Fin del verano

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Fin del verano





Con el paso de los días, Harry aprendió a encargarse por sí solo de Aimee, ella continuaba sin aceptar que Severus la tocara y éste se resignó a no poder remediarlo, no quería verla llorar nunca más, así que tenía que contener sus deseos de abrazarla.


Harry se sentía muy triste por Severus, su pareja no se quejaba ya, y parecía haberse adaptado a esa vida, pero el joven Gryffindor lo sentía levantándose por las noches para ir a mirar a su hija. Era realmente doloroso ver a Severus llorar junto a la cuna, conformándose con solo velar el sueño de su hija pero sin atreverse ni a acariciarla.


Hubiera querido insistir, Aimee tenía que aceptar que Severus era su padre y la amaba, pero aún recordaba las últimas palabras del ojinegro:


"Ella sabe que la rechacé, Harry... sabe que no quería que naciera, por eso me teme, por eso me rechaza ahora ella. No insistas más, es una tortura peor escuchar su llanto"


Por eso ya no volvió a tocar el tema, pero a cada momento hablaba con su hija sin importarle que no pudiera entenderle, necesitaba que ella comprendiera que Severus la amaba y la necesitaba. Tenía esperanzas de que esa situación fuera temporal.


Como consuelo, Severus lograba depositar ese deseo de acariciar a su hija en Richie. El niño de los Weasley era muy dulce y nunca se quejaba cuando Severus le sostenía en brazos, así que ahora el ojinegro apenas podía disimular su entusiasmo cada que Ronald y Hermione acudían a visitarlos. En cuanto los veía llegar su corazón se aceleraba, él no se atrevía a pedir nada, pero sus dos alumnos ya habían notado el problema y siempre le solicitaban ayuda para cuidar al pequeño durante su estancia.


Severus aceptaba enseguida refunfuñando, pero sin poder disimular su prisa por sostener al bebé contra su pecho y después iba a sentarse en su sillón favorito junto a la chimenea sin poner atención a la plática de los más jóvenes. Era feliz disfrutando de esos momentos en que percibía el olor a bebé, en que Richie le sujetaba de sus dedos con fuerza, que le permitía tocarlo y acariciarlo.


Ese bebé se estaba ganando su corazón rápidamente, sorprendido se dio cuenta que le dolía tener que regresarlo a sus padres cada tarde y saber que no tenía la posibilidad de ir a refugiarse con su propia hija, tan solo bastaba mirarla y era suficiente para sentir un nudo en la garganta.


Esa tarde, al quedarse solos después de la visita de sus amigos, Harry fue hacia él llevando a la bebita en sus brazos, y suavemente se sentó sobre las piernas de su pareja recostando su espalda en su pecho, así la niña quedaba a la vista de ambos.


— Mañana debemos ir a Diagon. —le dijo Harry conmovido por la precaución que tuvo Severus al abrazarle sin tocar a la pequeñita.

— Lo sé ¿estás listo para convertirte en Harry Snape?

— Listo y feliz. —aseguró emocionado—. Severus ¿tú crees que pueda mudarme contigo a tus habitaciones cuando volvamos al colegio?

— Por supuesto, desde antes de terminar el curso hablé con Dumbledore al respecto. Dijo que comentaría la situación al consejo escolar pero en realidad no me importa mucho su respuesta, vamos a pasar demasiado tiempo ocupados en nuestras clases como para renunciar a tener tiempo en conjunto.


Harry besó a Severus con todo el amor y el orgullo que sentía al escuchar esas palabras, le gustaba saber que siempre podría contar con él.


Al día siguiente, tal como lo planearon, fueron al callejón Diagon en busca de sus túnicas de gala, y lo que era un gran motivo de alegría nuevamente provocó en Severus otra triste frustración. Hermione y Ron no pudieron acompañarles debido a que ese día el pelirrojo debía ir a recoger las notas de los exámenes que ya había presentado y de eso dependía su ingreso al séptimo curso. Entonces Harry tuvo que pedirle a la chica que ayudaba a la modista que cuidara de Aimee para poder probarse la túnica.


Ni con esa extraña, ni siquiera porque la estuviese sosteniendo casi con indiferencia, la niña se mostró molesta. Lo peor sucedió cuando arribó una nueva clienta y entonces la empleada, sin pérdida de tiempo, colocó a la bebé en brazos de Severus y corrió a atender su trabajo. La niña lanzó un grito tan fuerte que Harry salió apresurado del probador alcanzando a ver como Severus ponía a su hija sobre una silla y se retiraba asustado.


Aimee dejó de llorar de inmediato y Harry fue por ella mirando como la expresión de su pareja era la viva imagen de la tristeza.


— Sev...

— T-te espero afuera, necesito aire.


Harry vio a Severus salir de la tienda y caminar de un lado a otro en la calle. Miró entonces a su bebé que ya no lloraba, solo le miraba con sus expresivos ojos negros.


— ¿Por qué lastimas así a papá? —preguntó entristecido—. ¿Qué pasa, preciosa? Por favor, deja que te toque, él quiere besarte tanto como yo. Te prometo que te va a gustar, ahora no sabes de lo que te estás perdiendo.


Pero la niña cerró los ojos dispuesta a retomar su sueño en brazos de su papá. A Harry no le quedó más opción que suspirar resignado.


Llegaste a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora