Cap XXXIV

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Lan Huan se acostó temprano pensando que su esposo regresaría por sí mismo a la estera cuando acabara de compartir su tiempo con Wei Wuxian. Despierta sorprendido cuando siente los movimientos torpes a su lado y el sonido de una respiración acuosa sobre él.

—¿Zhou-er?

—No... está dormido. —Lan Huan siente como lo están acomodando a su lado mientras Wei Wuxian aspira su nariz. Sus manos pasan por el rostro de su esposo para comprobar que está bien, pero encuentra sus mejillas suavemente húmedas y sus pestañas empapadas.

Han llorado los dos. Lan Huan arruga su ceño con preocupación. ¿Qué ocurrió? ¿Discutieron? ¿Recordaron algo? ¿Su esposo está bien? Wei Wuxian se aleja de la estera sin responder a sus propios pensamientos y Lan Huan decide que no se va a quedar con la duda. Besa la sien de su esposo y se levanta de la estera para ir tras Wei Wuxian.

El hombre se siente como si lo hubieran apuñalado en el pecho, como si se estuviera desangrando. Si no fuera porque no percibe el olor de la sangre, Lan Huan creería que ha sido así. Avanza con cuidado tras recoger su túnica interior y logra salir de la casa detrás de Wei Wuxian. Lo encuentra recogiendo finalmente las botellas dejadas en el suelo, el ruido de la cerámica golpeando una a otra mientras es levantada.

—Wei Wuxian. ¿Estás bien?

—No, mierda, no. —Le sorprende lo franco que suena con su voz destrozada. Luego lo escucha caer, la cerámica rodó por la tierra, una debió romperse. Todo esto se conjugaba con el aroma de lluvía por caer y el alcohol—. Dime, Lan XiChen, ¿tú estuviste cuando pasó lo de Muelle de Loto?

Sí. Lan Huan no lo dijo en voz alta, se tensó como una cuerda de guqin, pero sí, lo estuvo. No en medio, no allí porque lo tenían como un prisionero mirando todo desde la distancia mientras sentía aún el ardor de sus meridianos acabados de vaciar. Ya no haría falta sellar su poder espiritual. El último regalo de Wen Xu fue llevarlo en manos del devorador de núcleo para arrebatarle su esencia, antes de susurrar a su oído que después de allí, lo llevarían a su padre.

«Me extrañarás, Zewu-jun»

La voz corre como un escalofrío en su espalda. Aprieta sus manos, cierra sus ojos y se obliga a calmar a su mente aterrada con el pensamiento de que está lejos, lejos de eso. Está aquí. En su hogar, que está ampliando su esposo, con su esposo durmiendo borracho a unos pasos de él, con sus hijos durmiendo cerca. Libre, sin el miedo, sin la desesperación.

Wei Wuxian golpea algo contra la pared. Es un sonido pequeño, no se siente como si hubiera dado un puño, sin embargo, es suficiente para arrancarlo de ese pequeño huracán que empezaba a crecer en su cabeza.

—Viste cuando... —Wei Wuxian continua. Su voz suena como si su garganta estuviera aplastada por el peso de una mano—... ¿cuando A-Cheng intentó invadir Muelle de loto?

Lan Huan arruga el ceño en confusión.

—Él no intentó invadir Muelle de loto —dice, sin comprender. Hay un recogimiento del aire frente a él—. Los cultivadores que lo trajeron, dijeron que lo encontraron en un pueblo intentando escapar, cuando revisaban el merca...

Calla. Calla cuando escucha el llanto de Wei Wuxian aún más fuerte, más profundo, como si le hubieran arrancado con garras de acero caliente a su piel. Wei Wuxian llora, llora fuerte. Lan Huan no sabe qué hacer, pero se lo imagina sentado contra la pared, quizás abrazando sus piernas, quizás jalando sus cabellos, quizás mordiendo sus labios intentando acallar sus gemidos, quizás...

—No, no... mierda, ¡no! —Las palabras brotan con más lágrimas. Lan Huan puede incluso imaginar la nariz roja, los ojos hinchados.

Se acerca antes de pensarlo. Se arrodilla frente a él, pone una mano en su hombro y se sorprende cuando Wei Wuxian cae sobre él, agarrando fuertemente su túnica. Su mano se mueve por inercia hasta la cabeza de Wei Wuxian y trata de consolarlo ante la confusión y el miedo que vive. El chico pega su nariz contra su hombro y moja su túnica de lo que adivina con toda clase de fluidos. Sin embargo, no lo aleja de allí, lo aprieta suavemente sin entender qué pasa, pero comprendiendo en medio de la incertidumbre que todo tiene que ver con un recuerdo de su esposo.

Dos viejas vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora