Cap XXV

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Pequeños ruidos interrumpen su pesado sueño. Lan Huan aprieta sus párpados con clara intención de ignorarlo, pero conforme escucha el ronquido de a-Cheng a su lado, también se hace consciente de los pasitos que se han metido a la habitación. No abre los ojos, después de todo, no tiene sentido hacerlo. Solo se remueve y se acomoda mejor sobre la espalda de su esposo, apretando más su angosta cintura mientras restriega su mejilla sobre la espalda ancha y presta más atención al sonido que se acerca.

Son pasos pequeños, del peso de A-Jun. Entonces debe ser el joven maestro Jin.

Todo cambia cuando escucha a su esposo gruñir y mover su brazo.

—¡Jiujiu! —La vocecita del joven maestro se levanta por encima de las demás—. ¡A-Ling ya está listo! ¡Jiujiu dijo de mostrar a ruedas y Pelussa!

—Por todos los dioses... —murmura su esposo—. A-Ling, es muy temprano.

—¡Pero jiujiu dijo!

—A dormir. Ven, sube aquí.

—¡Pero jiujiu!

A-Jun comienza a moverse tras su espalda y Lan Huan ya imagina lo irritado que debe estar al estarlo despertando de su sueño. A un lado de su costilla está Feng-er con una pierna sobre su cadera, pero sigue dormido.

—A-die...

—A-Jun, calma, sigamos durmiendo.

—¡Jiujiu dijo! —El joven maestro Jin parece estar listo para armar una rabieta. Su esposo está irritado cuando se remueve, obligándolo a moverse también.

—Ya, ya, sí dije —se aparta del cuerpo de su esposo para que A-Cheng se acueste de espaldas y lance un bostezo. A-Jun empieza a moverse y salta encima de su pecho para caer en la mitad entre él y a-Cheng—. A-Ling, sube y durmamos un poco más. Jiujiu está cansado.

—Pero jiujiu dijo. —Por los movimientos en la cama, Lan Huan comprende que Jiang Cheng ha levantado al niño del suelo y lo ha apegado a su costado izquierdo—. ¿No vamos a ir?

—Sí vamos...

—¡Ay!

Lan Huan teme lo peor cuando Jin Ling grita, Jiang Cheng se sobresalta y un gruñido de A-Jun suena en la cama. Feng-er parece despertar de su sueño ahora.

—¡A-Jun! ¡Qué estás haciendo! ¿Por qué le jalas el pelo a A-Ling?

—¡A-die mio!

—¡Jiujiu mio!

—A-Jun, no es correcto pegarle a tu primo. —Jiang Cheng corrige y a-Jun comienza a refunfuñar «¡No!» malhumorados—. Ven, ven aquí. Mierda, ¿en serio no me dejarán dormir? A-Jun, soy tu a-die, sigo siendo tu a-die. Jin Ling ya tiene su a-die. Yo soy el jiujiu de a-Ling y a-Ling es Ling-gege.

—¡Pero él me jaló el pelo!

—¡A-die es mio!

—Niños, si no duermen ahora mismo, los voy a sacar a los dos de la cama.

Lan Huan ríe al imaginar la cara de frustración de su esposo y empieza a acariciar a su hijo menor, que está malhumorado bebiendo vinagre del niño que seguro está mostrando con todo su carisma lo mucho que ama a su recién descubierto jiujiu. A-Jun no se deja engañar fácilmente, pero se calma cuando su padre lo engancha a su lado derecho, apretándolo protectoramente.

—A-Huan... intenta dormir.

—Hola, Zhou-er —se vuelve a acomodar en el espacio que queda en la cama, asegurándose de no molestar a Feng-er que volvió a dormir—. Esta es la trampa de la que me hablabas ayer?

Dos viejas vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora