Meng Yao está preocupado. Las cosas salieron peor de lo que pensaba y subestimó demasiado el peso de los recuerdos en A-Yue... no, en Lan Huan. Ahora que su amigo empezó a recordarlo todo, ya cualquier plan de escapar ha quedado paralizado.
Y para empeorarlo, Zhou desapareció.
La angustia en la voz de Lan Huan no arregla las cosas.
Con un suspiro enajenado, Meng Yao busca primero en los lugares con más posibilidades: el mercado, donde nadie lo ha visto, y el puerto, donde no está su embarcación. Con más información a su favor, logra alquilar un caballo para atravesar rodeando el lago hasta ir a la otra orilla, buscando incansablemente una huella del barco de Zhou, pues es imposible que lo pudiera llevar más allá de la otra orilla.
Allí es que lo encuentra, al otro lado, después de casi un día entero de búsqueda. Pelusa ladra emocionada por haber sido encontrada, pero dentro de la embarcación está un Zhou muy borracho. Casi intoxicado. Las botellas del alcohol más barato llenan la embarcación.
No se sorprende de encontrarlo así.
—Zhou...
—¡No! —exclama el hombre en la embarcación, derrumbado y tan mareado que ni siquiera tiene coordinación para mover sus manos—. ¡Desde ahora soy Lan-furen!
Bien, eso no se lo esperaba. Meng Yao no puede evitar dibujar una sonrisa de gracia al notar que, a pesar de todo, hay algo de humor en Zhou.
Esta se desvanece cuando nota el desprecio y asco en su propia voz.
—A-Zhou. Yue te ha estado buscando, me pidió que te trajera a casa.
—Ah, ¡y veo que no demoraste cinco putos años en encontrarme! ¡Creo que he pérdido mis habilidades de escapista!
—O quizás soy mucho mejor que cualquiera de ellos —comenta Meng Yao, mientras se sienta en la barca y aparta los envases vacíos de licor—. ¿Has estado todo el día bebiendo?
—Hasta ahogarme. No, espera, no pude ahogarme. ¿Sabes por qué? ¡Por qué floto como una maldita rama cuando me hundo y porque esa perra desgraciada me sacó!
Pelusa ladra al sentirse señalada, luciendo orgullosa por haber salvado a su amo. Meng Yao traga el ardor que se precipitó en su garganta al escucharlo.
—Zhou-er... Eso nos hubiera entristecido mucho.
—¡Para lo que importa!
—Sí nos importa, nos preocupamos por ti.
—Pura mierda...
—¡A-Zhou!
—¡Pura mierda! ¡A-Yao! ¡Se va a ir! —grita Zhou y arroja uno de los envases vacíos que se parte contra el otro lado de la madera—. ¡Se lo van a llevar! ¡Y se van a llevar a mis hijos porque no puedo ofrecerles una puta mierda! Ni cómo pescador, ni cómo antiguo heredero de la secta. ¡No tengo una mierda! ¡Se va como Qiao! ¡Me van a dejar como Qiao!
Zhou se derrumba tras el arrebato y cubre su rostro con el brazo como si quisiera evitar que Meng Yao lo vea llorar. Es inevitable, lo ve y lo escucha, nota las lágrimas que mojan su rostro y la forma en que muerde sus labios y se ve tan desconsolado que él mismo tiene ganas de sentarse a llorar con él. Porque conoce la desesperación, conoce el no sentirse suficiente por más que lo intente y, ciertamente, podría sentarse con él y llorar por eso.
Pero no es para eso que está allí.
Respira, se obliga a hacerlo. Recoge los fragmentos de vidrio que cayeron en la embarcación para evitar que se lastimen con ellos, y los tira afuera, mientras Pelussa se acerca a su amo y empieza a gimotear triste al escucharlo llorar.
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Dos viejas vidas
FanfictionLa guerra acaba después de cinco años, pero los herederos de Yunmeng Jiang y Gusu Lan siguen desaparecidos. Después de una extensa búsqueda: Lan Zhan y Wei Ying encuentran a sus hermanos sin núcleos, viviendo una vida de campesinos. Pero si ellos es...