Cap XXXVI

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El sonido de una caída lo despertó. A pesar de la pesadez de sus ojos, Wei Ying levantó la cabeza de la estera y se encontró completamente solo en ella. Sin embargo, fue fácil ver desde allí a su hermano Jiang Cheng sosteniendo la cadera de Lan XiChen mientras este equilibraba una parada de mano. Los niños estaban al otro lado de la habitación, mirando con ojos grandes a su padre.

—Ten cuidado... no sé de donde sacaste este invento.

—He estado ejercitando mis brazos últimamente para hacerlo.

—¿Cómo carajos piensas quedarte así?

—Antes lo podía hacer sin problemas —De cabeza, Lan XiChen emite un puchero mientras intenta mantener el equilibrio. Jiang Cheng sigue sosteniendo su cadera en alto para ayudarlo—. Quiero volver a hacerlo. Mi esposo es tan fuerte y ahora que está construyendo, trabajando afuera, al aire libre, sin nada que cubra su pudor...

—Lo haces sonar como si estuviera trabajando desnudo.

—Dejando que otros vean sus brazos fuertes, su gran espalda...

—Ya, carajo... —Jiang Cheng para ese punto tiene un adorable sonrojo en su cara. Wei Ying frota sus párpados antes de acomodarse con el rostro sobre sus brazos cruzados.

Su hermano está muy enamorado. Una parte de Wei Ying tiene envidia porque su relación es... increíble. Quizás, mucho antes, si siguiera siendo el estúpido que no valoraba a su hemano ni entendía cada una de sus capas, hubiera pensando que nadie sería capaz de soportar el temperamento de Jiang Wanyin. Pero ni siquiera la pérdida de memoria suavizó su temperamento y a Lan XiChen parece encantarle eso. Y lo sabe porque nota la picardía en esos ojos ciegos, como si se imaginara que lo hace avergonzar y le encantara la imagen mental.

Verlos es revitalizante.

Verlos le hace pensar en Lan Zhan y extrañar.

Ellos no se comportan así... Lan Zhan solo lo escucha y comenta algunas cosas mientras él sólo habla y habla y habla. Pero se sentía tan acompañado y seguro, teniéndolo a su lado, que no se imagina con nadie más. Muerde su labio.

Lan XiChen se mantuvo sobre sus brazos por un largo minuto. Jiang Cheng ha soltado su cadera mientras se queda muy cerca, en caso de que lo necesitara, pero parece que no hace falta. El hombre en parada de mano sonríe mientras suda y algunas gotas caen en la madera. Los niños, pegados a la otra pared, sueltan un suspiro de asombro.

—Oh... pudiste.

—Claro que pude, Zhou-er, aunque no recuerdo que fuera tan difícil.

—Tendrás que practicar pero, joder, yo también quiero hacerlo ahora.

—¿Baba enseñará a hacerlo? —pregunta Feng-er. Wei Ying mira al pequeño sentado sobre sus talones, mirando con ojos de asombro a su padre más alto.

Pero lo que roba su atención es...

—¡Oh! ¡A-Jun! —Jiang Cheng lo nota también, porque suelta una carcajada.

—¿Qué pasa?

—Ay, A-Huan, ¡ojalá pudieras verlo!

Wei Ying también suelta una carcajada al ver al niño intentando imitar a su padre, pero lo único que hace es un puente con su pequeño cuerpo, tambaleándose adorablemente en ello.

—A-Jun quiere imitar a baba y acaba de hacer un arcoiris

—¡Oh!

—¡A-Huan!

—¡Oh! ¡Quiero besarlo!

Lan XiChen pierde concentración con la risa y cae sobre el brazo de Jiang Cheng. El peso de las piernas es suficiente para que Jiang Cheng caiga de trasero a la madera y Lan XiChen quedé con su brazos y la mitad del cuerpo en el piso. Ríe.

Dos viejas vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora