Fragilidad

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Fragilidad


Presenciar sus lágrimas era un golpe a su corazón, Harry podía ver en el brillo de su humedad leer la realidad de Severus. Ellos eran dos corazones solitarios que habían logrado acompañarse y cambiar su vida, ahora un extraño incidente les separaba nuevamente y Severus se sentía abandonado.


— Vete. —susurró Severus dejándose caer sentado sobre la cama con el rostro oculto en las manos—. Creí encontrar alguien que quisiera caminar solo de mi mano... pero me equivoqué.


Harry sentía como aquellas palabras le partían el alma. Miró a su alrededor con nostalgia, había llegado a sentir aquella habitación como propia, era un dulce refugio en el que siempre encontraba compañía. En un principio sexual, pero ahora era algo mucho más que eso, Severus se había convertido en su confidente, su amigo, su protector y su protegido... no quería perder todo lo que habían conseguido en tan poco tiempo. Miró a la puerta, tras de ella se encontraba un mundo sin Severus Snape y no se sentía capaz de sobrevivir ahí.


— ¿De verdad quieres terminar? —cuestionó entristecido y con la débil esperanza de obtener una respuesta negativa.

— Yo no... eres tú quien lo ha terminado.


El ojiverde notó la convicción de Severus y no podía con eso. Casi sin fuerza tomó uno de los libros que él mismo había llevado anteriormente transfigurándolo en una pequeña caja. En silencio fue hacia el armario vaciándolo de sus pertenencias, se llevó hasta su cepillo de dientes, no quería dejarle nada que le molestara.


— Ya me voy. —le avisó sosteniendo la caja en sus manos.


Severus volteó a mirarlo por última vez, era terrible decir "adiós" a quien creyó tendría para siempre. Deseó poder pedirle que interrumpiera el embarazo, que no echara a perder la relación perfecta que tenían... pero no pudo, prefería volver a quedarse con las manos vacías que romperle las alas.


Quiso decir algo, pero en lugar de palabras, solo otro par de lágrimas resbalaron por sus mejillas. Asintió en silencio viendo como Harry se disponía a salir de su habitación para siempre.


Cuando la puerta se cerró, Severus se puso de pie con el corazón en la boca. Nunca en toda su vida sintió tanta angustia.


"Harry" Musitó lleno de dolor y tristeza.


Un bufido indignado sonó en un extremo de la habitación. No tenía que ser adivino para saber quién era.


— No puedo creer que hayas permitido que un tonto niño Gryffindor te vea llorar. —gruñó Salazar.

— ¿Y porqué no? Son suyas... —respondió entristecido—... mis lágrimas y mi vida son suyas.

— ¡No me digas que te has enamorado! —rió disimulando su enfado—. ¡Es estúpido, Snape, el muchachito ni siquiera derramó una sola! ¡Él no siente lo mismo!

— ¡Cállate! —gritó enfurecido—. ¡No me importa llorarle porque ya lo he perdido todo, y para que lo sepas, sí, me enamoré!


Severus envió un hechizo hacia el cuadro que le hizo consumir en cenizas en uno de sus extremos. Salazar logró evitarlo por muy poco, pero comprendió que Severus hablaba en serio. Vio como volvía a sentarse sobre la cama llorando en silencio.


No le gustaba aquello, no le gustaba que las lágrimas de Severus fueran para ese Gryffindor... pero su enfado terminó casi por completo al comprender que lo que menos le gustaba era no poder consolarle.


O quizás sí.


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Cada paso que daba de regreso a su torre le costaba más trabajo. Aun cuando sabía que todo había terminado, Harry forzaba a su cerebro a encontrar alguna solución, sin embargo, no parecía haberla.


No supo cómo había podido contenerse de llorar frente a Severus, se obligó a no hacerlo creyendo que eso solo le lastimaría más. Pero ahora que estaba a solas, las lágrimas fluían como dos ríos por sus mejillas sintiendo como las fuerzas se le iban a través de ellas.


De pronto escuchó que alguien le llamaba y todos sus músculos se tensaron. No hizo caso e intentó apresurar la marcha subiendo las escaleras. Pero no fue suficiente, Salazar Slytherin apareció en un cuadro frente a él.


— Detente, es necesario que hablemos, Potter.


Pero Harry solo lo miró adolorido y continuó su camino cada vez más aprisa. Eso no detuvo a Salazar que fue desplazándose cuadro por cuadro llamándole insistentemente. Incluso las escaleras parecieron estar en contra de Harry, pues una de ellas movió su posición conduciéndole justo a un rellano en donde Slytherin le esperaba sonriendo triunfante.


— No puedes hacer nada, soy fundador del castillo ¿recuerdas?... me debe más lealtad a mí que a ti.

— ¡Ya déjame en paz! —gritó Harry dejando caer furioso la caja sobre el suelo, estaba harto de Slytherin y no soportaría una sola de sus burlas.

— Te dije que debíamos hablar... ¿es cierto que estás embarazado?

— ¡Sí, sí lo estoy! —gritó sin dejar de llorar—. ¡Anda, ríete y termina de una vez por todas!

— Deja el drama, Potter, esto es serio.

— ¡Y también es algo que no te importa! ¡Vete ya!... ¡No quiero hablar contigo, no me interesa, confórmate con saber que no volverás a verme y déjame tranquilo!


Harry se volteó dándole la espalda, quería correr y alejarse de ese hombre que no cesaba en su intento de humillarle, pero se sentía cansado y muy mareado. Tuvo que sostenerse del barandal de la escalera para no caer y lentamente fue perdiendo por completo las fuerzas, sus rodillas le fallaron y terminó sobre el piso. Lo último que escuchó fue a Salazar ordenándole a otro de los habitantes de los cuadros que diera aviso a Dumbledore sobre lo que pasaba.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora