Cap XXXV

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—Joven maestro, es usted un cliente de excepcional gusto. ¡Por eso he traído solo lo mejor!

Nie Huaisang sonríe detrás de su abanico en tonos dorados, vistiendo una túnica amarilla como si fuera un Jin, aunque si el hombre viera mejor, notaría que no era la túnica oficial de la secta. De todos modos, era natural que los mercaderes apenas los reconocieran por los colores y no por los elaborados diseños que utilizaban cada uno.

Sentado en una habitación privada de una posada concurrida en el norte de Lanling Jin, Nie Huaisang observa cómo el hombre saca de su cofre los objetos que le planea vender. Nie Huaisang ha cambiado su peinado para el negocio, también ha pedido a sus siervas que le maquillen ligeramente para que sus rasgos se vean un poco diferentes. Por último, con los colores completamente diferentes a los que viste, duda que alguien pueda reconocer su identidad. Este hombre todo lo que quiere es ganar dinero y ciertamente su labor es impresionante.

Sobre la lona ve espadas labradas de forma maravillosa, dagas, arcos y carjac, joyas espirituales de todo tipo, pero solo una, por fin, llamó su atención.

El hombre se remueve de su asiento cuando nota su interés en ese anillo de plata con cristal púrpura que reluce entre el resto de las joyas.

—Oh, usted tiene muy buen ojo, joven maestro. Esta es un arma inmensamente misteriosa. Nadie ha podido abrirla, hay energía espiritual aún, pero no ha querido obedecer a nadie.

Por supuesto que no, no obedecerá a nadie, porque pertenece a una sola persona. Nie Huaisang aprieta su garganta cuando toma el anillo a pesar de los primeros chispazos que intentaron aleccionarlo.

Fue hace mucho tiempo cuando vio el anillo en la mano de Madam Yu. Tan encantado por las cosas bellas, él miró y miró a la mujer Jiang hasta que ella le devolvió la mirada de acero y se enderezó en su asiento incómodo. Fue el día que su hermano tomó el poder de Qinghe Nie, él era tan solo un niño curioso que vio a una dama linda con un anillo llamativo. Cuando supo que la mujer, antes de morir, se lo entregó a su hijo para salvarlo, se le encoge el corazón.

Zidian está en sus manos, vendido por un mercader cualquiera, traficado como si fuera cualquier arma.

—¿Me darás el registro de todos los que la han poseído antes de estar aquí?

—Joven maestro, puedo darle el registro de los últimos cinco años —dice el hombre orgulloso, mientras busca en los bolsillos de su túnica—. Al parecer, un antiguo cultivador Wen lo vendió a cambio de comida tras huir del frente de batalla. No sabemos más de él.

—Entregame todo lo que sabes.

Nie Huaisang ha recuperado ya a Shouyue y Liebing. Con los registros, el inicio de las ventas de estas armas fue diferente. Shouyue fue vendida inicialmente por un cabecilla Wen en un puesto de vigilancia al norte de Yunmeng cuatro años atrás, cuando intentaba escapar. Luego supo que el hombre acabó asesinado por Wei Wuxian meses después. Liebing pasó de manos en manos, así que fue más difícil conseguir su inicio, pero lo encontró en las afueras de Gusu, casi al sur del mar, después de que una doncella decidiera vender el instrumento que estaba practicando para comprarle medicina a su madre. El inicio fue al norte, un cultivador Wen le dejó el arma como recurso a su esposa antes de no volver más. La mujer la vendió meses más tarde por el hambre.

Su intención al realizar esta extensa investigación, era tener más pistas. Si Wei Wuxian y Lan Wangji decían que sus hermanos estaban vivos, él les creería. Si los seguía buscando, él los apoyaría con lo que podía. Encontrar las armas era acercarse al destino de sus dueños y eso podría dar pistas. Entiende su sentir, por supuesto, lo entiende de forma visceral. ¿Qué no haría él por recuperar a su DaGe? Hace tiempo descubrió que no tendría ningún escrúpulo. Vendería su alma a los demonios y destrozaría a quien tuviera en el camino hasta lograrlo.

Dos viejas vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora