Conociéndonos un poco más

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Conociéndonos un poco más



Después de asegurarle a sus amigos que sus vacaciones fueron lo más tediosas posibles, Harry los convenció de retirarse a descansar. Ron y Hermione aceptaron, después de todo ahora la castaña debía cuidar su salud mejor que nunca, sin embargo, Harry se cansó de esperar a Ron para subir juntos al dormitorio, los dos enamorados se resistían a despedirse y permanecían besándose al pie de las escaleras de las habitaciones de las chicas.


El retraso de Ron ayudó, pues Harry se acordó de las cartas y rápidamente se apresuró a sacarlas de su escondite poniéndolas todas en un montoncito atado con un cordel.


De esa forma, cuando entró Ronald al dormitorio fingió tirar otro sobre al bote de la basura.


— ¿Son nuestras cartas? —preguntó mirando el paquete de sobres sobre la cama de Harry.

— Sí, acaban de llegar, venían con una disculpa de Dumbledore por el retraso, parece que todas llegaron directamente a su despacho por algún error y como no estaba no pudo entregármelas hasta hoy.

— Bueno, eso explica todo. —aceptó Ronald sin detenerse a pensar en si el pretexto era congruente o no, en esos momentos aún seguía flotando entre nubes.

— Duerme ya, me quedaré un rato más leyéndolas.

— De acuerdo, que descanses.


Harry sonrió mientras veía a Ron colocarse su pijama y quedarse dormido casi al instante de poner su cabeza en la almohada. Agradecía al cielo que Ronald no fuera tan insistente y metódico como Hermione o hubiesen habido muchas más preguntas.


Corrió las cortinas de su cama para poder leer sin importunar con la luz a sus demás compañeros.


Aunque en ninguna de las cartas mencionaba el embarazo de Hermione, Harry tenía la impresión de que hasta la letra les había cambiado, tal vez estaban muy emocionados y eso los incentivaba a mejorar su caligrafía, pero hasta en esas líneas con noticias intrascendentes lograba percibir que la vida de sus dos mejores amigos era increíble.


Al terminar de leer, se recostó sobre la cama pero no tenía sueño aún y su mente viajó a las mazmorras. Sentía deseos de estar con Severus, de besarlo hasta cansarse y luego dormir en sus brazos. Sin embargo, se tenía que conformar con abrazar a su almohada, esa fría almohada que ya había perdido su olor a él.


Odió a los elfos y su manía de cambiar las mantas todos los días.


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Al día siguiente las clases resultaron muy tediosas para Harry, sobre todo porque no tocaba Pociones y sus posibilidades de ver a Severus eran escasas. Y así fue, apenas alcanzó a verlo por un segundo al dar vuelta a un pasillo cuando se dirigía a su clase de Encantamientos, Snape caminaba presuroso hacia el despacho de Dumbledore y ni siquiera volteó a mirarlo.


Sin embargo, durante la cena tuvo su mayor oportunidad, Severus tenía que estar presente y Harry sabía porqué. Dumbledore aprovecharía que la mayoría de los alumnos estarían ahí y era el momento preciso para anunciar la boda de Ron y Hermione pues aunque ellos hubiesen preferido una ceremonia discreta, no sería muy educado realizarla en Hogwarts e impedir que estuviesen presentes quienes quisieran.


Por ese motivo esperaron hasta que el comedor estuviese lleno, y aunque los alumnos se preguntaban el porqué de la tardanza en servir los alimentos, esperaron ansiosos y en silencio a que algo explicara lo que pasaba.


La mesa de los Profesores estaba completa, hasta Sybil había decidido bajar y compartir la alegría de la noticia con sus demás compañeros.


Pero los ojos de Harry estaban fijos en una solitaria figura del rincón. Severus, como siempre, permanecía indiferente a lo que pasaba a su alrededor cuando de cuestiones sociales se tratara.


A Harry le parecía que habían pasado años desde la última vez que escuchara su voz o sintiera sus manos haciendo maravillas en su cuerpo. Fue inevitable no suspirar melancólico, le desesperaba ni siquiera saber cuándo volverían a encontrarse.


— Estoy muy nerviosa. —confesó Hermione a su lado.


Harry le respondió con una sonrisa, comprendía la ansiedad que debía sentir su mejor amiga, aunque Ron tampoco parecía estarlo disfrutando mucho, su rostro lucía más pálido de lo que había estado nunca.


Dumbledore arribó al Comedor en esos momentos y dirigiéndose a la mesa Gryffindor invitó al par de jóvenes para que le acompañasen hasta el estrado mayor.


Harry les vio desde su lugar, y se alegró al notar que sus amigos se relajaban conforme Dumbledore les comunicaba la feliz noticia a sus demás compañeros. La alegría que Ron y Hermione sentían tenía que ser más grande que su nerviosismo, y cuando el colegio escuchó sobre la boda se dejaron escapar múltiples gritos y aplausos de emoción, todos ellos sabían de su relación y hasta hubo quienes tenían apostado que se casarían antes de que terminaran el colegio.


Ron y Hermione sonreían felices, sus compañeros se olvidaron de la cena para correr a abrazarlos. Miembros de todas las casas, incluyendo Slytherin se aproximaron a manifestarles sus buenos deseos. Solo hubo un alumno que no solamente no se acercó sino que salió del comedor azotando la puerta. Harry lo vio pero no le prestó importancia, era de esperarse.


Quiso ponerse de pie para ir a abrazar a sus amigos a pesar de ya haberlos felicitado con anticipación, pero al hacerlo una jarra de leche se desparramó sobre la mesa y eso desató una serie de vasos quebrados, platos que cayeron al piso, e incluso manteles rasgándose.


Harry lo vio todo sin dar crédito, no había nadie más a su alrededor pues todos se encontraban felicitando a Hermione y Ron. El ruido fue tan llamativo que se hizo un pesado silencio en el comedor.


— ¿Está bien, Señor Potter? —preguntó Dumbledore caminando hacia él.

— Yo... creo que sí.

— Es increíble que aún en la celebración de sus amigos sea capaz de hacer todo lo posible por ser el centro de atención. —siseó Severus mordazmente.


El chico frunció el ceño, él no había hecho nada, ni siquiera entendía aún cómo se había producido tanto desastre en tan poco tiempo. Dumbledore sacó su varita y consiguió reparar todo en un par de segundos haciendo que la mesa volviera a quedar impecable.


— Bien, aquí no ha pasado nada, volvamos a lo que estábamos. —sugirió el Director con su afable sonrisa.


Severus aprovechó que estaba muy cerca de Harry y que todos los demás evitaban mirarle para inclinarse disimuladamente hacia él.


— Tengo tiempo ahora, por si te interesa.


El Profesor no esperó respuesta, salió del comedor con ese aire despreciativo que acostumbraba. Harry no pudo evitar seguirle con la mirada, sentía su entrepierna palpitándole acalorada, la voz de Snape tan cerca de su oído era sencillamente irresistible.


Volteó a mirar a sus amigos, ellos continuaban recibiendo felicitaciones, era su gran día y quizás era su deber estar a su lado. Pero luego volvió a mirar a la puerta y el silencioso llamado de Snape parecía más fuerte que cualquier razonamiento.


No pudo más, salió casi corriendo del comedor mientras agradecía profundamente que en ese momento nadie le prestara atención. Bajó apresurado por las escaleras, no llevaba su capa de invisibilidad y debía tomar precauciones de no ser visto, pero era demasiada su ansiedad que apenas sí ponía atención.


Sin embargo, la suerte estaba de su lado. Logró llegar hasta las mazmorras sin tener ningún encuentro desafortunado.


— Déjame entrar. —le dijo a Salazar Slytherin en cuanto estuvo frente a su retrato.

— Dime la contraseña. —le retó el hombre con el mentón en alto.

— ¡Snape te ordenó que no me la pidieras!... Déjame entrar.

— Las indicaciones del Profesor Snape... —respondió enfatizando el título de quien custodiaba—... fueron que te permitiera la entrada durante las vacaciones, pero han terminado. Dime la contraseña.

— ¡Jódete!

— Error, contraseña equivocada.


Harry gruñó ante la satisfecha sonrisa de Slytherin. Ahora no tenía idea de cómo entrar, y necesitaba hacerlo con urgencia, entre más se imaginaba a Snape ahí adentro más duro se ponía.


Pero la suerte seguía sin abandonarle. El retrato se abrió y Severus apareció en el umbral, de un solo movimiento sujetó a Harry de la corbata de su uniforme haciéndole entrar de inmediato.


— ¿Qué tanto esperabas? —preguntó ya empezando a desnudarle y besarlo desesperado.


Harry jadeó feliz mientras ayudaba a despojarse de su ropa y hacía lo mismo con la de su profesor.


— Ese estúpido Slytherin no me dejaba pasar... creo que debe de estar enamorado de ti o algo así. —gruñó contrariado.


Snape dejó de besarlo para llamar al cuadro de Slytherin, éste apareció de inmediato mirando a Harry con profundo desprecio.


— Harry Potter tiene la entrada libre a mis aposentos. —le ordenó Severus—. Si vuelves a hacerlo esperar cambio tu retrato a las oficinas de Dumbledore.

— ¿Ese es el respeto que guardas a tu casa, Snape?

— Respeto a mi casa como a mi honor, pero tú respetarás a Potter, ¡memorízalo!


Harry no pudo contener una gran sonrisa de triunfo sobre Salazar Slytherin quien terminó por asentir a las indicaciones de Severus.


En cuanto el hombre del retrato se alejó, Snape volvió a devorar a Harry a besos, se le hacía tarde para llevarlo a la cama y volver a saborear su dulce piel en sus labios.


El chico aceptó encantado los besos mientras era conducido hacia el interior de la recámara.


— ¿Confías en él? —preguntó refiriéndose al fundador de la casa de las serpientes.

— ¿Mhhhh?

— ¿No crees que vaya con el chisme sobre lo que hacemos aquí?

— Despreocúpate. —dijo sin dejar de lamer el blanco cuello de su alumno—. No lo tomes personal, ni siquiera sabe quién eres en realidad, yo puedo asegurarte que no traicionará los secretos que él mismo resguarda.

— ¿Y si...?


Severus se apartó suponiendo que Harry estaba haciendo demasiadas preguntas innecesarias, y él no tenía mucha paciencia para eso en ese preciso momento.


— ¿Has venido a charlar o a que follemos? —preguntó con ansiedad.

— A follar por supuesto. —dijo con una sonrisa.


Harry saltó a los brazos de Snape enredando sus piernas en la cintura de su profesor y volviendo a apoderarse de su boca. En realidad, tampoco tenía muchos deseos de perder tiempo hablando de Salazar, sobre todo cuando ya moría de ganas de sentir esa gran y turgente polla penetrándole despiadadamente.


Más complacido con esa actitud, Severus tumbó a Harry sobre la cama cayendo sobre él. Ya no hubo más palabras, solo gemidos y jadeos cada vez más fuertes.


Unos minutos después, el ojiverde exhalaba satisfecho por el gran placer que le proporcionaba abrir sus piernas para Snape, permitiéndole entrar en su cuerpo y satisfacer su lujuria en su interior. Se había dado cuenta que disfrutaba tanto de la sensación de tener un pene golpeando furioso su próstata como de la sublime expresión del Profesor cada vez que lo hacía, hasta que por fin le mojaba hasta el último rincón.


Cuando Severus salió de Harry, buscó sus labios para besarle brevemente y enseguida recostarse a su lado. De inmediato el chico se acurrucó contra su cuerpo como un gatito buscando el calor de su amo. Snape suspiró correspondiendo al abrazo, aún le parecía extraño tener esas clases de demostraciones de afecto después del sexo, pero a pesar de lo cursi que podría ser, también eran placenteras y no renunciaría a ellas.


No supo cuánto tiempo pasaron así, pero al sentir que la respiración de Harry se volvía suave y acompasada, le revolvió cuidadosamente su cabello.


— Potter, no te duermas, tienes que volver a tu Torre.

— Lo sé. —musitó somnoliento—. Sólo cinco minutos más, tu cama es más cómoda que la mía.

— Lo dudo, la noche que dormí ahí comprobé lo contrario.

— Nuestra primera noche juntos. —suspiró sonriendo, el sueño empezaba a desvanecerse ante los recuerdos.

— Todavía me cuesta creer que haya sucedido, en verdad que la vida da muchas vueltas.


Harry se acomodó apoyando su mentón en el pecho de Severus mientras le miraba y enredaba sus dedos en los largos cabellos oscuros.


— ¿Puedo hacerte una pregunta personal?

— Con tal de que no se haga costumbre, de acuerdo, por esta vez no hay problema.

— ¿Porqué nunca te casaste?

— En realidad no tengo una respuesta para eso. —dijo con seriedad—. Tal vez no haya tenido tiempo para pensar en esas cosas, o quizá no me interesó demasiado... pero lo más probable es que fuese porque nunca hubo nadie que me quisiera en su vida permanentemente, ni yo a nadie.

— ¿Y no te arrepientes?


Severus miró a Harry por un par de segundos antes de responder con toda convicción.


— Para nada. Estoy muy bien así.

— Pero quizá también te habría gustado tener una familia. Yo me imagino que a tu edad tendré una, con todo e hijos. —comentó ilusionado.

— Ah, ahora entiendo. —suspiró sonriente—. Todo es por lo de tus amigos ¿verdad?

— Puede ser, los veo y pienso que me gustaría saber lo que se siente comprometerse y estar a punto de tener bebés.

— ¿Eso quiere decir que ya has puesto la mira en alguna chica en especial?


Harry rió negándolo, se alargó un poco para alcanzar los labios de Severus besándole cariñoso.


— ¿Acaso no te has dado cuenta que me gustan los hombres? Si hago una familia será con uno.

— Bueno, con toda seguridad encontrarás alguien dispuesto a casarse contigo.

— Sí, eso espero, aunque para ser sincero, no puedo imaginarme en la cama con nadie más. No sé, tal vez es porque nadie del colegio me gusta más que tú.

— ¿En verdad te gusto? —preguntó incrédulo.

— Mucho, y sinceramente creo que no hay mejor amante en el mundo.

— ¿Eso quiere decir que seguirás frecuentando mi cama aun cuando te hayas enlazado a otro?

— ¡Pero claro que sí! —afirmó categórico—. De cualquier manera, mis planes son a muy largo plazo, no tengo el don de Hermione para comer libros, y no creo estar preparado para cuidar de un bebé.

— Bien, solo te pido algo: si quieres bebés embarázalo a él, me gusta tu cuerpo tal como está.


Harry respondió con una sonrisa sin afirmar o negar nada, Severus en ese momento le acariciaba la cadera manifestando la veracidad de sus palabras, pero para el ojiverde significó algo más que sexo. No pudo evitar ilusionarse con que esa mano estuviese acariciando un vientre embarazado, aunque sabía que Severus no era una opción viable, nunca lo aceptaría, ni él se atrevería a pedírselo, tenía que admitir que Severus Snape no tenía finta de padre de familia, lo cual era una verdadera lástima... porque para él, su profesor era el primero y el único en la lista.


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Esa noche Severus se ofreció a acompañarlo de regreso a la torre de Gryffindor. Harry se sorprendió por la inesperada conducta pero nunca se negaría. Era un agradable cambio a la rutina de despedirse en la cama.


Al salir del dormitorio de Snape se despidió de Salazar Slytherin con una gran sonrisa mientras exclamaba un alegre "Hasta mañana". Disfrutó enormemente de la chispa de celos que el hombre no podía disimular.


Muy a su pesar, Severus encontraba casi divertida aquella situación, y hasta se atrevió a desafiar al Fundador de su casa haciéndole ver como caminaba con su brazo rodeando la cintura de su alumno.


El camino a su Torre Harry lo sintió mucho más corto de lo habitual, daba la apariencia de no haber nadie en el castillo, los corredores oscuros y vacíos eran la ocasión propicia para no preocuparse demasiado de ser descubiertos juntos. Era una noche fría y parecía que ningún alumno tenía deseos de exponerse a un fuerte resfriado.


Pero para Harry no había sitio más cálido que los brazos de Snape, por eso le costó un gran esfuerzo tener que separarse cuando finalmente llegaron a su destino.


— Bien, hemos llegado a salvo a tu Torre. —musitó Snape mirando el retrato de la Dama Gorda—. Lástima.

— ¿Lástima?

— Bien, tenía la esperanza de que Filch se apareciera y fingir que te encontraba infraganti merodeando por ahí... buen pretexto para un castigo ¿no crees?

— Malvado, terminarás arruinando mi reputación, —rió sin poder evitarlo, sobre todo después del incidente del comedor.

— No necesitas ayuda para eso, Potter.

— Me temo que no puedo debatirlo. Bueno, ¿y cuándo podemos vernos otra vez?

— Tengo muchas ocupaciones con el reinicio de clases, creo que no podrá ser hasta el fin de semana. —dijo lamentándolo sinceramente.

— Pero el sábado es la boda de Ron y Hermione.

— Cierto, lo olvidé.


Ambos guardaron silencio un momento. No creían que fuese tan complicado verse sin despertar sospechas, y ahora con la boda de sus mejores amigos, Harry no podía dejarlos solos, y no tenía idea de cómo sería su vida después de eso, probablemente se concentrarían en ellos dándole más libertad, pero quizá fuese todo lo contrario.


Respiró hondo, aunque tuviera que disfrazarse para escapar, no iba a renunciar a su tiempo con Severus, y sonrió volviendo a colgarse de su cuello.


— ¿Qué te parece si te veo después de la boda?

— ¿No será muy tarde para ti? Ellos querrán quedarse a brindar, estarán aquí los Weasley y los Granger.

— Sí, pero después querrán iniciar su luna de miel y yo me encargo de recordárselos... ¿me esperarías?

— Lo intentaré, pero no te preocupes si no puedes deshacerte del compromiso, ya habrá más oportunidades después.


Harry notó que Snape lucía un poco contrariado, quiso quitarle el mal momento con un beso y por fortuna el Profesor no se negó sin importar estar en medio del corredor frente a la sala común de Gryffindor.


Al separarse ambos se sonrieron, era hora de despedirse pero era mucho más difícil hacerlo ahora que habían comprobado lo complicado de reunirse ya que las vacaciones terminaron. Se quedaron abrazados un largo tiempo, con los ojos cerrados y disfrutando de aquel suave contacto que borraba de su pasado cualquier sentimiento de soledad.


El eco de unos pasos rompió el encanto que hubiese podido durar toda la noche sin que ellos se dieran cuenta. Harry se aproximó a la escalera pero solo vio a Filch unos pisos más abajo dirigiéndose hacia el lobby, respiró hondo comprobando que nadie les había visto.


— Todo está en orden, puedes irte.

— Complicas mi vida, Harry Potter. —bromeó Snape haciéndole una seña para que entrara, el chico le sonrió divertido.


Harry iba a pronunciar la contraseña cuando Severus volvió a llamarlo.


— ¿Sucede algo? —le preguntó intrigado.


Severus abrió los labios con la intención de hablar, pero al final se arrepintió, y simplemente sonrió de una forma que a Harry le pareció casi escalofriante.


— Nada, Potter. —respondió, su mirada brilló con malicia—. Entra ya, y después me contarás cómo te fue.


"¿Cómo me fue?" Se preguntó Harry sin comprender, pero ya era demasiado tarde para interrogar a Snape al respecto de la intención de sus palabras. El hombre se alejaba ya.


Harry no podía ver que Severus sonreía muy complacido.




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Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora