la calma de XiCheng-ge en una esquina. Puede estar allí con Jiang Cheng vendiendo sus pescados, compartiendo chistes obscenos con los lugareños, mientras él ríe y luego le coquetea a las esposas que van a comprar.

Quiere estar allí con Jiang Cheng. No quiere estar en otro lugar.

Es la cuarta madrugada que comparten juntos. Siente el cansancio en sus párpados, el ardor en sus ojos que solo quieren dormir. Sabe que no va a acostumbrarse a eso, pero no quiere irse. Porque Jiang Cheng está allí y está cerca y puede hablar con él. Porque ama girar la cabeza y tenerlo allí, cerca.

Todo el ritual de pesca es maravilloso. Ha encontrado más formas de amarlo y admirarlo. Jiang Cheng se levanta temprano todos los días, lo escucha compartir un beso con su esposo antes de vestirse con el pantalón de pesca, amarrarse los calzados de cuero y amarrarse la túnica corta para irse. Agarra un sombrero de bambú que amarra bajo su mentón y camina a su carreta/trineo. Cuando ellos salen, Pelusa entra a la casa y se acuesta en una esquina cercana a la familia para dormir.

Wei Ying jala la carreta trineo para dirigirse al lago que usan para pescar. Hay un pequeño puerto de madera y ya hay varios pescadores que lo reconocen y gritan: Zhou-er, ZhouZhou, A-Zhou a modo de saludo. Jiang Cheng devuelve los saludos y deja la carreta/trineo en la plataforma, amarrado en uno de los pilares. Luego se trepa a la embarcación y comienza a remar. Wei Ying va con él, sin ganas de tomar los remos.

—Eres un maldito flojo. ¿Y te haces llamar cultivador? —dice Jiang Cheng, siempre, todos los días. Wei Ying se pavonea por la familiaridad.

—¡Aiya! ¡A-Cheng! ¡Es que eres tan fuerte incluso ahora!

Y Jiang Cheng resopla, le dice que su nombre es Zhou y Wei Ying lo evade porque seguirá siendo su A-Cheng. Reman hasta estar en el medio del lago y luego lo ve soltando las redes para remar más y más. Al final se quedan quietos en un punto, después de tirar el ancla. Se sienta en la madera, amarra los muslos en los soportes de cuero y metal que lo sostienen en la embarcación y espera. Cuando la red está cargada, empieza a subirla. Allí Wei Ying decide ayudar.

Ahora, están esperando. El sol raya sobre el horizonte entre los árboles. La gente está en distintos puntos del lago con sus embarcaciones, pescando. La mañana está quieta, los pájaros canta, Jiang Cheng muerde una pajilla mientras repara otra red.

—¿Cuánto tiempo piensas permanecer con nosotros?

—¿Ya quieres que me vaya? —La sonrisa en Wei Ying intenta ocultar el desasosiego. Jiang Cheng.

—No me dejas follar con mi esposo.

Wei Ying se sonríe con eso, la picardía brillando en sus ojos.

—¡Oh! ¿Y cómo es? Es decir, solo sé cómo se hace con una mujer, pero con un hombre... Supongo que... —Y hace el movimiento en sus manos como si se masturbaran. Jiang Cheng enarca una ceja antes de torcer la boca con gracia.

—Más que eso.

—¿Más? —Él honestamente pestañea con interés—. ¿Se puede?

—Joder, ¿no te has follado con el didi de mi esposo?

Dos viejas vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora